Capítulo 6: Crónica de un ladrón de expedientes

2.4K 269 49
                                    

Abro mis ojos por completo, siendo cegado por los brillantes focos de una habitación completamente blanca. Pestañeo varias veces, intentando acostumbrarme a la luz y después miro a mí alrededor, moviendo mi cuello, el cual, duele. No tardo ni diez segundos en darme cuenta que estoy en el hospital, acostado sobre una camilla y con un suero en mi brazo derecho.

Mi cabeza duele demasiado, la masajeo con mis dedos al mismo tiempo que dirijo mi vista hacia el reloj de la habitación: 13:15, ya es de mañana.

Mierda, debo saber cómo está Carolina, necesito ver a Emily. Me quito el suero, haciendo que, por un momento, chille, y me pongo de pie con dificultad, estoy mareado, pero eso no me impide continuar.

Camino tambaleante hasta la puerta, donde me apoyo, tratando de recuperar el aliento, me siento terrible, como si anoche hubiera bebido diez cervezas y caído rendido sobre el césped. Desafortunadamente, esa no es la razón de mi malestar.

Abro la puerta, encontrándome con un pasillo largo, del cual, estoy en medio. Miro hacia la izquierda, solo hay un par de habitaciones y un gran ventanal, giro mi cabeza nuevamente, haciendo que mi cuello cruja, veo un mostrador con una joven al teléfono, sonrío levemente y camino hasta allí.

—¿Carolina Rivera? —Pregunto con voz suave, descansando sobre el mostrador de vidrio.

—Señor usted no puede estar de pie, debe recuperarse. —Responde mirando mi frente, la cual, toco, sintiendo una terrible puntada.

—No lo entiende...

—Vamos a su habitación. —Me ordena mientras me empuja hacia el cuarto.

—Por favor necesito saber si está bien...

—Preocúpese por usted señor Henderson. —Sugiere.

La mujer camina detrás mía hasta llegar a la habitación, luego hace que me siente sobre la camilla.

—Parece que ya no necesita el suero. —Comenta viendo la manguerilla en el suelo. —Quédese aquí, iré por el doctor. —Añade para, finalmente, alejarse y cerrar la puerta detrás de ella.

Y de nuevo estoy aquí, entre cuatro paredes sin poder hacer nada, miro nuevamente la hora: 13:28. La ansiedad me consume, la angustia de no saber cómo está Carolina y dónde se encuentra Em me están matando, necesito saber, tengo que verlas.

La simple idea de que Carolina ya no esté aquí me da pequeñas puntadas en mi pecho, la respiración se me agita y mis manos sudan exageradamente.

Me pongo de pie por segunda vez en esta habitación y avanzo de nuevo hacia la puerta, abriéndola con suma delicadeza y revisando ambos lados del pasillo, la enfermera ya no está, por lo que termino por cruzar el umbral y corro hacia el mostrador vacío.

El sonido que emite la llegada de un ascensor llama mi atención, y sin pensarlo, voy hacia él, chocándome contra el vidrio que recubre sus paredes y dejándole las marcas de mis manos húmedas.

Respiro profundo y presiono el botón con el número cero en él, comenzando a descender al instante.

El ascensor se detiene unos segundos después y yo, camino más tranquilo hasta la recepción, ahí hay una señorita, parece amigable, por lo que me acerco al mostrador y pregunto:

—¿La habitación de Carolina Rivera?

—Dos pisos hacia arriba, al final del pasillo, la puerta de la derecha, habitación setenta y ocho. —Responde sin mirarme y mascando un chicle de uva.

No respondo, no quiero arriesgarme a que note mi bata de hospital y me mande a la habitación otra vez. Me alejo con una sonrisa y vuelvo al ascensor, esta vez presiono el número dos y empiezo a subir.

El asesino de Brooklyn © [1] (NUEVA VERSIÓN YA DISPONIBLE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora