Capítulo 11: Toque de queda

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Una semana más, otros siete días en los que la policía sigue sin encontrar rastros del asesino. Las calles están anormalmente vacías, los niños ya no juegan en los parques y los locales cierran muy temprano. Toda esta situación está comenzando a afectar a cada habitante de Pagecloud.

No sé cuánto tiempo más Víctor podrá sostener esto, porque puede que haya funcionado, pues no ha habido ataques desde que el toque de queda se anunció, pero la gente está empezando a cansarse de estar encerrados, y tarde o temprano, lugares como el centro comercial, deberán reabrir sus puertas en horario normal para no quedar en bancarrota.

La gente está perdiendo la cabeza, hay manifestaciones fuera de la comisaría, especialmente de familiares de las víctimas pidiendo respuestas. Puedo entender su frustración, todo esto es una verdadera mierda. Los cuerpos siguen en la morgue como evidencia, obstaculizando que puedan darle una despedida como es debido, evitando que alguien pueda cerrar un circulo ya de por sí doloroso.

Cada centímetro de mi cuerpo quiere atraparlo, quitarle esa maldita máscara y ver su maldito rostro, quiero golpearlo, quiero verlo pudrirse en la cárcel.

Cambio de canal con el control remoto, estar encerrado es horrible, con cada minuto que paso aquí solo, siento que las paredes se encogen un centímetro. Nada es capaz de distraerme, porque puede que en el pasado me gustara estar en casa, pero sabiendo la razón por la que ahora no puedo salir, me hace querer cruzar esa puerta y correr lo más lejos que mis piernas me lo permitan.

Extraño a Emily, que por esa estúpida regla de mamá no ha venido un solo día. En realidad no creo que tanga toda la culpa, sospecho que Carolina finalmente consiguió aquello que comentó el día que la atacaron: Separarnos por un tiempo.

En fin, tengo sed y antojo de un buen café, por lo que me pongo de pie para ir a la cocina. Durante mi trayecto hacia allí, noto que el cartero ha visitado sigilosamente la casa y ha dejado algunos sobres junto a la puerta.

Los tomo de pasada, enciendo la cafetera y mientras espero, husmeo entre los sobres.

Tarjetas, publicidades, programación de TV, aviso de deuda, publicidades-, esperen, ¿aviso de deuda? ¿De nuevo?

Dejo el resto sobre la mesada y me concentro en aquel comunicado, es un segundo aviso, mamá está atrasada con los servicios públicos. Carajo, ni siquiera los dobles turnos en esa estúpida inmobiliaria son suficientes.

No puedo permitir esto, no sé cómo funcionan las deudas, pero sí que recuerdo escuchar al señor Foster de la esquina quejarse de que estuvo a punto de perder su casa por esto mismo.

No podemos perder lo único que tenemos.

Suspiro y guardo la nota dentro del sobre, la cafetera acaba de hacer su sonido característico, miro el reloj colgado en la pared mientras tomo un sorbo de exquisito café, aún es temprano, y mamá no regresará hasta la noche.

Mis ojos se abren ante la idea que acaba de surgirme.

Dejo la taza a un lado y subo las escaleras hasta mi cuarto, tomo la mochila tirada en un rincón y saco el papel que guardé hace un par de días.

Una sonrisa se esboza en mi rostro, puede que esto sea una solución provisoria a nuestro problema.

Una sonrisa se esboza en mi rostro, puede que esto sea una solución provisoria a nuestro problema

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El asesino de Brooklyn © [1] (NUEVA VERSIÓN YA DISPONIBLE)Место, где живут истории. Откройте их для себя