Nuevas personas

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James: Vamos es solo una cita -le insistió por décima vez-
Trent: No quiero conocer a nadie. De verdad que no. Lo único que quiero es estar con ella -suspiró-
James: Amigo ella ya no esta, la has buscado por todo el continente y no has conseguido nada.
Trent: Aún me falta buscarla por más de la mitad del mundo -sonrió- Y no pararé hasta encontrarla.
James: Trent de verdad ... ¿Cuándo la dejarás de amar? -se refregó los ojos-
James: Cuando las estrellas dejen de brillar. Ese es el día en que la dejaré de amar -musitó convencido-
James: ¡Es solo una cita! Hazlo por mí, por favor
-suplicó con una de esas caras indomables de perro abandonado-
Trent: Ahhh...Bien, lo haré -torció su rostro- ¿Cuándo será?
James: Ella cree que la pasarás a buscar mañana a la noche. No sabes lo rica que esta -le guiñó un ojo-
Trent: ¿La has probado? -sentenció en una carcajada-
James: Muy gracioso. Y no, no la he probado, te guardo lo mejor para ti -le golpeó el hombro-
El chico se recostó en su cama y esta vez la rutina no cambió. Se colocó los auriculares y le dio comienzo a su lista de reproducción, colmada de canciones tristes. Luego tocó su guitarra y se quedó dormido bajo ella.

Volviendo con mels;
Xxx: Hola linda -me dio un beso en la mejilla-
Me pregunto como sabía si era linda o fea, me refiero a que el tampoco podía ver. Lo había conocido en el instituto especial y me caía genial. Teníamos una muy buena relación.
Yo: ¿Cómo estas hoy Dyl?
Dylan: Muy bien, listo para trabajar con la alumna más inteligente -dijo chistoso y a la vez con sarcasmo-
Yo: Sí claro...
Pronuncié al mismo tiempo en que mi perro nos guiaba a los asientos del salón.
Dylan: Oye, me preguntaba si quieres ir al cine por la noche -inquirió nervioso-
Edward comenzó a ladrar como un chiflado, no paraba de gruñirle a Dylan. Lo reté y este por fin se calló.
No supe donde meterme. No se porque me sentí así, culpable, como si estuviera por traicionar a Trent. Pero, ¿por qué aún pensaba en el?
Yo: Claro. Sería muy divertido -concluí-
Pude percibir su sorpresa y eso me dio ternura.
Dylan: ¡Sí! Digo... está bien, te recogeré a las nueve.
Yo: Perfecto -el sonido de la puerta al abrirse me calló-
Profesora: Buenos días chicos, hoy estudiaremos la Segunda Guerra Mundial.
Las horas de clase se pasaron lento, como siempre. Dylan era muy gracioso; cuando me encontraba mal o comenzaba a acordarme de él, me distraía con sus chistes malos y sus bromas. Además de eso era un muy buen bailarín, solía ser su pareja en las clases de baile. Y para ser sincera, tenía muy buenas expectativas para hoy a la noche; tenía la esperanza de que el podría hacerme sacarme a Trent de la cabeza.
Cuando llegué a casa, con ayuda de mi madre, elegí el conjunto de ropa que me pondría. Esta sería mi segunda cita -la primera había sido en aquel parque con Trent y dudaba que esta sea mejor-. Me agregué un perfume delicioso, cosa que nunca faltaba en mí.
Más tarde tocaron la puerta y pude escuchar la varonil voz de Dylan que se hacia presente desde la planta baja.
Dylan: Hola señora -le dedicó una cálida sonrisa-
Mamá: Dylan, pasa. ¿Cómo estas? -musitó invitándolo a entrar-
Dylan: Muy bien, ansioso por llevar a su hija a ver un peliculón.
Mamá: No tengo ni la más mínima duda de que será una noche magnífica -lo animó y este se sintió seguro-
El chico iba a decirle algo más pero de pronto sintieron los pasos de Mels que venía por la escalera.
Mamá: Bueno Dylan, llego la princesa -dijo en forma tierna- Un placer volverte a ver.
Dylan: El placer fue mío señora -volteó- Mels estás hermosa... -suspiró-
Yo: ¿Cómo lo sabes si no puedes verme? -enarqué una ceja-
Dylan: Lo sé porque no soy bobo.
Luego salimos tomados de la mano hasta subirnos a un taxi que nos esperaba en frente de casa. Su mano no me hacia sentir nada comparado con lo que experimentaba cuando los dedos de Trent y los míos se entrelazaban; pensar en eso me dio melancolía pero lo olvide cuando su incomparable aroma entro por mis fosas nasales y como una boba no pude evitar pensar en voz alta.
Yo: Mmm... Hueles bien -susurré-
El reprimió una risita y algo incómodo me agradeció el cumplido.
Calculo que pasados los diez minutos desde que me senté en ese cómodo asiento, llegamos al cine. Dylan salió disparado apenas bajamos y me abrió la puerta del auto.
Para el era tan fácil, quiero decir, llevaba su ceguera como si fuera lo más natural del mundo; y eso me encantaba. Ir a ver, o mejor dicho escuchar una película con el, era grandioso, que estemos ciegos no impedía que pudiéramos ir al cine.
Yo: ¿Qué película escucharemos? -pregunté ansiosa-

Seras Solo MiaWhere stories live. Discover now