Colton #4

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Estaba nervioso. Me sudaban las palmas de las manos y tenía la sensación que miles de ojos nos observaban, a pesar de que Thomas y yo nos encontrábamos solos. Miré a mi alrededor para cerciorarme de que nadie nos miraba y después miré a las manos de mi amigo, metidas en sus anchos bolsillos. 

—Por favor, Colton. Será solo un momento. Solo tienes que esperar aquí a que venga, la recoja y te dé el dinero.

—Joder, Thomas, no es tan simple. No voy a meterme en esta mierda simplemente porque hayas tenido que dejarte a un rollo arriba en la residencia.

Me miró como si le debiera muchas. Yo fruncí el ceño. Seguro que él me debía más a mí de lo que le debía yo a él. Estaba patético, con su mirada suplicante y su camisa abierta y el pelo revuelto. 

—No puedo no acudir y realmente la chica está esperándome, he tenido que salir corriendo de la habitación.

—Pues déjame decirte que eres un amante de mierda—observé, mirándolo de reojo.

El corazón me latía deprisa y sentía que esto acabaría mal. Yo sí sabía lo que era estar recluido, lo que era pagar por los errores, lo que era estar condenado. Y tenía muy claro que no quería que volviera a pasarme. Thomas era mi amigo, pero no quería tener nada que ver con el contrabando. Otra vez no.

No me gustaba nada el sitio en el que estábamos reunidos, en uno de los laterales de la residencia femenina. Demasiado obvio, demasiado a la vista. Y Thomas estaba en el punto de mira. La policía lo tenía calado, me extrañaba que no hubieran descubierto toda su tapadera todavía. Tenía que terminar con aquello cuanto antes, pero no entraba en razón.

Suspiré sonoramente, lo que él interpretó como un signo de resignación y me tendió la droga. A punto estuve de cogerla, pero entonces apareció el cliente. Una oleada de alivio me invadió al darme cuenta de que ya no tendría que encargarme de aquello. 

Hicieron el intercambio mientras todos mis sentidos se alertaban. Aquello era un aviso. A penas tuve tiempo de reaccionar cuando me di cuenta de que un coche de patrulla se detenía en la acera y algunos agentes se dirigían hacia nosotros. No pensé en Thomas, no pensé en qué podría pasarle. Estaba harto de tener que estar detrás de él, de advertirle y aun así hiciera lo que le diera la gana. Estaba harto de no poder huir por completo de aquel mundo. Únicamente podía pensar en que no quería volver y que si me pillaban esta vez sería mucho peor: iría a la cárcel.

Eché a correr y lo primero que me vino a mano fue la residencia. No lo pensé dos veces y entré, corriendo como alma que lleva al diablo. Thomas me pisaba los talones e inmediatamente la policía. Joder, no podía verme atrapado de nuevo. Y esta vez parte de la culpa sería por Thomas.

Subí las escaleras y vi un montón de rostros femeninos asomados a las puertas por todo el largo pasillo, preguntándose qué estaría pasando para que dos chicos corrieran por el vestíbulo de su residencia, uno de ellos con la camisa abierta y siendo perseguido por la policía. 

Y entonces la vi. Aquel cabello oscuro y esos ojos marrones que no dejaba de pensar, su cara asombrada y curiosa. Corrí hacia su puerta, entré dentro y cerré con el pestillo, aprisionando a la chica. ¡Joder! Que me maten si no estaba para comérsela en aquel mismo momento. 

Mi pecho se movía con rapidez por el esfuerzo y la adrenalina, por el miedo. Y allí estaba ella con una mezcla de miedo y excitación en su mirada. Me separé rápidamente, como si me hubiese quemado. ¡Y Dios, si estaba quemado!

—¿Tiene esto una explicación?—Su voz sonó en mis oídos como si ella también tuviese dificultades para respirar.

Le eché un largo vistazo, deleitándome con las vistas. Bajo mi escrutinio ella tiró de su sudadera (la única prenda que vestía aparte de la ropa interior) para intentar cubrirse. El rubor que la cubría me pareció de lo más atractivo. Tragué saliva con fuerza. Pero algo en su mirada me indicaba que estaba esperando una respuesta a por qué había irrumpido de aquella manera en su habitación.

Me moví hasta la ventana para mirar al exterior, en busca de Thomas, mientras le contestaba:

—Si piensas que voy a decirte algo puedes esperar sentada.

Intenté sonar duro y ella se acercó para observar también qué era lo que estaba ocurriendo. Parecía que tuviese un tick, ya que no paraba de estirar la tela de la sudadera, incómoda y avergonzada.

—Lo que pasa es lo que ves: a Thomas se lo llevan a comisaría.

Rezaba por no tener que darle explicaciones. No me gustaba hablar de mi vida, no me gustaba contarle a la gente mis problemas, por lo que había tenido que pasar. No me gustaba que los demás se dieran cuenta de que mi vida era una mierda, que yo no valía para nada.

—Tráfico de drogas. —Dedujo ella, rodeándose con los brazos.

Algo se retorció en mi interior y comencé a negar repetidamente. Joder, el rumbo de la conversación no me gustaba nada. Quizás no tendría que haber entrado en la habitación, con ella. No quería hablarle de aquella mierda. Lo cierto es que sí me importaba lo que pudiera pensar de mí.

—No, no es solo tráfico de drogas. También las consume.

Me senté en una de las camas y apoyé los codos en mis rodillas, dejando caer la cabeza. La mente me iba a mil por hora con pensamientos diversos, de todo tipo, y ninguno bueno. Pensaba en Thomas, en que la policía se lo había llevado y tendría problemas, aunque él me había asegurado en más de una ocasión que tenía contactos. Quizás podría zafarse del castigo y sería un hijo de puta con suerte. Más suerte de la que había tenido yo años atrás. Y entre todo el despojo de pensamientos apareció Evelyn, cuya presencia era más que notoria en aquel espacio. No le dirigí la mirada, pero sabía que sus ojos marrones, despiertos, me miraban con atención. No me gustaba que me miraran como si no valiese nada o como si me tuvieran pena. Pena por haber tenido una vida miserable que yo mismo me había buscado. La rabia comenzó a hervir dentro de mí.

—Le seguían la pista desde hacía un tiempo y nos pillaron en el momento y el lugar equivocado. Estábamos cerca dela residencia. Eso es lo único que sabrás. —Levanté la cabeza y me digné a mirarla, para ver su reacción y para darme el gusto.

Hizo ademán de acercarse, lo que hizo saltar las alarmas en mi interior. Tenía que irme de allí, no podía seguir cerca de ella más tiempo, por el bien de ambos. Me levanté como un resorte y sacudí la cabeza.

—No. —Levanté la mano para hacer que se detuviera. Un vacío en mi interior amenazaba con ahogarme—. Gracias por cubrirme. —Y me pareció un agradecimiento pobre y lastimero comparado con todo lo que sentía dentro de mí.

Apenas le dirigí una mirada antes de abrir la puerta y salir de nuevo al pasillo vacío. Tenía que alejarme, ir a otra parte y aclarar las ideas. El poco autocontrol que me quedaba amenazaba con agotarse y hacerme perder los estribos con Evelyn, conmigo mismo. La ira bullía dentro de mí, pero había algo más, algo pesado y profundo que tenía que ver con ella, solo con ella. 

—Joder—mascullé al silencioso pasillo y salí de la residencia con rapidez.

Aquella vez me había librado por los pelos. Ni siquiera podía explicármelo, pero la policía se había centrado en Thomas, el cabeza de todas las operaciones. Y yo solo quería desaparecer. Pocas veces había deseado tanto poder borrar todo mi pasado, todo lo que era.

Pero ella volvió a invadir mis pensamientos, de manera abrupta y misteriosa para mí, una vez salí al exterior. Y me pregunté adónde iría esa noche.



Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora