5. ¿Una nueva oportunidad?

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No pude pegar ojo aquella noche. Di vueltas todo el rato, pensando en la conversación telefónica que había tenido con la madre de Colton a espaldas de éste. Me sentía mal por haberme metido en algo en lo que no me llamaban. Sin embargo sentía que debía hacerlo, por el bien de todos. Las cosas podían arreglarse o no, pero estaba bien intentarlo y que al menos ellos supieran que su hijo estaba a punto de casarse. Era muy consciente de que Colton no querría que sus padres asistieran a su boda, pero escuchando la voz de su madre sí me di cuenta de que a ellos en realidad les haría ilusión, de que a pesar del enfado y el rencor ellos deseaban recuperar a su hijo.

Colton dormía plácidamente a mi lado y yo creía que no pegaría ojo, sobre todo mientras mi mente evocara aquella conversación y no dejara de preocuparme por la reacción que tendría Colton cuando le hablara acerca de aquello. Tenía miedo, miedo a que me rechazara, a que su enfado fuera tal que no quisiera volver a hablarme, a que rompiésemos y no nos casáramos. 

Sin darme cuenta las lágrimas corrieron por mi mejillas y reprimiendo los sollozos finalmente me quedé dormida.


A la mañana siguiente intenté disimular la rojez de mis ojos y la leve hinchazón. Pero ocultar que había estado llorando no hacía que el verdadero problema desapareciera, por lo que cuando me acerqué a la cocina para desayunar junto a Colton y me preparaba un café cogí aire antes de soltar:

—Colton, ¿qué pasaría si te dijera que hablé con tu madre?

Me obligué a no detenerme en la tarea de encender la cafetera y sacar la leche de la nevera. Mantenerme ocupada y casual podría mitigar el golpe. Pero no fue así. Fui muy consciente de que el repiqueteo de su cucharilla contra el cristal de la taza había cesado y de que el aire se había cargado de una extraña electricidad, de un espesor asfixiante. Creía que me iba a ahogar, que me echaría a llorar si él no decía algo, o si se ponía como un furia. Hiciera lo que hiciera me pondría a llorar.

—¿Qué has dicho?—Su voz era calmada, más bien comedida, como si se estuviera reprimiendo.

Me aferré a la encimera con fuerza, mis nudillos blancos y el corazón martilleándome en el pecho con fuerza.

—Lo siento mucho, Colton. No lo hice con mala intención, solo quería ayudarte. Ayudaros. Así que...

—¿Ayudarme?—Su voz se alzó más que antes—. Evelyn, te dije que no quería ese tipo de ayuda. Me importa una mierda las intenciones que tuvieras.

Di un respingo ante sus modales, a pesar de que en realidad ya estaba acostumbrada a sus palabras malsonantes. Simplemente es que aquella ocasión era diferente. Él estaba enfadado conmigo y con motivos. 

—Me dijo tu madre que realmente se alegraba por nosotros, por ti. Y que estaría bien que nos viésemos todos antes de la boda. Solo una vez. No esperan que los invitemos a la boda ni nada por el estilo. Colton, por favor, solo piénsalo.

Me giré para poder ver su rostro. No me estaba mirando, pero entonces sus ojos enfocaron los míos. No encontré lo que esperaba. Se le veía derrotado, cansado, hastiado, pero la rabia se había evaporado en gran parte. Una pequeña pizca de alivio me invadió.

—No quiero saber nada de ellos, Evelyn, en realidad sé que lo entiendes. 

—Pero ellos te quieren. Estoy de tu parte, de verdad que lo estoy, pero podríamos hablar todos las cosas. Vernos, que me conozcan y que vean en la persona maravillosa en la que se ha convertido su hijo.

Me senté a su lado en la silla y le dediqué una pequeña sonrisa, alentándolo y tranquilizándolo. Sabía que él valía su peso en oro. Yo había visto partes de él que nadie más había descubierto; yo era quien dormía con él todas las noches, quien lo había apoyado aun sabiendo su pasado y lo había amado por sus cicatrices y por lo que era. Para mí pocas personas había más importantes que él en mi vida.

Su mano se posó en mi rodilla y vi la derrota en su rostro. Suspiró y volvió a mirarme a los ojos.

—Tu madre parecía apenada y esperanzada. De hecho creí escucharla llorar cuando le hablé un poco de ti y le dije que yo era tu prometida.

Hubo silencio, nuestras miradas sosteniéndose.

—Supongo que podría llamarla y ver qué podemos hacer. No prometo nada, ni tampoco prometo que después de esta tontería vengan a la boda. De hecho al que menos me apetece ver es a mi padre.

Ejerció una leve presión con la mano que apretaba mi rodilla. Mi sonrisa se ensanchó y contagió un poco a sus labios, que poco a poco se curvaban cada vez más. Me encantaba su boca, me encantaban sus ojos castaños, su pelo ahora corto, sus músculos, su piel suave y tatuada que contaba toda un historia. Me encantaba todo él y me alegré de que hubiera cedido.

—¿Estás enfadado conmigo?—pregunté con cautela.

—No podría, en realidad. Lo siento mucho yo también. He sido un cabezota y un imbécil. 

Dejé escapar el aire que había estado conteniendo en mis pulmones.

—¿Cuándo no eres un imbécil?—bromeé—. Por un momento pensé que esto sería un impedimento, que te enfadarías tanto que todo esto terminaría. —La voz me temblaba un poco.

—Jamás te dejaría marchar, pasara lo que pasara.

Me sonrió y se acercó a mí para darme un suave beso en los labios que me hizo estremecer y sonreír contra su boca.

—¿Dónde tienes el teléfono? Creo que es hora de que haga una llamada —me dijo poniéndose en pie.

Yo lo imité y temblé de emoción. Lo interrogué con la mirada. ¿Estás seguro? Él asintió y fui a por mi móvil, donde tenía guardado el teléfono de la madre de Colton.

Seleccioné su número y le tendí el aparato para que fuera él quien diese el paso. Yo me senté cuando él hubo pulsado el botón de descolgar. Tenía los pelos de punta por los nervios y toda mi sangre hervía.

Colton no podía estarse quieto, se paseaba de un lado a otro de la cocina, como un león enjaulado. Miró la pantalla ya oscura de mi móvil y toqueteó hasta que consiguió activar el modo manos libres. Puso el móvil sobre la mesa justo cuando una voz se escuchaba por el altavoz.

—¿Diga?

—¿Claire?—La voz de Colton sonó ronca. Estaba sudando y se pasó las manos por el pelo repetidas veces.

El silencio se instaló durante unos largos segundos.

—¿Colton? ¿Eres tú?

—Lo soy. Estoy con Evelyn, mi prometida. Me dijo que te había llamado y al final lo he pensado y... acepto a que nos veamos. Hace tiempo que no hablamos y, bueno, ahora que ya soy plenamente un adulto y que me voy a casar... Sí que quisiera que conocierais a Evelyn.

—Oh, Dios mío... —susurró la mujer, y pensé que estaría a punto de perder los nervios y echarse a llorar—. Dios, claro que sí, hijo mío. ¿Dónde vives? Me dijo tu chica que estás trabajando y vivís juntos, pero no sé dónde. Tu padre y yo estaríamos encantados de ir a visitaros.

Colton se puso tensó. El músculo de su mandíbula se apretaba y relajaba y yo le acaricié el brazo para que se tranquilizara. Aquello estaba suponiendo un gran esfuerzo, yo era consciente de eso y le estaba agradecida, me sentía muy orgullosa de él. Pero sabía que sobre todo la figura que más tenso lo ponía era la de su padre.

—Os pasaré la dirección. Avisad antes de venir.

Esta vez su contestación fue seca, seria. 

—Oh, muy bien. Ya hablamos. Adiós—se despidió su madre, sin duda deseando poder alejarse del teléfono y llorar sin que la escucháramos sorber a través de la línea.

Me puse en pie y abracé a Colton con todas mis fuerzas. Era un paso enorme lo que significaba aquella llamada en su vida. Él también me envolvió con sus brazos y me sentí a gusto, me sentí querida y todo se desvaneció, porque yo sabía que no pasaría nada, que acabara bien o acabara mal él siempre me tendría ahí para él.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora