CAPÍTULO 17

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Di un paso más, luego otro, y otro más. Me senté en la cama junto a él, aún sujetando el jersey. No le miré y él no me miró a mí. Sabía que estaba quemándome. Ya estaba quemándome. No podía pensar en nada ni en nadie más. Solo nos veía a nosotros, sentados en la cama. 

—¿Qué hiciste?—pregunté con precaución en la voz.

Sentía que estaba teniendo demasiada curiosidad. Estaba en la misma habitación con un chico que había estado en un reformatorio y que ahora tenía problemas. Estaba sentada junto a él, a tan poca distancia que casi podía haber alargado la mano y haberle tocado la pierna.

—Yo era como Thomas. Yo sabía dónde y cómo conseguir droga y luego la vendía, me sacaba mucho dinero con eso. Pero me pillaron. Mis padres ya sabían que estaba metido en líos y lo mejor fue llevarme a un reformatorio. Tenía dieciséis años. —Se detuvo y se frotó las manos—. Además había grupos de chicos que también se dedicaban a eso y tenía problemas con ellos también.

Sentí un nudo en la garganta. Colton no solo tenía apariencia peligrosa. Pensé en los chicos de mi instituto que se saltaban clases y esperaban en puntos estratégicos para hacer negocios con droga. Pensé que Colton podía haber sido uno de ellos, que era uno de ellos solo que en otro lugar.

Estaba demasiado cerca del fuego y no me importaba quemarme.

—Después de eso la relación con mis padres fue desgastándose. Ellos ya no podían confiar en mí. No solo vendía droga.

Entendí aquello y cerré los ojos. No necesitaba que me diera más explicaciones.

—Está bien. No hace falta que continúes—dije con un hilo de voz.

Él rió, a pesar de las circunstancias, y se puso en pie.

—Será mejor que te cambies—dijo.

Me miró desde su altura y vi adónde fue a parar su mirada, dónde se detuvo. Me ruboricé y me puse en pie. Al hacer aquello su pecho quedó demasiado cerca del mío. Su pecho moviéndose aceleradamente, casi al ritmo al que se movía el mío.

Agarré el jersey aún con más fuerza. Él me miró de arriba abajo, demorándose más en algunas partes de mi cuerpo. Pensé en el escote que Mary me había obligado a ponerme y me sentí avergonzada.

Observé su garganta un instante, justo cuando él tragó saliva y su nuez se movió de arriba abajo.

—Deberías girarte o salir de la habitación—dije con la voz algo ronca.

Me sentía aturdida. Estaba tan cerca de él que podía notar su calor, podía oler el aroma que desprendía su piel. Y sentí que todo daba vueltas, que lo demás daba igual.

—Me encanta cómo te has vestido hoy—comentó con la voz todavía más ronca que la mía.

Hubo un momento de silencio en que solo se escuchaban nuestras respiraciones, profundas y agitadas.

—Evelyn, si quieres irte me parece bien. Sé que después de lo que te he contado yo...

Me miró a los ojos, después a mi escote (otra vez) y a mis labios.

—En todo caso no me iría por ese motivo.

—Joder, a la mierda—gruñó él.

Enseguida obtuve la respuesta a su contestación. 

Me arrebató el jersey de las manos y lo lanzó sobre la cama, puso sus manos a ambos lados de mi cara y juntó su boca con la mía. Sentí un hormigueo por todo el cuerpo. Cerré los ojos y me dejé llevar. Lo cierto es que el primer beso que me dio no pude quitármelo de la cabeza, la manera en que yo misma pensé que podría traspasar mis límites con él y no pasaría nada. Jamás había pensado eso con nadie excepto con él. Me gustó la manera en que sus manos se detuvieron en mi cadera la otra vez y su lengua exploraba el interior de mi boca, justo como estaba haciendo ahora.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora