CAPÍTULO 13

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Se sentó a mi lado en el banco de madera que estaba cubierto por una fina capa de nieve. Apoyó los codos en las rodillas, inclinándose hacia adelante y giró la cabeza para mirarme. El cabello rubio le sobresalía del gorro gris de lana que llevaba en la cabeza. Sus ojos azules destacaban más que nunca. Y lo vi joven y a la vez maduro, increíblemente guapo. Fue la primera vez que admití abiertamente para mis adentros que James era un chico increíble físicamente y que puede que empezara a gustarme más de lo que pensaba.

Cuando llamé a casa de los Collins por la tarde, no esperaba que realmente James accediera a salir de la casa para estar conmigo. Pensaba que en su familia eran muy estrictos con eso de estar todos juntos en las comidas y cenas.

Aun así, allí estaba él, sentado a mi lado y mirándome expectante con una pequeña sonrisa en sus labios. 

—No esperaba que fueses a llamarme, ¿sabes? Sueles ser tan... distante, creo—dijo, con sus ojos azules aún clavados en mí.

No me habían dicho que era distante nunca. Era la primera vez. Y, si lo pensaba bien, quizá tendría que darle la razón. No quería dejar entrar al amor en mi vida, y el hecho de que alguien como él quisiera entrar en ella resultaba demasiado amenazante.

—Entonces supongo que ha sido una sorpresa agradable. ¿No es así?—comenté yo con una ligera sonrisa mientras me frotaba frenéticamente las manos, por el frío y por los nervios.

—Has acertado. —Él rió sin mirarme—. En realidad eres distante cuando quiero acercarme más a ti. Como cuando traté de besarte al día siguiente.

Me vino el recuerdo al instante. En realidad no era porque no tuviera ganas de besarle. No se trataba de que quisiera o no, o de que me gustara o no. Se trataba de mis planes de vida, de mi vida en aquel momento y de mi estricta opinión de que una relación amorosa o algo que se le pareciera no haría más que entorpecer mis estudios y mi mente centrada.

—No es por lo que crees. Si piensas que no me gustas...—Ni siquiera sabía por qué estaba diciéndole aquello. Al fin y al cabo lo besé en la fiesta.

Me miró de nuevo, con una chispa de esperanza en sus ojos. Tampoco sabía por qué le preocupaba tanto aquello. Si me cayera mal o no quisiera saber nada de él no habría ido a buscarlo a casa de John ni le hubiera cogido el teléfono cuando me llamó aquella noche ni habría aceptado ir a la cafetería con él por la tarde en la universidad. Sus dudas eran ridículas. O no tanto, teniendo en cuenta que yo aún no tenía las ideas claras respecto a temas relativos al amor.

—No lo sé—dijo él, poniéndose recto—. ¿Qué harías si tratara de besarte ahora mismo?

Su voz ligeramente ronca y sus ojos azules inspeccionando los míos hizo que me estremeciera. Comencé a morderme el labio. 

—¿Por qué no pruebas?—Lo animé con la voz baja, un tono que me salió solo, sin que pudiera evitarlo. No pude subir el volumen de mi voz, estaba demasiado nerviosa.

—Si no sales corriendo o apartas la cara o intentas agredirme...—bromeó él con la voz bastante baja.

Reí nerviosamente. El frío hizo que comenzara a tiritar levemente y froté mis manos aún más. James se movió en el banco para ponerse frente a mí todo lo que pudo. Mi corazón se disparó; latía a tanta velocidad que  temí que él pudiera notarlo de alguna manera. Si me ponía tan nerviosa y tenía tantas ganas de besarle, quería decir que realmente me importaba él y el beso que pudiera darme. Recordé mis besos anteriores; con John estuve nerviosa y torpe, pero era normal teniendo en cuenta que era mi primera vez; luego está Colton, que lo hizo de improviso y pillándome completamente desprevenida, lo que hizo que casi no tuviera tiempo para pensar en cómo me sentía. O sí...

James se acercó a mí, apoyó su mano izquierda en la madera fría del banco, junto a mi muslo, y se inclinó hacia mí. No quise esperar y quedarme quieta como una imbécil, por lo que yo me acerqué a él y puse mi mano derecha en su hombro, con cuidado de no tocarle la piel desnuda con mis dedos fríos como la mismísima nieve. Cerramos los ojos y pronto rozamos tímidamente nuestros labios. Me atreví a afirmar que los suyos eran mucho más cálidos que los míos.

Él aceleró más el ritmo y abrió más la boca, besándome con más presión, provocando que yo también quisiera acelerar nuestros besos. Su lengua lamió mi labio inferior y después se introdujo en mi boca, donde la mía ya lo buscaba desesperadamente. Era una batalla de besos lentos y duros a la vez que dulces y apasionados. Las lenguas actuando como afiladas espadas de expertos espadachines o como los cuerpos fogosos de dos amantes deseados.

Un hormigueo se extendió desde el centro de mi estómago hasta mis extremidades, y deduje que eran las tan famosas mariposas en el estómago. Sentía que flotaba, que era genial. Sobre todo si lo que sientes es correspondido. Si no pudiera besar a James porque yo no le gustase y sintiera esa sensación en mi interior, sería horrible y no hermoso, como en este caso.

Nos separamos y nos miramos con una sonrisa. Era muy guapo y acababa de besarle por segunda vez.

—Ni huidas ni rechazos ni agresiones. Creo que le voy a coger el gusto a tus besos, Evelyn—dijo él, mucho más abierto y menos tímido que en otras ocasiones. 

Lo cierto es que James estaba resultando ser menos tímido que otras veces, menos de lo que solía afirmar la gente. Lo cierto es que James era una persona con cierta pizca de humor y picardía.

—¿Podemos... intentarlo?—preguntó él con una ceja levantada, dubitativo.

Seguro que estaba pensando en la posibilidad de que yo le dijera que no. Me mordí el labio y pensé durante un segundo. Intentarlo significaba que empezaríamos a salir como lo hacen las parejas y...

—¿Por qué no?—dije rápidamente, deteniendo el curso de mis pensamientos y obligándome a dejarme ir por una vez en mi vida—. Pero no quiero ir deprisa ni forzar las cosas. Para mí lo más importante siguen siendo mis estudios.

Él levantó los brazos y sonrió.

—Tranquila. Te recuerdo que soy el primero de la clase y no puedo permitirme el bajar ni una décima.

Reí. Me sentí bien, cálida y a gusto. Él también tenía las ideas claras respecto a cuáles eran sus prioridades. Y eso me alegró enormemente, porque ambos teníamos la misma meta y no íbamos a renunciar a ella por algo como el amor.

Se levantó del banco riendo y me tendió una mano para que me pusiera en pie. La acepté y me choqué contra su pecho. Ambos reíamos y él me levantó la cara con su mano realmente cálida y , mientras sonreía, acercó sus labios a los míos. Era muy agradable sentirlo tan cerca, besándome y acariciando mi piel.

Sentí que una parte de mí cambiaba levemente ante aquel giro de mi vida. Había dejado entrar en mi vida aquello que significaba una amenaza.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora