CAPÍTULO 12

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Nunca me habían emocionado las cenas de Navidad, pero ese año fueron realmente tediosas. Fui ignorada la mayor parte del tiempo o fui objeto de pequeñas bromas por parte de mis primos. Pero cuando se fueron por fin me sentí bien, relajada.

—Evelyn, supongo que aparte de estudiar para sacar esas notas tan buenas también habrás salido por ahí—preguntó mi madre mientras recogía la mesa y limpiaba.

Me puse tensa. No iba a contarle todo lo que hice en la fiesta, ni mucho menos.

—Sí, salí alguna vez. Hacían fiestas de estudiantes con música y mucha gente. Fue divertido.

Le conté la verdad a medias. Tan solo había acudido a una fiesta, pero si le decía eso a mi madre se preocuparía por el hecho de que tenga tan poca vida social.

 A mí no me importaba. Me consideraba feliz con mi vida; no me hacían falta las fiestas ni el estar rodeada de gente. Pero ahora que tenía a James intentando tener algo conmigo y a Colton con sus apariciones inoportunas...

Seguía sin explicarme por qué no podía dejar de pensar en ellos. Se supone que las vacaciones y el volver a casa tendrían que ayudarme a olvidarme de eso por un momento aunque fuera. 

De todos modos, mientras ayudaba a mi madre a recogerlo todo y limpiar un poco, mi mente se centró únicamente en lo que estaba haciendo.

Subí a mi habitación, cansada y con ganas de dormir. Solo quería escuchar música hasta que el sueño me invadiera por completo.

Desperté con la luz del sol dándome en los ojos a través de las cortinas. Era el día de Navidad y solo comeríamos juntas mi madre y yo y nos daríamos nuestros regalos. Esa parte me emocionaba. Era un momento más íntimo con mi madre. No era el hecho de recibir regalos, sino el estar con ella, reír y ver sus reacciones. Era algo más que lo material.

Me levanté y arrastré los pies hasta el baño. Tenía una cara horrible. Antes de caer rendida al sueño estuve pensando más de la cuenta. James y su perfecta sonrisa, mi vida sosa en la universidad y me pregunté si yo era feliz con aquello. ¿Por qué no? Me sentía cómoda de esa manera y no tenía por qué cambiar nada de mí.

Me lavé la cara y recogí mi cabello en una coleta alta antes de bajar los escalones y encontrarme con mi madre preparando chocolate caliente. Me encantaba la manera en que ella lo hacía. Ponía nata por encima y luego la espolvoreaba con canela. Así era como más me gustaba el chocolate. Le daba una combinación de sabores dulce y exquisita.

Desde el umbral de la puerta ya olía el chocolate calentándose al fuego. Mi madre apartó un segundo la mirada para dirigirla a mí, sin dejar de remover el líquido espeso y marrón. Yo sonreí, imitándola. 

Hacía frío y subí a por mi bata. Justo cuando bajé de nuevo los escalones, sonó el timbre de la puerta. Cuando abrí me encontré con John. No sabía que se tomaría tan al pie de la letra aquello de que podríamos quedar para charlar un rato. Me sonrió tímidamente y ese gesto me recordó a cuando ambos íbamos al instituto; cuando él me gustaba y yo le gustaba a él.

Suspiré y sonreí más ampliamente que él. Le invité a pasar, pensando en el chocolate que mi madre ya estaba sirviendo en tazas. 

—Buenos días, señora Johnson—dijo él con una educación que no hizo más que sorprenderme. Muy típico de él. El chico decente y educado que cualquiera querría tener en su familia.

—Buenos días, John. ¿Quieres chocolate?—le ofreció mi madre con una sonrisa.

Asintió y se sentó junto a mí en la mesa que ocupaba el centro de la cocina. Mi madre comprendió la situación y se marchó a otro lugar con su humeante taza de chocolate en la mano.

Alguien ImperfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora