Capítulo 23

280 24 1
                                    

Después de la limpieza extensa que tuvimos en la casa Vanessa se enfermó porque había tanto polvo y los productos de limpieza colaboraron para eso, también. Ahora ella está adolorida y con dolor de cabeza. Lo más conveniente es que ella se queda quieta, pero odia la cama, pero debe dejarse consentir por mí y por mamá, cuando mamá la vio en ese estado la llevó al doctor.

Le mandó reposo pero ella es rebelde y hace lo que quiere entonces ahora anda muy mal por no obedecer. No toma sus medicamentos a tiempo, se ducha tarde, duerme tarde, bueno esta última soy yo porque a veces hablamos de cosas importantes y no la suelto hasta tarde.

— No me gusta el caldo, mamá — Rezonga Vanessa.

— Con esto mejoraras — Reprende.

— Está rico, hermanita — Hecho más leña al fuego.

— Tú te callas porque tampoco te tomas el caldo de pollo — Me reprende y resoplo.

— Sigue hablando, hermana — Me mofa sacando su maravillosa lengua.

— No me saques la lengua — Le señalo con el dedo.

— ¿Si no, qué? — Me reta.

— ¡Las dos se callan! — Grita mamá y nos quedamos mirándonos para luego soltar la carcajada.

Mamá nunca supo ser tan exigente o tan demandante como intentar serlo en momentos como estos. No por eso nos hemos aprovechado para desobedecerle, aunque a veces hayamos hecho travesuras como quedarnos a dormir en otro lado y llegar tarde, pero jamás de desobedecer a su palabra, le tengo un gran respeto a esta mujer.

— Estarás en las manos de tu odiosa hermana — Comenta a Vanessa — Si te está maltratando me llamas, vendré en seguida — Le entrega el tazón con el caldo, me toma del brazo para salir.

Me arrastra fuera de la habitación hasta la sala, está algo feliz. No recuerdo la última vez que ella tuvo esa mirada llena de vida y luz, brillo en sus ojos, llenos de amor. Sé que ella coquetea inconscientemente con las demás personas, es algo natural en ella, es por ella que soy así, es genética. Toma su bolso con una sonrisa pícara, de esas que guardas secreto, de algo que te ocurrió y no te lo puedes sacar de la cabeza.

Esa sonrisa que no es de alegría ni de felicidad, es de esa que te hace pensar en aquello y te hace volar a millas lejos de la superficie terrestre. Una que es compartida.

— Estás enamorada — Digo en vez de preguntar — ¿Qué hiciste anoche? — Pregunto achinando mis ojos.

— Nada, estuve trabajando — Algo en su voz me dijo que está mintiendo.

— Todo este tiempo que nos has dicho que trabajas en las noches es porque andas con alguien más — No pregunté sino que afirmé todas sus salidas de noche.

— No tengo porque darte explicaciones — Responde roja y algo molesta.

— Resulta que soy tu hija y merezco explicación — Contraataco — ¿Quién es?

— No es de tu importancia saber eso — Dice mirándome fijamente.

— Si es importante para ti, lo es para mí — Respondo cruzando mis brazos.

No respondió a mi petición, a mi necesidad de saber quién es la persona que la hace feliz. Quiero agradecerle por hacer que ella vuelva a tener esa mirada tan hermosa en sus ojos, por devolverle la alegría que tanto anhelaba y que mi hermana logró hacer pero está nueva persona ha hecho lo que mi padre se llevó consigo. Todo es nuevo. Tiene un nuevo brillo en sus ojos, en su cuerpo. Todo cambió en ella.

Mariposas DesorientadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora