Capítulo 14

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EMMA

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EMMA

Lo único que he hecho fue observar aquél techo extraño que parece hecho de luz y nubes. Me he subido a la cama para tocarle, pero no es nada más que un vapor que llena la mano de luminosidad. No sé qué es lo que sea, pero definitivamente jamás había visto algo así. Es... inquietante. Descubrí que cada un rato, éstas se apagan y encienden por una fracción de segundo. Estoy segura que tiene que ver con las horas que transcurro aquí... Algo así como un reloj, aunque ¿estaré en lo correcto? Da igual. De todas formas, las horas parecen pasar como personas curiosas en un zoológico, algunas parecen ir deprisa, algunas se retienen demasiado tiempo. Me siento como esos animales que están encerrados en aquellas jaulas, expuestos a las miradas. Sofocados por ellas. 

Me sigue sorprendiendo el hecho de que no tenga hambre alguna... Según el extraño reloj de vapor luminoso he pasado más de diez parpadeos, y sigo sin apetito.

Tampoco me siento débil, ni cansada, siquiera tengo sueño. Agradezco eso último, me ayuda a estar alerta. Pero es extraño...

Todo se vuelve a apagar, como lo hizo hace sesenta minutos, y en unos microsegundos las luces regresan. Ha pasado una hora más. 

De pronto siento un sonido estruendoso, y Julie aparece otra vez con una sonrisa amarga.

—¿Lo has pensado? —pregunta.

—No lastimarás a mi familia —le escupo—, y tampoco haré lo que sea que quieras que haga.

—¿Sabes que estás desobedeciendo a Theodel y eso es terrible, cierto? —entrecierra los ojos.

—No me importa Theodel, ni desobedecerlo, estoy entrenándome para eso. ¿Qué quieres? 

—Que me muestres tus poderes, si lo haces no lastimaré a tu familia —dice otra vez, volviendo a lo mismo, ruedo mis ojos y suspiro mientras niego con la cabeza—. Sólo eso.

La odio.

Pero prefiero hacerle caso antes de que la familia salga lastimada.

Háblame a la mente, me dice telepáticamente.

Vete a la mierda, le respondo de la misma forma, y ella sonríe.

—¿Ves, no es difícil? —canturrea— Ahora levanta la cama con tu... ¿energía de demonio deforme?

—¡No eres nadie para decirme qué hacer! 

—Es sólo un trámite, deja de ser una chiquilla y mueve la maldita cama —se cruza de brazos y a regañadientes hago lo que ella me dice, la levanto dos metros y, por un segundo, se me pasa la idea de tirársela por la cabeza. Sin embargo, me retengo a ello.

—¿Para qué quieres ésto?

—No te interesa —dice rápidamente—. Envía energía a la luz de ahí —me marca la parte superior de la habitación, el techo espumoso. La miro entre incrédula y fastidiosa, ¿quién se cree para ordenarme?

Alas de cristal [LIBRO 2]Where stories live. Discover now