~ Capítulo 31 · Ropa de entrenamiento ~

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- Ven conmigo cuando acabemos las clases. - dijo Jason rápidamente cerca de mi cara, mientras nos cruzábamos en el pasillo.

Me giré mirándole mientras se alejaba, pero no volvió a girarse para comprobar si le había escuchado.

- Podría ignorarle...

- Pero no lo harás.

Bonita conversación con mi subconsciente.

Acabaron las clases y me esperé la última hasta que el aula estuviese vacía, para asegurarme de ser de las últimas en salir del centro.

Salí del aula, con mi mochila colgando de un asa. Intenté colocarla bien pero debía de estar conjurada por un ninja, porque esquivaba mis manos, haciéndose casi imposible llegar a cogerla.

- Jamás había visto a alguien tan...

Le interrumpí con una mirada intimidadora. Sabía de quien se trataba.

- ¿Lista? - dijo Jason asegurándose de estar solos para coger mi mano.

Noté una pequeña punzada dentro de mí tras darme cuenta de la vergüenza que sentía por mi presencia, pero una promesa es una promesa, así que le ayudaré a acabar con esto y podré continuar mi vida como siempre.

- ¿Dónde vamos? - pregunté.

- Hoy empezaremos tus entrenamientos.

- ¿Qué clase de entrenamientos?

- Vamos a mi casa, allí tengo ropa de deporte femenino para ti. - dijo Jason agarrándome levemente de mi muñeca, sabiendo que tras acabar esa frase intentaría huir.

- ¡¿De deporte?! ¿Para qué? No quiero Jason... - dije haciendo pucheros intentándome soltar de su agarre.

- Yo lo haré contigo... te ayudaré ¿vale? – dijo mientras seguía caminando sin detenerse.

Llegamos a su coche y tras enviarle un mensaje a mi madre para decirle que no llegaría temprano, pusimos rumbo a su casa, llegando en poco tiempo.

Su preciosa y enorme casa.

- Wow... - dije en voz baja.

Jason sonrió de lado. Sabía que me había escuchado.

Entramos en su enorme pero solitaria casa. No se escuchaba ni un pequeño ruido y todo estaba oscuro. Jason dio la luz, alumbrando todo cuanto estaba al alcance de mis ojos.

- Es... preciosa. - susurré.

Los muebles tenían un toque moderno y perfectamente conjuntado en cuanto a color. Nada más entrar, al frente, había una gran escalera que rodeaba toda la entrada, como si fuese una escalera de caracol enorme y lo único que se veía desde el piso de arriba era el vestíbulo donde estábamos. A mi derecha había una puerta casi abierta que comunicaba con la cocina, la cual estaba decorada en tonos rojos y negros. En frente, a un lateral de la escalera estaba el comedor, del cual solo llegaba a contemplar el sofá blanco. Habían más puertas pero todas estaban cerradas.

- Arriba a la izquierda, en la primera puerta que hay, encontrarás la ropa. Ve y cámbiate. Tenemos mucho trabajo por delante. - me dijo Jason.

Obedecí y con sumo sigilo y respeto entré para cambiarme. La ropa era ajustada, toda negra y con algún toque en azul claro. Me vestí, y por suerte, se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. Recogí mi pelo con una coleta alta y bajé esperando ver a Jason.

Tras acabar las escaleras di unos cuantos pasos más al frente y me giré lentamente mirando hacia la cocina.

- Estoy aquí... - susurró Jason en mi oreja haciéndome sobresaltarme.

Le pegué ligeramente en el pecho y comenzó a reír.

- Con esta fuerza... vamos a tener que trabajar mucho. - dijo entre carcajadas.

Le dediqué una mirada intimidante. Jason me cogió por la cintura, acercándome más a él. Mordí mi labio nerviosa por la poca distancia que había entre nosotros.

- Si quieres que te bese, tendrás que trabajar duro. - dijo él consiguiendo que me enfadase mientras me sonrojaba a la vez apartándole de un fuerte empujón, del cual, ni se inmutó.

- Déjate de tonterías Jason, no quería besarte. Empecemos, no tengo mucho tiempo. - sentencié apretando mi coleta y separándome de él, mientras le mantenía la mirada firmemente.

El perfecto experimento de mi vidaWhere stories live. Discover now