Capítulo 1 - La Oscuridad

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Mientras la fría oscuridad invadía los pensamientos, la vista y el cuerpo; como un eco lejano se escuchaba un sonido repetitivo diferido a segundos, por el cual se preguntaba si sería un reloj, puesto que sonaba como un compás que marcaba el ritmo de una melodía. Cuanto más cerca lo escuchaba, mejor se sentía, ya que era la única señal de su débil existencia. Posteriormente su mente empezaba a trabajar contando el sonido que se repetía sin parar y cada vez más cerca -¿Van 359 o 362?- se preguntaba -creo que empezaré de nuevo- pensaba; así pasaba las horas y horas tratando de explicarse dónde estaba.

De esta manera continuaba su vida, hasta que en uno de sus contares, inesperadamente la oscuridad se tiñó de color rojo; no solo era un color, era una luz que impactaba de frente sus pupilas haciendo que se contrajeran por reflejo y no por voluntad; luego con el contar del "compás", la luz roja cambiaba lentamente su intensidad hasta teñirse de negro; después de hacer un conteo de nueve veces 4.800, la oscuridad volvía a teñirse de rojo y luego de negro otra vez, repitiéndose así de manera consecutiva por un largo tiempo.

En una ocasión mientras observaba la transición monótona de su existencia, empezó a escuchar algo nuevo que se iba haciendo más intenso; era un respirar fuerte acompañado de un murmullo intermitente y quebrantado, mientras se iba disipando lentamente, empezaba a preguntarse e imaginarse de quién era, quizás un animal, una persona o simplemente el viento proveniente de algún lugar. Ese nuevo sonido hacía que su tiempo se ocupara en descifrar su origen y no tanto en contar aquel compás repetitivo.

Desde esa ocasión esperaba paciente a escuchar nuevamente ese respirar que le mantenía con ansiedad y expectante, pero en unos de sus momentos de imaginación, empezó a sentir algo extraño, como un cosquilleo que le hacía recordar una de sus extremidades, seguido de una fuerte presión -creo que es mí mano...- pensó -...y está siendo sujetada por algo- esta sensación era una señal más fuerte de que estaba aún con vida; sin embargo, era incapaz de imponer voluntad a su propio cuerpo, pero esto no era impedimento para llenarse de felicidad. Luego de algunos instantes la presión desapareció, quedando una nueva incógnita en qué pensar, haciendo más llevadera su presencia en ese lugar desconocido.

En un momento de la transición de rojo a negro, llegaban a su mente como un relámpago, imágenes donde escuchaba un estruendo, luces y una voz que desgarrada gritaba un nombre, esto le traía una sensación de escalofrío que le hizo sentir todo su cuerpo en un segundo, centró la fuerza en sus ojos para tratar de alejar aquellas imágenes, cuando de repente vio la luz roja que se subía como un telón mostrando un destello cegador; pero luego de unos instantes dejó a su vista un par de ojos cafés como la miel observada en contraluz, pero rodeada de unas pestañas curvas debajo de dos cejas tupidas y alargadas, todo esto acompañado de una mirada dulce y tierna, pero cristalizada por lágrimas que salieron de ella sobre un fondo blanco. No pudo observar más que esto, ya que nuevamente bajaba el telón rojo y volvía la oscuridad, pero sin olvidar aquella mirada que le cautivó.

De esta manera pasaba el tiempo, la transición continuaba, pero en su mente tuvo grabados aquellos ojos, aquella mirada tan pura que casi podía imaginar su alma; aún recordaba como una la luz atravesaba sus pupilas detallando cada veta, cada color, cada matiz en ellas; sus parpados parecían finamente delineados, su rostro lucía esculpido; en ese momento reaccionó y pensó -Dios ¿He muerto y esos ojos eran de un ángel?- pero cayó en cuenta de las nuevas señales de vida que había recibido y se calmó nuevamente recordando ese momento que ansiaba volver a tener.

Así pasaron muchos 86.400 compases esperando con paciencia bajo la luz roja, pero aquella vez sintiéndose con más vida, con más fuerzas y voluntad. De repente empezó a escuchar una voz en su mente diciendo palabras -ahora estaremos juntos para siempre. - ...y también un jardín trasero, ¿qué dices?- -...yo también quiero verte sonreír- eran frases cortas pertenecientes a una conversación que no recordaba; seguido de esto veía imágenes de un hermoso atardecer junto a alguien, también una mano que le señalaba al cielo mientras trazaba figuras en las nubes con su dedo, de fondo a estas imágenes oía risas de dos personas, luego una autopista, escuchaba un fuerte estruendo, todo daba vueltas y de nuevo aquel grito desgarradora que decía un nombre; sintió una corriente que le invadió haciéndole erizar toda la piel y recordándole cada parte de su cuerpo -!puedo sentir¡ ¡puedo sentir mi cuerpo!- se decía con alegría; con calma empezaba a asimilar lo que le rodeaba, percibía que se encontraba sobre una superficie suave y acolchonada -seguramente estoy en una cama- se decía; aun veía la luz roja más fuerte y clara, de su lado izquierdo, dedujo que era de mañana; sentía ataduras en su piel. Luego empezó a escuchar sonidos, sirenas, alarmas de autos, palomas, era como si su oído se agudizara con cada acción a su alrededor.

Mientras asimilaba sus fuerzas, centraba la voluntad en sus ojos tratando de subir aquel telón rojo que le había acompañado por todo este tiempo, cuando abrió lentamente los parpados, sus pupilas eran destelladas por la luz que entraba desde una ventana ubicada al lado izquierdo de la cama; levantó su mirada intentando escapar de aquel destello que le cegaba, cuando todo se aclaró vio unas gotas que caían desde una dextrosa diferidas a segundos haciéndole recordar el compás que contaba en medio de la oscuridad.

Aunque se sentía agotada, con su vista trataba de recorrer todo el cuarto desde el techo hasta la pared de en frente que tenía un televisor sin sonido. Luego bajó su mirada a los pieceros de la cama; al ver hacia la ventana que estaba semicubierta por unas cortinas blancas que dejaban filtrar los rayos del sol, se percató que sobre su mano izquierda yacía alguien...

Olvidarte para amarteWhere stories live. Discover now