Cápitulo 5: Huyendo de nuestra propia ciudad, de nuestro hogar

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Nos encontrábamos los cinco desayunando en la cocina. Primera noche con el virus suelto por la ciudad, superada. Había sido dura, lo reconozco. Miles de preguntas volvían a mi cabeza y eso creó en mi insomio.

¿Cuánto tiempo le quedaría a Nicholas de vida?

¿Habría muerto ya?

¿Y mi madre? ¿Sufrió mucho al morir?

¿Cómo estaría el resto del mundo?

El desayuno era silencioso y algo incómodo. Mike y mi padre nos examinaban uno a uno y nos miraban con lástima, cada poco tiempo se susurraban algo. Por el contrario, Lisa, Alicia y yo nos dedicábamos a disfrutar nuestras tortitas con nata y sirope.

— Papá,— Dije.— todos han huido fuera del país, ¿por qué no lo hacemos nosotros también?

— ¿Crees que servirá de algo?— Me preguntó mi padre seriamente.— Todo el mundo esta igual. ¿Acaso no has visto las noticias?

— No volví a verlas desde ayer al mediodía, no quería ponerme peor el cuerpo.— Respondí.

— Pues verás hijo,— La mirada de Lisa también se posó en mi padre. — el brote de la epidemia empezó en todo el mundo a la vez, no llegó primero a las ciudades grandes como decían, si no que al habitar allí tanta gente, más personas había infectadas y eso hizo que la enfermedad se expandiera tan rápido por esas zonas.

— Entonces, ¿no iremos a París?— Preguntó Alicia con un tono bastante triste.

— Me temo que por el momento no...— Respondió mi padre.

— Pero Austin me lo prometió, ¡Austin me dijo que iríamos a Paris!

— E iremos, pero tiene que pasar un tiempo.— Dijo Mike.— Ahora venga, meted las últimas maletas al coche que nos vamos.

Lisa y yo fuimos a mi habitación para coger una caja con una serie de recuerdos que llevamos recopilando desde que nos conocimos.

— Hicimos bien en dejarla en tu casa.— Dijo Lisa.

— Pues si la verdad, si hubiera estado en la tuya probablemente no volveríamos a verla.

— ¿Crees que nunca volveremos a casa?

— Tanto como nunca... algún día volveremos.

— Eso espero.— Asintió cogiendo la caja y saliendo de mi habitación. Yo la seguí y nos dirigimos al garaje donde nos esperaban todos dentro del coche. Mike conducía, mi padre iba de copiloto con el mapa y el camino a la granja de mis abuelos marcado, y finalmente, Lisa, Alicia y yo atrás.

— Has cogido muchas muñecas.— Regañó mi padre a Alicia mientras Mike abría la puerta del garaje con el mando.

— No, son pocas.— Contestó mi hermana colocándolas todas en sus rodillas.— Y he tenido que abandonar a dos muñecos.— Bufó.

La puerta del garaje subía poco a poco y Mike comenzaba a acelerar. Salimos fuera y cerramos la puerta. Estábamos en la calle, con el peligro acechándonos. La calle estaba solitaria en comparación con ayer y todas las casas vecinas tenían las persianas bajadas. En nuestro porche seguía el cadáver de aquel hombre.

— Wow, esto parece una película de terror.— Comenté.

— ¿Por qué está todo tan vacío?— Preguntó Alicia.

— Todo el mundo a decidido huir, nadie se ha quedado aquí.— Explicó Mike.

— Pero todo ha empezado ayer, ¿se han rendido el primer día?— Preguntó Lisa.

The Earth Is DyingOnde histórias criam vida. Descubra agora