Cápitulo 9: Con lágrimas en los ojos

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El viaje en coche se hacía largo y aburrido, mucho más que la ida, y eso que ahora no había tráfico. No hemos visto ni un coche en movimiento desde que salimos de la granja. Sin embargo, hemos visto varios coches aparcados, otros en accidentes, pero todos con una cosa en común, rotos y vacíos. ¿Qué había pasado?

Apenas llevábamos media hora cuando el coche de Mike paró en medio de la nada, obligándonos al resto a parar también.

— ¿Qué ha pasado?— Preguntó mi padre mientras todos nos bajábamos de los coches.

— La mierda de coche que hemos robado se ha quedado sin gasolina.

— ¿Cómo?— Pregunté.— ¿Y tenía que ser precisamente ahora? Estamos en medio de la nada.— Dije señalando a nuestro alrededor, donde solo había árboles, y más árboles rodeando la carretera.

— Nuestro coche tampoco tiene mucha. Gastamos demasiada a la ida escogiendo tantos atajos.— Informó mi padre.— Pero tal vez nos llegue hasta una gasolinera.

— ¡Mierda!— Exclamó Mike dando una patada a la rueda de su coche.

— ¿Y ahora qué?— Preguntó Alicia con Tobby en brazos.

— Ni idea.— Respondió Mike llevándose la mano a la frente.— Separarnos ahora podría ser un problema...

— O la solución.— Dijo mi abuelo, que llevaba su escopeta colgada a la espalda.

— ¿Qué dices, cielo?— Preguntó mi abuela.

— Dos o tres van con el coche al que le queda gasolina a por más, y el resto esperamos aquí.— Explicó mi abuelo.

Mike miró a mi padre negando.— Jamás me separare de mi hija.

— Pienso como Mike. No me separaré de Austin y Alicia.— Afirmó mi padre.

— Bien, pues la abuela y yo iremos a la gasolinera.

— Papá...— Dijo mi padre.— Hace unos diez años que no salís de la granja, ¿recordaís las carreteras? ¿acaso sabes conducir?

— No, pero tampoco necesito ser un experto para ir en línea recta por esta carretera.

— Esta bien.— Dijo Mike.— Vosotros dos iréis a por la gasolina.

— No, no.— Negó mi padre.— Es muy peligroso que dos personas mayores vayan por ahí solas, algún enfermo podría acabar con ellos, y más sin haberse enfrentado a uno antes.

— Hijo, no te preocupes por nosotros, estaremos bien.— Dijo mi abuela.— Tu padre lleva la escopeta, y hazme caso, sabe utilizarla.

— Siempre que salía a cazar volvía con la cena.— Dijo mi abuelo con un tono victorioso.

— ¡Qué no me separaré de nadie, joder!— Exclamó mi padre.— Me niego a perder a alguien más. Tiene que haber otra solución.

— Ir todos.— Dijo Lisa, ganándose ser el centro de miradas.

— ¿A dónde?— Preguntó su padre al cabo de unos segundos de reflexión. Creo que ninguno sabía a que se refería Lisa.

— A la gasolinera.— Respondió como si fuera lo más obvio del mundo.— Podemos ir varios en el coche, despacio, y otros andando. Tampoco creo que haya una muy lejos de aquí.

— No sabemos a que distancia encontraremos una, pude ser de un par de kilómetros a unos cuarenta.— Respondió Mike.

— A mí su idea me gusta más que la de separarnos,— Dijo mi padre.— y quizás tenemos suerte y encontramos algún coche abandonado.

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