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—Luego… —tomé aire, limpiando unas lágrimas que habían decidido bajar por mis mejillas.

A pesar de los años transcurridos, aún me costaba asimilar la situación vivida. Aún era doloroso para mi y creo, que siempre lo va a ser. Pero no debería preocuparme por eso nuevamente. Ahora estaba junto a mi familia y no iba a separarme más de ellos. Jamie hasta el momento no había dicho ni una sola palabra, solamente escuchaba su respiración. Me causaba intriga saber lo que pasaba por su mente al estar relatando mis acontecimientos.

—Luego me llevaron a Inglaterra. Honestamente no tengo ni la menor idea de cómo lo lograron, si supuestamente se debe de tener la autorización de los padres reales para sacar a un menor de edad del país pero bueno —me encogí de hombros. —Finalmente lo hicieron y me llevaron a Londres. Ahí, lo único que cambiaron de mi personalidad, fue mi nombre…

—¿Por qué no fuiste hacia la policía?

—¿Me habrían creído?, ¿le habrían creído a una mocosa de tan sólo diez años que había sido alejada de su país natal, de su familia? No lo creo. Y creo que tú tampoco lo habrías hecho. De hecho, creo que ahora debes de estar pensando que todo esto es una mentira… —me callé.

De un momento a otro me puse borde. Él no tenía la culpa, no debía de tratarlo de esa manera.

—Jamie.. Lo… Lo siento. Mi intención no era tratarte de esa manera… —me mordí el labio. No quería seguir hablando.

Por favor que alguien me mate o alguien saquélo de aquí y prohíbanle la entrada a Suecia para siempre.

—No te preocupes… Te… Te comprendo totalmente…—elevé mi vista y lo observé.

Observé sus ojos azules… Aquellos ojos azules que me robaban el aliento. Despegué mi vista de ellos y decidí continuar con el relato.

—Mi adolescencia… fue la peor de todas. Me resignaba a cooperar con ellos. Si querían salir a comer a alguna parte, yo me encerraba en al baño. Si salíamos a un parque, conseguía escaparme del amarre de Tanya y me escondía en alguna parte —abrí mi boca para relatar algo más…

No iba a relatar que ellos me golpeaban…

Especialmente Alec..

Suspiré.

—Y bueno, así fue mi vida hasta los dieciocho. Había deseado la llegada de ese día tanto, que ni te imaginas. De hecho... —una risilla se escapó de mis labios. —Tenía un calendario escondido en mi armario en donde tachaba los días —me relamí los labios, con una media sonrisa presente en mis labios y pasé una mano por mi ondulado y castaño cabello. Escuchar una risilla de parte de él, hizo que mis comisuras se elevaran aún más.

—Había recaudado el dinero suficiente para comprar un pasaje hacia Suecia y en cuanto estaba haciendo mis maletas… Llegó Alec y las lanzó lejos, esparciendo mi ropa por toda mi habitación…

Vaya.. esto era mucho más difícil de relatarlo de lo que había pensado. Cerré mis ojos y apoyé mi frente en mi mano, que estaba apoyada del codo en mi pierna.

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[FLASHBACK]

—Tú no vas a ir a ningún lado, te quedas aquí en Londres para siempre —me dijo, no mejor dicho me grito el rubio.

Lo fulminé con la mirada. Estaba harta, harta de estar bajo su cuidado. Lo único que quería era irme hacia mi hogar, estar con mi familia. ¿No le había bastado haberme separado a los diez años de ellos?.

—¿¡Qué!? —chillé.

—He estado bajo cuidado —lo apunté con mi dedo índice. —Desde mis putos diez años. ¿Ahora quieres que me quede contigo? Por favor, no me hagas reír. Ahora te pido con el respeto que no te tengo que me entregues mis maletas y me dejes seguir ordenando ya que lo has arruinado todo. Arruinaste mi vida desde que pusiste un puto pie en mi casa. MI antigua casa. No eres quien para prohibirme volver con mi familia, con mi verdadera... —lo miré hacia sus ojos verdes oscuros que siempre me habían dado miedo.

Hasta este momento, no me había dado el valor de mirar a ninguno de los dos a los ojos. Pero es verdad lo que dicen; los acontecimientos, personas, tiempo te hacen más fuerte con el pasar de los años.

— ...familia. Tú no eres mi verdadero padre. Ella... —apunté a la señora que estaba apoyada en el marco de la puerta, viendo todo el espectáculo con una sonrisa en sus labios. Más encima le causaba gracia a la muy… —No es mi verdadera madre. Tengo dos hermanas más, ambas en Suecia. ¿Es que no te ha bastado ya con arruinarme mi vida?, ¿y quieres seguir arruinándola?—sentí a mis ojos escocer.

No. No iba a llorar en frente de ellos. Desde los dieciséis años que me había prometido eso.

—Te odio. ¡Los odio! —nunca antes había gritado. Y fue como si un peso se fuera de mi cuerpo. Me sentí más liviana. Todo lo que había oprimido en decirles había salido a la luz.

Pero a los pocos segundos, sentí a mi mejilla escocer y a mi cuello doler. Me llevé una mano hacia esa zona y los fulminé.

Me habían golpeado. Me lancé contra él. Pero como es obvio, él es mucho más fuerte que yo y me empujó, lanzándome contra la pared. Nunca antes había recibido un golpe como ese. Un gemido de dolor se escapó de mi boca y ya no le di importancia a las lágrimas que estaban corriendo en mis mejillas. Me senté como pude y los miré a ambos. Desde el momento en que esa discusión comenzó, estaba más que claro que la perdedora iba a ser yo. Siempre lo iba a ser.

Observé como se acercaba hacia uno de mis cajones de la mesita de noche que estaba al lado de mi cama y sacaba los pasajes…

Cómo… ¿Cómo era posible que él supiera en donde estaban? Sentí a mi mandíbula abrirse, mis corazón latía fuertemente, mi sangre me ardía y el dolor que sentía hace unos minutos en mi cuello, mejilla y espalda parecieron desaparecer. Mi mundo se vino abajo cuando vi que empezaba a romper el pasaje en millones de pedacitos. Todo el dinero que había recaudado desde que llegué a ese asqueroso país se había ido a la basura.

Comencé a llorar, a sollozar cuando escuche a la puerta cerrarse fuertemente. No iba a disimilar mi llanto.

Sabía que con que ellos me escucharan llorar, habían logrado su objetivo. Hacerme la vida lo peor posible. Pero de todas maneras quería que me escucharan llorar, quería que me sintieran piedad de mi… Pero sabía que nunca iba a pasar.

 En esos momentos, quería morir

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Era como si hubiera entrado en un trance.

La voz de Jamie se escuchaba lejana. Abrí mis ojos rápidamente y lo observé. Él estaba observádome, preocupado. Me causó felicidad. Por lo menos aún había una parte de él que se preocupaba de mi.

A cada un minuto repetía la misma pregunta “¿Estás bien?” Pero nunca le respondía.

Levanté la manga de mi sweater de mi brazo izquierdo. Nos encontrábamos en invierno, con unos grados bajo cero. Pero en mi apartamento, eso se sentía poco. Siempre había sido friolenta.

Al bajar la manga de mi sweater, a lo largo se podían apreciar dos cicatrices que me llegaban un como unos veinte centímetros más debajo de la línea que hay por el codo.

A los dieciocho había intentado terminar con mi vida, no podía seguir viviendo con ellos y si ellos no me dejaban irme, me iba a ir por una mala manera.

Una parte de mi sabía que yo era apreciada por ellos y por eso no querían que me fuera. Ellos querían lograr algo conmigo, pero no sabía que.

No me importó que Jamie viera mis cicatrices, de todas maneras, él ya sabía que había intentado suicidarme, pero no sabe la verdadera razón.

Y tenía que decírsela. 

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