tres

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[FLASHBACK]

—¡Antoinette abre la puerta AHORA! —aumentó el tono de su voz en la última palabra.

Sonreí cínicamente. ¿Ahora me llamaba por mi nombre real cuando siempre lo ha hecho con el falso? Hay personas cínicas y él.

Estaba con los ojos cerrados, escuchando los golpes que le daban a la puerta del baño. Y era como si ambos, los golpes de la puerta más los latidos de mi corazón estuvieran al mismo tiempo.

Después de haber llorado por unos diez minutos, tirada en el suelo de mi habitación, decidí hacerlo. Me encerré en el baño que estaba dentro de mi habitación desde ese momento perdí la noción del tiempo y lo único que me orientaba era lo oscuro que estaba el cielo.

He de suponer que eran como las ocho, quizás siete de la tarde. Quizás abre de haber estado allí más de tres horas y por eso están tan desesperados por que les abra la puerta, por que no creo que de una hora para otra les nazca ese sentimiento de padres. Sentimiento que nunca tuvieron y nunca tendrán.

En sus oscuras almas.

Ya los minutos han pasado y los golpes estaban empezando a aumentar, sonaban desesperados, sin mencionar que ahora Tanya se había unido a gritar por mi nombre verdaderos.

Ambos son iguales de cínicos.

Observé mi reflejo en el espejo. Desesperadamente comencé a buscar la rasuradota con la que me depilaba. Era el único objeto filoso que tenía conocimiento de que estuviera en ese lugar.

No me importaba si pasaba a llevar un frasco y se rompiera al tocar el suelo. No me importaba si ellos seguían llamándome.

¡Llama a la policía! —escuché a Alec gritarle a Tanya.

No me importaba si la policía llegara. No me importaba nada en esos instantes. Solamente quería cumplir mi objetivo. Quería que ellos se sintieran por lo menos algo culpable. Hasta ni yo me lo creía.

—Lo encontré… —susurré y una sonrisa idiota apareció en mis labios.

La desarmé como pude y al tener los tres filos entre mis dedos, millones de recuerdos comenzaron a invadir mi mente.

Recuerdos con mi familia. Mi papá acurrucándome en mi cama en las noches; mi mamá sirviéndome el desayuno y besando mi cabeza; mi papá revoloteando mi cabello, los vi besarse y luego darme un beso en le mejilla para dirigirse al trabajo; a mis dos hermanas bajar por las escaleras y saludarme con un beso en la mejilla al igual que lo hacían con mamá. Mi primer premio por ser una de las personas con las mejores calificaciones en mi curso. Recibir las muñecas que tanto quise y pedí para navidad. Millones y millones de recuerdos hasta podría llenar un libro completo de aquellos. 

Y ahí fue cuando comencé a sentir a mis mejillas mojadas.

Acerqué uno de los filos hacia mi brazo izquierdo, en el principio de la muñeca y comencé a llorar más. No había parado un segundo a pensar en mi familia, ellos serían a los que más perdería.... y eran los únicos que me daban ánimo para seguir con vida. Seguir viviendo con aquellas personas. Después de todo ellos iban a ser los que más me perderían.

No podía ser tan egoísta. ¿Desde cuando comencé a ser así? ¿a pensar de esa manera?

Fue como si un campo estuviera rodeándome. Los golpes de la puerta que cada vez se intensificaban se alejaron hasta que no pude escucharlos. La sirena de la policía afuera de la casa. Y solamente ahora podía escuchar mi respiración. Y mis sollozos.

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