veinte

421 44 4
                                    

Me negaba a abrir los ojos; había un silencio que gobernaba. Tan sólo se escuchaba nuestras respiraciones pero aún así, podía sentir las miradas en mi. Hasta podía sentir las sonrisas pícaras de Tanya y Alec. 

Sentía tantas cosas, eran tantas las emociones al mismo tiempo que ni siquiera sabía que hacer primero. Mi mente estaba repleta de pensamientos y de acciones; era como si en ella hubiera una multitud de gente que me gritara cosas al mismo tiempo. Unas me decían que les dijera todo lo que me había guardado en estos años, otros que les lanzara cosas, otros que les pegara. 

Pero aunque hiciera alguna de esas cosas, ellos iban a ganar.

Siempre lo hacían. 

Tenía miedo, mucho miedo. Creo que esa era la única emoción que podía decifrar claramente. 

Tenía miedo de cual fuera su siguiente movimiento, a pesar de que yo ya era mayor de edad y los podía denunciar por cualquier cosa que me hiceran en contra mi voluntad. Tenía muchos testigos para que el juez estuviera a mi favor.

Sentía la adrenalina correr por mi cuerpo. E inhalando y exhalando repetidamente, comencé a relajar mis puños. La palma de mi mano palpitada. Apoyé mis palmas en la fría mesa de la cocina, un escosor recorriendo por mi piel. 

Abrí mis ojos y mi vista estaba borrosa. Si pestañeaba iba a salir una lágrima y no iba a dejar que me vieran llorar. He pasado tres años tratando de hacerme fuerte y justo cuando pensaba que lo había conseguido, ellos deciden derrumbarme. 

Pestañe rápidamente, tratando de que mi vista se aclarara. 

—Vamos Zoe, ¿es que no te alegras de volver a vernos? Después de tres años... Somos tus padres.— habló Tanya.

—Cállate.— gruñí, encontrándome con los ojos verdes de Alec y los castaños de Tanya. Después de tres años, seguían manteniendose igual. No sabía que edades tenían, ni me importaba, nunca puse atención en sus cumpleaños pero... Pensaba que ellos iban a ... No sé, tener algunas arrugas o el castaño blanco como la mayoría de las personas pero no; ellos estaban igual que siempre. No han cambiado desde que tengo diez años y eso no creo que sea posible. 

—No nos hables así.— habló Alec, su boca formándose una línea recta. 

—Tengo todo el derecho de hablar así por que ustedes no son mis verdaderos padres. 

—Cariño, sabes que eso no es verdad.— su voz era suave, pero había veneno en ella. Tanya dio un paso, y yo retrocedí uno, alejándome de la mesa y elevando mis manos, poniendolas en frente de mi cuerpo. 

—¡Cállate! ¡Eso no es verdad! Abandonen el show, ellos ya saben toda la verdad. 

Sus rostros cambiaron de sorpresa a odio en menos de un segundo. Alec comenzó a caminar hacia mi, sus ojos verdes no abandonaban los míos. Él avanzaba y yo retrocedía. En cualquier momento iba a chocar con la pared. 

—Cómo te atreves a decirles a ellos. ¡Teníamos un trato Antoinette!— espetó. 

—¡Mentira! ¡Lo único que dices son mentiras!— mis manos se formaron en puños una vez más; mis uñas se enterraban en los mismos sitios que antes y ahora sentía mucho más dolor. —¡Deja de mentir Alecsander! ¡Nunca hemos tenido un puto trato!— no podía dejar de gritar. Mi garganta comenzaba a doler; todo mi cuerpo me dolia y no sabía como. —Ustedes dos me separaron de mi familia cuando tenía tan solo diez años. ¿Sabían que mi cumpleaños había sido hace tan solo dos días?— traté de calmarme, pero era inútil. Mis mejillas ya estaban mojadas y lágrimas continuaban saliendo de mis ojos. —Los aguanté durante doce o trece años; estoy harta de ustedes dos. Ustedes fueron los que me arrastraron hasta esta familia. Ustedes son los culpables de todo esto.— y a pesar de que eran los culpables, estaba agradecida de que lo hubieran hecho. 

Muy contradictorio, lo sé. Pero si ellos no me hubieran obligado a enamorar al príncipe, nunca los hubiera conocido. Nunca hubiera conocido a Ana y saber que era el amor de una madre; o a David, nunca hubiera conocido lo que es la protección de un padre; o a Samuel y sentir que es lo que se siente tener un hermano; o a Lydia y saber que es lo que finalmente se siente tener una verdadera amiga; o a Jamie y saber que es el verdadero amor

Esta familia ha sido mi escapatoria de mi triste realidad pero también han sido mi apoyo. 

—Ustedes hicieron esto tan solo por que querían fama y dinero...— murmuré lo bastante alto para que todos en la sala lo escucharan. —Y aún sigo sin entender por que mierda lo hicieron. ¿Tan importante es la fama y el dinero para ustedes? ¿Ustedes creen que con eso serán felices? Todo en algún momento se ira. ¡Entiendanlo! El dinero se acabará, la fama va y viene como si fuera el viento. Nunca fui feliz al lado de ustedes y eso lo tienen más que claro. Me han visto llorar todas las noches, ¡si hasta me rompiste el boleto de avión cuando cumplí los dieciocho años!— apunté a Alec con mi dedo índice. —Hubiera sido mejor que no hubieran entrado al baño y no me hubieran llevado al hospital. Estaría mejor muerta.— mi boca ni me dio el tiempo de procesar las palabras. 

Si Alecsander tuviera superpoderes, sus ojos estarían lanzando fuego en estos momentos. En un movimiento rápido, agarró mi cuello y me empujó contra la pared. Sus gruesos dedos rodeaban todo mi cuello y apretaba la tráquea. Rasguñaba sus manos, sus brazos; pataleaba, golpeándole el abdomen y sus piernas pero no me soltaba. Me observaba fijamente mientras me quitaba la vida. 

Mi visión comenzaba a ser adornada por luces de colores y el fondo negro.

Cerré los ojos y esperé morir.

Nunca pensé que lo último que iba a ver serían sus ojos verdes; ojos verdes que siempre les he tenido miedo. 

Pero mi cuello fue liberado repentinamente; caí al suelo. Llevé mi mano hacia mi cuello y empecé a toser y a respirar al mismo tiempo. Abrí mis ojos, aún viendo las luces de colores y el fondo negro. Apoyé mi otra mano en el suelo pero estaba débil. Necesitaba oxígeno, mucho oxígeno.

—Antoinette, ¿estás bien?— era una voz femenina pero la escuchaba difusa. Como si estuviera lejana. 

No respondí, seguía tosiendo; trataba de captar todo el oxígeno posible a la misma vez. Quería que este dolor en el pecho se fuera, era insoportable. 

Mi cuerpo tiritaba; nunca antes Alec había ido tan agresivo conmigo. Nunca antes había tratado de quitarme la vida. Sí, quizás me había dejado inconsciente por los golpes pero nunca... Nunca me había asfixiado. 

La mujer acariciaba mi cabello y me repetía la misma pregunta una y otra vez, en el fondo se escuchaba gritos, pelea. 

Lo último que escuché fue un grito agudo antes de caer desmayada. 

royals Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu