doce

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»» j a m i e s p o v

Mi corazón había comenzado a latir rápidamente desde que comenzamos a acercarnos a la casa en auto; y aumentó cuando ya estábamos al frente de la puerta. Estaba seguro de que si mi corazón seguía latiendo de esa manera, me iba a dar taquicardia.

Antoinette no tuvo ni siquiera la oportunidad de tocar el timbre cuando la puerta de la casa se abrió completa, dejando ver a una mujer de unos... cincuenta y tanto años. Su cabello era de un color café claro; sus ojos eran de un azul idéntico a los de la Anto y en ellos habían un brillo peculiar, sin mencionar que el maquillaje que llevaba los resaltaba aún más. Una sonrisa que dejaba ver todos sus dientes estaba plantada en su rostro y su estatura era de unos centímetros o milímetros, quizás, más bajo que los de Antoinette. 

—¡Al fin han llegado!— comentó emocionada con un acento bastante marcado mientras pronunciaba las palabras en inglés. 

Agradecí internamente de que hablara por lo menos inglés fluenciado. Moriría si no podía entenderles ni una sola palabra. Antoinette me había dicho de que toda su familia hablaban inglés, o por lo menos sus hermanas con sus novios/esposos. Los que me iban a poner dificultad iban a ser los más pequeños. Difícilmente ellos iban a poder hablar otro idioma si apenas estaban empezando a aprender el natal. 

Sonreí tímidamente mientras pasaba una de mis manos por mi cabello rubio, alejando unos pequeños mechones de mi cara. 

—Hola mamá.— Antoinette se acercó hacia su madre, plantando un beso en su mejilla. 

—Jamie, un gusto en conocerte finalmente.— juntamos nuestras manos en un saludo. La sonrisa tímida no abandonaba mis labios. —Mi nombre es Linnea, por favor, pasen.— dicho esto, se movió hacia el lado de la puerta, dejándonos espacio para entrar. 

Antoinette me dedico una mirada de reojo al mismo tiempo que ingresaba al interior del hogar. Con su mano derecha dejó unos mechones de cabello detrás de su oreja y suspiró. 

Estaba nerviosa; siempre hacia eso cuando lo estaba. Mi sonrisa se agrandó un poco cuando pasé por el lado de Linnea. 

Acerqué mi cuerpo al de la chica, dejando el cheesecake de arándanos que habíamos comprado en el camino, en una de mis manos. —Tranquila, no debes estar nerviosa.— susurré y dejé un beso en su cabeza. Ella asintió y mi corazón no había disminuido sus latidos ni un solo segundo y aumento aunque sea un poquito cuando llegamos a la habitación principal. 

Habían una niña pequeña de unos cuatro cinco años corriendo por la habitación vestida de princesa, ella debía ser Antoinette, la sobrina de Antoinette... Duh. Su madre debería ser Elizabeth, por lo que me había contado Antoinette. Habían dos chicas sentadas en uno de los sillones y nos daba la espalda. Supuse que ellas deberían ser sus hermanas. Habían dos chicos sentados junto al padre de Antoinette; ellos debían ser los novios/esposos de las hermanas de Antoinette. 

Murmullos llenaban el espacio de la habitación, pero en cuento sintieron nuestra presencia, los murmullos se detuvieron y comenzaron a mirarnos fijamente. 

Comencé a sentir la garganta seca; necesitaba rápidamente un vaso de agua. No podía creer que doce pares de ojos me hicieran sentir así de nervioso cuando ya habían estado sobre mi miles de pares de ojos. 

Pero . . . eran situaciones completamente distintas. Ellos eran la familia de la persona que más amaba en el mundo y que más amaré. No sé si debía caerles bien, pero . . . No sé que sucedería si no era de ese modo. Quizás ya no me dejarían ver a su hija/hermana/cuñada. Quizás la mínima cosa errónea que diga puede hacerles cambiar de parecer sobre mi. . . 

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