Día 2.

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Nunca me levanto temprano. Mi reloj biológico definitivamente no tiene una precisión suiza, ni mi celular tampoco. Aunque mi celular es chino. Detalles.
Pero por extraño que parezca, hoy me he despertado sola. Sin los gritos de mi hermana, ni los rasguños de mi gato, ni el llanto de mi sobrina. Sola. Como cuando vas a hacer algo por primera vez y tienes esas ansias de hacerlo y estas tan emocionada que incluso te levantas a las 6 de la mañana sonriente, un lunes, para ir a trotar.

 Algo así estoy yo, solo que no a las 6 de la mañana y hoy es martes. Tampoco creo que me emocionase por ir a trotar, solo digo.

Alcancé incluso a tomar desayuno con mi hermana antes de que esta se fuese al trabajo. Me atusé un montón de veces el cabello para verme más presentable, como si eso fuese posible. Incluso me lavé la cara, y eso que estamos a punto de entrar en el frío Invierno del sur de Chile. Para que admiren mi valentía y esfuerzo.

Contengo la respiración mientras subo a la micro y le pago a un bigotudo chófer. Observo a mi alrededor y automáticamente un nudo baja hasta mi estómago y se instala allí. Me siento, enojada conmigo misma.
¿De verdad esperaba verlo de nuevo? ¿Tan ilusa soy que pienso que la vida me daría un poco de suerte? Para animarme, planeo mentalmente comprar un chocolate apenas llegue. Es que no hay nada que un gran mordisco de chocolate no pueda solucionar... ¿O si?

P es de Platónico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora