09.

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El simple hecho de observar cómo caminaba Rubén con total calma provocaba que me sintiera de la misma manera. Ambos llevábamos una sonrisa en nuestro rostro; a la par que Rubén gritaba a todo pulmón la canción que sonaba en el auto.

Con un poco de suerte pudo arreglar la radio, y ahora él se concentraba en cantar a todo pulmón.

—¡Deja de ser amargada y canta conmigo Agnes! —pide Rubén a la par que me empuja suavemente el hombro. 

Don't wanna be an american idiot —dije a lo bajo sintiendo una felicidad inmensa en mi estomago.

¿Hace cuánto no cantaba?

—¡Más alto! —pide Rubén viéndome fijamente— ¡No te escucho, querida!

Don't want a nation under the new media and can you hear the sound of hysteria? the subliminal mind-fuck america. —digo elevando un poco más la voz.

—¡Cariño más alto! —grita en mi oído.

¡Welcome to a new kind of tension. All across the idiot nation. Where everything isn't meant to be okay! —proseguí ahora gritando—¡Television dreams of tomorrow. we're not the ones who're meant to follow for thats enough to argue!

—¡Eso es! —dice victorioso dando leves brincos en el asiento.

Sonreí de oreja a oreja, se sentía tan bien estar de nuevo cantando a todo pulmón, en el auto con un paisaje tranquilo alrededor con la persona... correcta.

—Cantas bien —comenta Rubén bajándole a la música— ¿Por qué no lo haces?

—Me recuerda al pasado, y recordar eso no es bueno —confesé apretando el volante entre mis manos— Aquellas tardes donde mi música y el volante eran mi única compañía en el auto; Dios tantas canciones tenía guardadas en ese viejo reproductor de mp3 que me había regalado mi padre cuando cumplí los quince años. Extraño eso, creo que eso es lo único que extraño.

—¿Y la gente?

—No tanto, creo que ahora estamos mejor en silencio. Contaminación ambiental —conteste soltando un suspiro pesado— no era muy de mi agrado caminar y que toda la gente te observe como un bicho raro.

—Me sentía igual —contesta a todo lo dicho, sin embargo su voz se tornó melancólica— Pero tenía amigos que eran igual que yo, por dios; Miguel Ángel era fabuloso. Siempre me acompañaba en mis locuras. Extraño tanto su amistad

Desvíe la mirada un poco delirante ante aquella anécdota; viéndolo de reojo apreté los labios sintiendo los nervios en mi garganta.

— ¿Qué le sucedió?

Después de eso solo hubo silencio terrible, observando de reojo a Rubén este mantenía una sonrisa de lado, una sonrisa llena de dolor.

—Yo no soy de aquí —responde en voz baja—Venimos de viaje, vacaciones a Atlanta. En el momento en que el avión aterrizó todo dejo de funcionar, mi cámara, mi celular. Dios, el aeropuerto era un desastre. Sin tomar nada comenzamos a correr fuera de este, la gente se empujaba, había fuego. Todo comenzó a teñirse de rojo; un caminante me había tomado del brazo, estuve apunto de recibir una mordida pero Miguel...

Su voz se entrecortó, sus ojos se volvieron rojo. Relamió sus labios a la par que negaba con la cabeza.

—Miguel se interpuso en esa mordida que tenía que recibir, siempre fue así, se preocupaba más por mí que por el mismo, era como mi padre—responde dando un golpe a su pierna.

—Le agradezco —digo llamando su atención—Gracias a él te conocí.

—¿Enserio estás feliz por ello?
—Me has hecho cantar de nuevo; y disfrutarlo eso no lo logre ni yo.


Girando mi cabeza por completo le di una sonrisa; —Aún estás aquí por algo Rubén. Solo falta que lo descubras.

—Si, creo que tienes razón.


A lo lejos se podían ver esas rejas que tanto me alegraban de ver, Beth que se encontraba atrás de ellas la abrió para permitirnos el paso. Bajándonos de ella, esta se nos acercó dándonos una mirada de preocupación.

—Sucedieron muchas cosas en su ausencia—informa en voz baja.

—¿Ausencia? —dice irónicamente Rubén— solo nos fuimos en un día; ¿qué pudo pasar?

Antes que la rubia pudiera contestarnos el llanto de un bebe nos hizo callar a la par que el menor de los Grimes salía con la bebe en brazos.

—¿Lori? —pregunte provocando que Beth negara con la cabeza— ¿Rick?

—Esta en el pabellón; en los pasillos que despejaron. Pero es peligroso Agnes —advierte, sin embargo comencé a caminar adentrándome al pabellón.

El silencio inundó sin embargo, camine donde hace días nos habíamos adentrado al lugar. Caminando por esos oscuros pasillos los leves sollozos de alguien me guiaron a una habitación apartada.

Rick se encontraba sentado en un pequeño banco, con un teléfono en su oreja.

—¿Rick? —lo llame acercándome lentamente a él.

En el momento en que se giró mostró un rostro demacrado, triste, sus ojos estaban hinchados y rojos.

—Ella me habla Agnes, como Shane lo hacía contigo —confiesa desesperado— no estoy loco.

—Rick, ellos ya no están se han ido —respondo acunando su rostro entre mis manos— Debes dejarla ir, te necesitamos Rick. Carl, Judith, Beth, todos nosotros.

—Pero ella está aquí —repite separándose bruscamente de mi.

—No lo está, al igual que Shane. 

Negué con la cabeza sintiendo esos nervios en mi piel. Gire sobre mis talones para golpear la pared con frustración.

—Diles que se vayan —pedí en un susurro— Pídeselos Rick, pide que te dejen en paz.

—¿Y si no quiero que ella se vaya? Me hace tanta falta, por favor créeme, no estoy loco—suplica para girarme hacia él.

—No lo estas —asegure agachando la mirada.—Pero debes superar esto solo.

Sin más me aleje de esa habitación. Para poder encontrarme con un Rubén cargando a un bebe.

—¿No muerde? —pregunta con miedo dirigiéndose a Carl.

—No, tonto —responde rodeando los ojos el menor.

Sin embargo lo demás dejo de funcionar en mi alrededor al solo ver a Ruben así. Se veía
jodidamente tierno.

汽油Where stories live. Discover now