23.

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Esta demasiado claro que el dolor es algo inevitable, pero la culpa es algo más grande que el dolor. Y eso estaba creciendo en el pecho de Rubén.



La mujer de la cual se enamoro en el instante en que corría y chocó con ella estaba delante de sus ojos, sin embargo, ahora no sabia como decirle que aún la amaba y la espero todo este tiempo. Las lágrimas inevitablemente bajaban por sus mejillas, durante un año y medio le lloro al cielo gritando el regreso de su amada.



Lucia hermosa como siempre, pero quería creerse que fue el tiempo el que la había cambiado, pero muy en el fondo sabía que él fue el culpable; se odiaba así mismo por lo que estaba viendo.



—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —pregunta entre tartamudeos la mayor de las Greene y la única.


Agnes tragó saliva, rasco su nuca nerviosa.

—Estuve buscándolos —contesta la pelirroja viendo solamente hacia una dirección.



Hacia la de Rubén.



Ahí fue cuando se dio cuenta, fue su culpa. Ella lo estaba buscando todo este tiempo, su aspecto hablaba por sí solo. Abajo de sus ojos se alojaban unas ojeras terribles y como si nada se interpusiera entre su piel y sus huesos, estos se notaban más haya de lo exagerado. Sus piernas ya eran más delgadas de lo que recordaba, su cabello ya no tenía ese rojizo escarlata que le encantaba acariciar, este ahora llegaba más abajo de su cadera y tenía en aspecto opaco.



—Agnes... —el hombre de gorra y chaqueta larga le tomó con delicadeza el hombro.



Sintió furia el rubio, no por el tacto que le daba a su amada. Si no porque él estuvo ahí donde su novia estaba sola, donde estaba cayendo en el abismo a tal grado que perdió la noción de tiempo por estar buscándolo. Él estuvo a ahí y no él.

Aarón un poco incomodo por la situación se acercó hacia Pearce, para indicarle que tenían que ir con Deanna. Aiden un poco incomodo le dio un leve apretón de hombro a Agnes provocando que ella girara a verlo, le dio una sonrisa y asintió.


Estaba feliz.



Ella no pensaba de la misma forma que Rubén, ella estaba demasiado feliz de a verlo encontrado, que se equivocó por a verle crecido muerto, lo cual le provocaba una felicidad casi inexplicable.



Antes de poder decirle algo los terceros pasos de una persona se hicieron presentes, la líder del lugar había llegado observando la escena.


—Creo que los nuevos no saben seguir reglas —anuncia provocando que Raspberry que ya se encontraba a lado de su dueña, le gruñera.


—La conozco —se apresura en decir Rick— no es necesario hacerle la entrevista, yo sé quién es ella.


—¿Y él? —pregunta la líder.



—Estuvo conmigo estos últimos días... —dice Agnes, pauso un momento al notar su error, su error de todos los días— meses —corrige— es de fiar, cuido de mi.




Cuido de mi aquellas palabras calaron hondo en Rubén; "no lo hizo bien" quiso gritarle a todo pulmón al notar como su novia tenía un aspecto enfermizo.



Como si estuviera apuntó de perecer.



—Yo les mostraré la casa, y me haré cargo de que ellos se mantengan al margen —ordena Rick en su tono autoritario provocando un escalofrío en Deanna, está sin más asintió y se marchó al lado de su hijo Spencer.



Aiden quito su mano del hombro de la pelirroja notando que ella comenzó a caminar hacia el rubio.



Apretó sus puños el ojiazul, él se sentía culpable por todo lo malo que había sucedió. Sabía del estado de Agnes.


Pero sin importarle nada a la pelirroja se acercó hacia el rubio para envolverle en un abrazo. Ahora Rubén con el corazón hecho pedazos le correspondió el abrazo tembloroso y lloro en su hombro.



Y como si fuera ayer, recordó su rostro de aquel día donde se separaron, se veía entre el humo sus mejillas sonrojadas por el llanto acompañado de ladridos de desesperación por parte de Raspberry.


—Lo siento tanto —se disculpa el rubio dejando caer su frente en el hombro de ella.



Ellos, el grupo de Rick, después de la trágica pérdida de la menor de las Greene, llegaron a Alexandria... Claro siete meses atrás. Mientras que aún Agnes estaba afuera combatiendo a los caminantes, mientras que ellos reían detrás de unos muros, ella estuvo sola y aquellos pensamientos atormentaban la cabeza de Rubén como si unas voces le hablaran a su oído gritándole diferentes cosas.



Ahora la abrazaba con extrema delicadeza, por miedo de lastimarle más haya de lo que había echo.


Sus lágrimas resbalaban por el hombro de Agnes provocando que este se mejora en el tacto.


Se sentía tan bien para ambos, volver abrazase.


—¿Te quedarás conmigo? —dice en un susurro la pelirroja.


—Siempre.

汽油Where stories live. Discover now