Repasa las líneas.
Las curvas,
las tildes,
el tirabuzón de la l.De pronto se detiene.
No.
Oh, no.Observa el cigarrillo aplastado en la esquina, con las cenizas esparcidas a lo largo de la pared.
Se seca las lágrimas con rapidez, coge su mochila. En el último instante se acuerda de tirar de la cadena y bajar la tapa. No puede evitarlo. Es demasiado amable.
Y se va sin mirar atrás,
a clase.Alguien había invadido su refugio.
Y lo había convertido en el suyo por unos instantes.