31.

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-Ainara- exclamó la profesora-. ¿Vuelves a las acuarelas?

Ella parpadeó.
Se miró las manos, siempre vacías, siempre anhelando algo. Un fino pincel descansaba en la izquierda; tan delgado, y sin embargo ocupando todo el espacio que necesitaba llenar desesperadamente con algo.

Eso, y un reloj Casio algo oxidado colgando de su muñeca.

Parpadeó.

-Tienes razón- murmuró.

Se preguntó si debía decirle que quitara su obras de la exposición. Eran demasiado íntimas. Pero si se lo decía, sabría que lo son.

Se frenó. Nadie la conocía lo suficiente como para saber el miedo que tenía de que la conocieran por dentro.

Casi sentía el tacto de las manos de Effie entre las suyas.

Negó con la cabeza, y
escribió su nombre en una esquina: Ann.

efímera.Where stories live. Discover now