20.

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Podría decir que el día en el que ocurrió todo fue especial.

Que amaneció especialmente rojo, o que había una de esas tormentas que aparecen en las películas. Podría decir que Ann tenía una sensación en el pecho -un vacío, un palpitar galopante-, que le decía que iba a ocurrir algo pronto.

O que la fortuna le sonrió por primera vez en su vida.

Francamente, sé que fue todo obra de la suerte pero...
Sé también que no fue todo de la buena, porque hay veces en el que la buena y la mala suerte se entremezclan para dejarte una sensación agridulce en lo más hondo.

Podría decirlo, sí, pero entonces no sería esta historia.

Por eso no diré que ese día todo cambió para ella, porque no fue ese día, ni fue todo. Porque hay cosas que nunca van a cambiar, y no vale la pena negarlo. Porque las cosas que lo hicieron -cambiar digo-, lo hicieron despacio. Día a día, a veces segundo a segundo, con dificultad, puesto que no es fácil acabar con algo en lo que se cree con tanta fuerza con la que creía Ann.

Con cuidado de no romperla con el vértigo del proceso.

Aunque igualmente, a ella le siguió pareciendo que viajaba a la velocidad de la luz. Eso es lo que ocurre cuando alguien consigue que el resto de tu mundo se desvanezca.

E igual que ocurre con todo lo que es casualidad, Ann no se esperaba aquello.

El día en el que salió del baño y había alguien esperándola.

Sí, el día en el que todo empezó para ella.

Y el día en el que todo empezó a acabar para la otra persona.

Podría decir que ésta es una historia de amor, porque al fin y al cabo todas lo son. Y lo es.

Pero no diré que tuvo final feliz, porque entonces no sería esta historia.

efímera.Where stories live. Discover now