16.

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Al cuarto día, sonrió al leer el nuevo poema. Eran libres, sin rima ni ritmo. Acababan cuando debían continuar y continuaban cuando ya no sabías qué esperar. Eran cortos, pero bastaban.

Bastaban para expresarse.
Para expresarlo todo.

Todos esos versos incompletos y rotos comenzaron a completarla por dentro. No mucho. No del todo.

Ella ya sabía que era un puzzle al que le faltaban demasiadas piezas.

Pero se preguntó si ella no sería una pieza más en un puzzle mucho más destrozado.

Comenzó a preguntarse si le gustaba ya no estar sola en aquel baño.
Porque no lo estaba.
Ya no.

Y eso aterraba.

efímera.Where stories live. Discover now