13.

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Había pasado una semana desde la última vez que había ido al baño. Se había negado. Uno de los pocos lugares donde se sentía segura, se había esfumado. Ya no estaba sola.

Ya no estaba sola.

Por un instante había sonado bien, pero no lo estaba.

Había aguantado todo lo que había podido, pero ya no más. Necesitaba huir de los demás. De las miradas que quemaban contra su piel blanda, y juzgaban y juzgaban y juzgaban. Y juzgaban y la odiaban hasta que se llenó de odio hacia si misma. Ahora ya no podía salir de aquel pozo negro.

Ahora ya no se miraba en el espejo.
Ahora ya no sonreía (de verdad, al menos).
Ya no respiraba por miedo a relajarse.
Ya no se sentía completa por miedo a sentirse llena.
Ya no...

Ya no.

Y no había nadie para frenar su caída.

Entró en el cubículo y la puerta gimió en el baño desierto. Se sentó encima del váter y dejó descansar su frente sobre la pared fría, aliviándola.

Pero ahí estaba. Se apartó. Allí estaba de nuevo, con letra desgarbada y rotulador permanente.

Otro poema.
Y en el suelo, dos cigarros.

efímera.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora