Capitulo 10

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Oí un ruido muy fuerte y me desperté de golpe. Estaba en la cama de Milo, bastante deshecha a causa de la noche anterior. Alguien entró en la habitación con algo en las manos, pero no sabía quien era, cosas de miopies*.

- Buenos días, pastelito. -la voz era claramente la de Milo. A pesar de no ver nada, pude distinguir el brillo de sus dientes al sonreír.

- ¿Pastelito? -dije yo en medio de una carcajada. A penas llevábamos tiempo saliendo y ya me había puesto un mote, eso me dió mucha gracia.

- Si!! Aunque tú eres mucho más dulce.

- Ooh, ¡que halago! ¿Y eso que me traes? -Milo me puso la bandeja encima de las piernas. Ahí había de todo.- ¡Que buena pinta! ¿Te puedo invitar a compartir ésta preciosa comida?

- Yo ya he desayunado, pero si quieres me siento contigo -dijo Milo sonriéndome.

- Me parece perfecto -no pude aguantar darle el beso de los buenos días. Tenía un ligero sabor a café y croissant.

Cuando terminé de desayunar, me fui a la ducha. No invité a Milo porque quería terminar rápido. Me puse las lentillas para ver bien y salí. Ahí estaba Milo, estirado en la cama, no me costó ver que se había dormido. Seguramente se habría despertado muy pronto para hacerme ese magnífico desayuno. Me acerqué sigilosamente, lo besé en la frente con cuidado y lo tapé con la manta para que no se resfriara. Me quedé un rato embobado, mirando como dormía, parecía tan inocente y tranquilo... nada que ver con el Milo que conocía estando despierto. Entonces, un rayo de sol se escapó a través de la persiana y le dió a Milo en la cara, éste hizo una mueca de molestia y se dió la vuelta.

Yo me sentía como en esas noches que te quedas a dormir a casa de un amigo y te despiertas antes que él, no te atreves a salir de la habitación por si están sus padres, aunque en ese caso no habían padres, la casa seguía siendo bastante desconocida. Sólo conocía el camino desdel sofá hasta la cama, y no era suficiente. Tampoco quería irme de la casa porque eso suponía dejar a Milo, sólo y sin despedirme.

Me puse a ver la televisión y a contestar los mensajes. Uno de ellos me dejó paralizado, era de mi padre.

"Hola Diego, sé que no hemos hablado en muchos años y que no terminamos muy bien nuestra relación, pero me gustaría quedar un día de estos contigo, que me cuentes cómo te va la vida y esas cosas. Perdóname."

¿Qué quería ahora éste? ¿Pretendía que lo perdonara a pesar de que nos traicionó, especialmente a mi? No era justo. ¿Y si ahora era yo el que no quería verle por ser heterosexual? Entonces, oí levantarse a Milo, que se fué directo hacia la sala de estar.

- Lo siento, ¿te he despertado? Sabía que le tenía que bajar el volumen a la TV. Lo siento, de verdad, si quieres...

Milo ya estaba lo suficientemente cerca como para besarme y así lo hizo, sin importarle de qué forma seguía la frase.

- Tú me has dado el beso de buenos días, pero yo no, así que ya está -me dijo él, medio sonriendo.

- ¿Te gustaría quedar con mi padre? Los tres, quiero decir -le dije mientras le enseñaba su mensaje-. Me ha enviado esto.

- ¿Pero entonces no está enfadado contigo? Y no sé yo si tendría que ir... ahí no pone nada de: "Trae a tu novio". -contestó él, no muy tranquilo. Sabía que mi padre sufría de la enfermedad conocida como homofobia y eso no le hacía mucha gracia.

- Yo estoy igual de extrañado que tú, llevaba años sin hablarme. Si necesita dinero... no ha llamado a la persona adecuada -dije yo, medio sonriendo para tranquilizarle-. Y no te obligo a ir, entiendo que no quieras, yo tampoco querría, es sólo que me gustaría presentarle a mi novio precioso.

Milo sonrió y asintió decidido, quedaríamos con mi padre, pero cuando se pasara de la ralla, nos levantaríamos y nos iríamos.

*Miope: persona que ve borroso de lejos. Aunque por suerte Diego no tiene mucha, tiene la suficiente para no ver bien a Milo cuando entra por la puerta.

¿Gay? Yo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora