Capitulo 19

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Milo ya hacía un rato que había llegado y estaba terminando de quitar las cosas de la pequeña maleta. Ya era por la tarde, así que la madre de Tris no tardaría mucho en llegar a casa. Y, efectivamente, acababa de entrar.

- Hola, Diego. ¿Qué me cuentas? ¿Has hablado con tus padres? De camino a aquí me he encontrado con tu madre, me ha dicho que lo siente mucho, que quiere que vuelvas a casa.

- Es lo típico que se dice, ¿no? -contesté yo. Lo más seguro es que no lo pensaran de verdad-. Señora Delgado, sé que está preocupada por mi, pero puede estar tranquila. Llevo unos días buscando trabajo, cuando encuentre alguno y tenga lo suficiente ahorrado, alquilaré un piso y pediré una beca para la universidad, soy muy buen estudiante, seguro que me la conceden.

Milo estaba sentado en una escalera, había estado escuchando todo el rato y ya no se podía contener más.

- ¿Y si vienes a vivir conmigo? Así me harías compañía -me puso su carita de perro abandonado, la irresistible-. Yo ya estoy terminando la carrera, si te cambias a mi universidad, mis padres te la podrían pagar, ya sabes que no saben qué hacer con tanto dinero.

La familia de Milo era catastróficamente rica, pero no me gustaba hablar de ello. Sentía como si estuviera con él solo por el dinero, y no era eso.

- No puedo permitir que me paguen la carrera. Parece que esté contigo solo por tus padres.

- Diego, cuando te enamoraste de mi, yo tan solo era el chico de la biblioteca -recordó Milo, y tenía razón-, no sabías mi apellido. Todos sabemos que el dinero no te importa para nada. Y yo sé lo que te importa realmente.

Milo me echó una mirada pícara justo delante de la madre de Tris, en ese momento quise que la tierra se me tragara. No sabía si mi amiga se lo había contado.

- No sabía que... -su cara era de verdadero susto, no se lo esperaba y no podía parar de tartamudear- Tris no me contó... Por favor, no hagáis ruido esta noche, como mínimo.

- ¿Qué? No, yo... nosotros... -ahora sí que me quería morir. La madre de mi mejor amiga se pensaba que íbamos a hacerlo en la habitación de invitados- solo dormiremos, señora Delgado.

- Está bien... -a pesar que sus palabras afirmaban, no parecía muy convencida-. ¡Tris!

La mujer subió a paso ligero las escaleras hasta la habitación de mi amiga. No pudimos oír mucha cosa, solamente la última frase de Tris gritando: "¡Pues mañana por la mañana, para asegurarte, cambias las sábanas!"

Se abrió la puerta. Milo y yo la habíamos estado mirando para escuchar lo que decían, pero cuando vimos que Tris salía de la habitación, intentamos disimular.

- ¡Hola, chicos! Sé que habéis estado escuchando -pasó la mirada de mi a Milo y siguió hablando-. Tranquilo, te quedarás a dormir. Pero intentad no hacer nada de eso, mi habitación está pared con pared con la vuestra.

- Claro que no haremos nada -mientras hablaba, oía la risita contenida de Milo-, ¿cómo se os ha podido ocurrir eso?

- Tranquila -añadió Milo-, no haremos ruido.

Justo después de decirlo, estalló en mil risas.

- Diego -siguió- no me dirás que no es gracioso esto. Mira la imagen que tiene tu mejor amiga de ti.

- ¿Está borracho? -contestó Tris extrañada, ninguno de los dos lo habíamos visto con algo de alcohol en las manos-. Ya sabes donde están las manzanas y si no funciona, dale una ducha de agua helada.

- ¡Eeh, no estoy borracho!

Los dejé solos un momento y me fui a la cocina a buscar una manzana. Cuando volví, Milo le estaba haciendo bailar algo parecido al tango. Decidí no interrumpir y volví a mi habitación.

Milo lo había dejado todo tirado, se notaba que había subido a la cama y se había puesto de rodillas. Había colgado en el corcho de la pared la foto que nos hicimos él, Tris y yo el día que empezamos a salir, cuando Tris me cogió de la mano y yo, asustado, grité que era gay, cuando salí corriendo y Milo me dijo que me quería delante de todas las personas que se habían parado para cotillear lo que decíamos, el día que me dió el mejor beso de toda mi vida, uno con significado, con amor; el mejor día de mi vida. Abrí el armario y ya había puesto su recambio de mañana, todo bien doblado. Pensé en lo que había dicho antes: 《¿Y si vienes a vivir conmigo?》. Puede que accediera a eso, me moría de ganas de despertarme cada día a su lado, pero no podía dejar que sus padres me pagaran los tres cursos que me quedaban de universidad, eran muy caros y no tenían porqué hacerlo, yo no era su hijo. Tampoco pensaba volver a mi casa, ya no estaba enfadado, pero no quería volver a verlos.

- Toc-toc -era la voz de Milo-. ¿Puedo?

- Claro -Milo entró poco a poco, como si tuviera miedo-. Además te tienes que duchar.

- ¿Huelo mal?

- No, pero estás borracho.

- ¡Que no estoy borracho! -afirmó Milo, casi gritando-. Tu lo que quieres es ducharte conmigo.

- Eso es lo que quieres tú.

Después de varios minutos discutiendo quién quería ducharse con quién, acabé cediendo y nos duchamos juntos.

Cuando salimos, Tris estaba sentada en la cama, mirando las fotos del corcho: la del día que ganamos el primer partido de baloncesto, la de cuando nos hicimos una foto con un koala, la que me hice dándole un abrazo a su perro, que en paz descanse, la de la biblioteca con Milo y yo...

Yo aun me estaba secando el pelo con la toalla y me sorprendió verla allí, recordando todos los momentos. Mi pequeña Tris se iba a casar, iba a tener un bebé, se mudarían de casa y todo sería distinto. Ya no saldría tanto conmigo, siempre estaría haciendo cosas con su marido y su hijo.

- No me quiero casar, aun no.

Me quedé helado. Creía que tenía muchas ganas de organizar la boda y de decir el "sí quiero", lo estaba ensayando y le salía muy bien. Un impulso me dijo que tenía que ir a la cama y abrazarla, y lo seguí. Noté como sus músculos se relajaban y empezó a llorar.

- No pasa nada -dijo Milo mientras se acercaba a ella-, tranquila. Piénsatelo mejor y si sigues sin querer casarte, dile a Aiden. A mi no me gusta el matrimonio, y Diego sigue conmigo, Aiden tendría que hacer lo mismo.

Yo la abrazé más fuerte, sentía que lo necesitaba. Le di un beso en la mejilla y la miré a los ojos. Estaban llorosos, pero conservaban su brillo y su color.

- No te preocupes, Tris -le dije. Nunca se me había dado muy bien consolar, pero siempre lo intentaba-. Él lo entenderá.

En una parte de mi profundo interior, sentía alivio. Tris no se quería casar, y eso en parte era bueno, era demasiado joven para eso, a penas tenía dieciocho años.

- Esque estaba mirando estas fotos y... -paró un segundo para suspirar- y en todas estaba enamorada de ti.

- ¿En la de la biblioteca también? -me quedé completamente parado. Era lo del sueño que había tenido la última noche.

- Si... -se volvió hacia Milo- pero tranquilo, os dejo vivir, sé que sois muy felices.

Yo la abracé lo más fuerte que pude, eso ya no era un sueño. Habían fotos de cuando teníamos cinco años, ¿me había querido desde entonces? ¿y esos novios que había tenido? No sabía cómo reaccionar a todo eso, me quedé mirando las fotos sin acordarme que Milo estaba allí. En todas esas fotos, Tris salía mirándome y yo en cambio, miraba la cámara, ella me cogía del hombro o de la cintura y yo solo le removía el pelo. Aunque la foto de la biblioteca era diferente, esa vez Tris se había quedado atrás, el que estaba a mi lado era Milo, ella a penas se veía.

- ¿Nos hacemos un selfie? -les dije a los dos-. Y que salga el corcho de los recuerdos.

Esta vez los puse a los dos al mismo nivel, fui a buscar la Polaroid de Tris y hice la foto. Todos salíamos sonriendo, a la misma altura, y entre Tris y yo estaba el corcho. Tris cogió una chincheta blanca y colgó la foto. Le di un beso en los labios a Milo y uno en la mejilla a Tris.

- ¡Por la mejor amiga jamás vista, y el mejor novio del universo! -dije alzando la mano, haciendo ver que sujetaba una copa.

Tenía mucha suerte de tenerlos en mi vida.

¿Gay? Yo noWhere stories live. Discover now