Capítulo 10

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Paso de nuevo el cepillo por mi cabello, está liso del todo y sin enredos.
Tomo una bocanada de aire y cojo una chaqueta que estaba desperdigada por mi salón.
—Cuida la casa y no rompas nada. Si te haces pis aquí dentro, te castro, ¿entendido? —Señalo con mi dedo índice al pobre animal que me mira sin comprender nada.

Me agacho a su altura y le doy un corto beso. —Hasta luego, Tobi.
El sonido del timbre me hace reincorporarme en un salto, camino a pasos firmes hasta abrir la puerta.
—Buenos días. —Saludo
—Buenos días, Jane. —El castaño me sonríe y le imito. —¿vamos?

Pone uno de sus brazos en jarra, esperando que lo entrelace con el mío pero actúo como si no hubiera visto nada y tan sólo me limito a caminar a su lado.
—Gracias por acompañarme a recoger los papeles, es el último trámite que hago, lo prometo.
—Le doy una mirada rígida pero comprensiva y asiento.
—Está bien, me ayuda tomar el aire. Empiezo a ahogarme ahí dentro. —Bufo.

Da unas pequeñas carcajadas y niega.
—No seas quejica, mañana vuelves al trabajo. —Me recuerda. Sonrío sin querer.
—No te haces una idea de como lo hecho de menos. —Confieso, pensando en voz alta.
—Debes ser la única persona en el mundo a la que le gusta trabajar y no es parte del mundo del espectáculo. —Levanto una ceja.

—Perdona pero no es mi culpa que tú no dieras más de ti mismo que para ser camarero caliente. Por cierto, lo de caliente no lo entiendo, ¿te echaban aceite encima y te hervían? —Larga una risa y me mira con cara de incredulidad.
—¿Te crees que soy una croqueta? —Abro la boca pero la cierro al instante, miro hacia arriba y actúo como si lo pensara.

—Bueno... —Respondo, revisando su anatomía.
Ambos reímos. Seguimos caminando pero nuestro trayecto se ve interrumpido por dos ancianos que se ponen a caminar justo delante de nosotros.
—Mira, así estaremos en sesenta años. —Me codea. Miro a la pareja y sonrío de lado.
Tal vez yo lo esté. no, querido Drew.

—¿Así de viejos o de juntos? 
—Interrogo, sonriendo a medias.
—Las dos cosas. —Me mira y guiña un ojo.
Los ancianos van hablando y sonriendo, parecen dos adolescentes despreocupados.
—Parecen tan felices...
—Reflexiono en voz alta.
Cierra la boca, Jane.
—¿Cómo puede una relación, de cualquier tipo, durar tanto?
—Parece que él se pregunta lo mismo que yo.

—Yo creo que es posible. —Digo.
—Si empiezas lo suficiente pronto.
—Eso tiene sentido... —Aclara su garganta y de repente, detiene su paso. —Jane, debo pedirte algo.
—Frunzo el ceño sin entender nada y entre cierro los ojos.
—¿Quieres ser la futura anciana de este futuro anciano? —No sostengo las carcajadas que vienen después.

Respira, no te rías en toda su cara.
Demasiado tarde.
—Anda vamos, rey del drama.
—Aprovecha que mi brazo está algo separado del tronco para enlazar nuestros brazos.
Trago saliva. Muerdo mi labio inferior y me doy cuenta de que ya he apretado demás la mandíbula.
—Me parecen muy monos pero no tengo todo el día y las tortugas les llevan años luz. —Lloriquea.

Tengo ese sentimiento desagradable y asqueado de caminar detrás de alguien que anda demasiado lento y sentir la presión de adelantarle y parecer grosero o caminar a dos metros por hora.
—Hora de tomar el relevo.
—Susurro, arrastrándole por la derecha.

Pero parece que olvido que a la derecha de la pareja, hay una farola.
También olvido el hecho de que Drew y yo vamos literalmente unidos.
Y él lo olvida también.
Grave error.

Voy a pasar del todo farola cuando siento un fuerte golpe en el brazo y una fuerza extrema que me impulsa al lado contrario.
Lo siguiente que veo son unos ojos azules muy abiertos.
Cierro los ojos por puro instinto y no hago ni el más mínimo esfuerzo por frenar pues sería en vano.
Lo siguiente que siento es algo duro chocar contra mi frente.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now