Capítulo 33

91 16 2
                                    

—Buenos días y bienvenido a HeladoWorld, ¿cómo puedo refrescar su mañana? —La adolescente sonríe.
—Uno de piña y coco. —Casi arrugo la nariz por la rara combinación y lo anoto.
—3 minutos de media o será gratis. —Me giro sobre mis talones y voy hasta la cocina.
En la barra, hay un helado preparado para otro cliente. Lo cojo y se lo llevo a su dueño mientras Moira termina de limpiar una mesa.

En la mitad del camino, nos encontramos y chocamos nuestras manos.
Tom ha puesto la máquina con el pedido de mi clienta y le doy una mirada agradecida.
Un agudo dolor se apodera de mi cabeza y me apoyo en la barra, respirando hondo unos segundos antes de entregar el helado.
2:59. Por los pelos.
Respiro hondo y masajeo mis sienes, intentando que el dolor descienda.

—Toma. —Tom pone una aspirina a mi lado junto con un vaso de agua. Trago la pastilla y respiro hondo.
El móvil me vibra y recibo otra llamada de mi madre. La ignoro, como hago cada día.
Becca también me llama más tarde.
¿Qué pasa, Jane? —Suena alegre y cantarina.
—Buenos días, Rebecca. La cabeza me va a estallar y no estoy para tus bromas. —Advierto, sin sonar brusca.
¡Pero si no he dicho nada! —Se defiende.

Sonrío a medias.
—Por si acaso, nunca se sabe cuando te dará uno de tus ataques de idiotez. —La oigo bufar.
Incluso estando enferma sigues siendo una amiga de mierda.
—Chasqueo la lengua.
—Estoy enferma, no moribunda. No voy a cambiar de repente.
—Le espeto.
Ya te arrepentirás de todo cuando me haya ido.
—Lloriquea.
—¿Ves? ya te ha dado un ataque.

Seguimos conversando durante unos minutos más, el dolor va desapareciendo y me hace sentir mejor.
Me levanto de la silla donde me encontraba y termino de atender a los clientes que faltan.
Las chicas y yo quedamos para comer y agradezco la iniciativa pues no me apetece comer sola.
El tiempo pasa volando y oigo como mi estómago ruge por algo de comida.
Me pongo el abrigo y comienzo a dar saltos impacientes.

—¿Has terminado? —Vocifero, buscando con mis ojos a la rubia.
—Aún no, dame un minuto. —La respuesta no tarda demasiado en llegar y ruedo los ojos.
Los segundos pasan y mi hambre va creciendo.
—¿Has terminado? —Vuelvo a repetir.
—Aún no. —Me dice la muchacha esta vez.
Otra vez dejo que los segundos pasen antes de chasquear la lengua.
—¿Has terminado? —La oigo gruñir.

—¡Te he dicho que no hace cinco segundos! al próximo "¿has terminado?" te meto la fregona por donde te quepa.
Bufo una y otra vez, exasperada.
Me cruzo de brazos y me resigno a esperar. Pero entonces una idea entretenida y encantadora cruza mi mente cual estrella fugaz y me hace sonreír de lado.
¿Por qué tengo que estar aburrida pudiendo estar entretenida a costa de mi maravillosa rubia?

—¿Moira? —Mi voz suena dulce y me apremio por eso.
—¿Sí? —Responde de vuelta, con tranquilidad.
—¿Has terminado? —Oigo como vuelve a gruñir pero con más fuerza.
—¿Jane? —En cambio, su voz, suena melodiosa.
—¿Sí?
—Vete a la mierda.
Vuelvo a sonreír de lado.
—Oye. —Miro mis uñas mientras vuelvo a incordiarla.
—¿Qué? —Escupe.

—¿Has terminado? —Y esa es la gota que colma su vaso, oigo como estrella algo contra el suelo y viene hacia mí, enfurecida.
—Te voy a enseñar yo a ti a no reírte de la gente. —Ladra, lanzando llamas por los ojos y  arremangando su camisa.
—No no no. —Susurro, tapando mi cara y tratando de evitar las risas.
—¿Qué hacéis, niñas del demonio? —La voz de Becca nos obliga a detener nuestra "pelea" y girarnos.

—¿Cómo has entrado? —Le pregunto, cuando deja su bolso encima de la mesa.
—La puerta está abierta. —Se encoge de hombros y resopla.
—¿Nos vamos o qué? —Asiento y me pongo a su lado.
—Moira está dentro haciendo dios sabe qué. —Le digo, cuando soy consciente de que la rubia ha vuelto a desaparecer.
—Moira. —Vocifera mi amiga.
—Dime Bebecca. —Una sonrisa malévola se dibuja en mi cara.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now