Capítulo 17

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Apreto el botón de nuevo y la televisión cambia de canal, esta vez a uno de cocina. Bufo y pongo los ojos en blanco antes de apagar del todo el aparato y lanzar el mando.
Dejo al animal -que se encuentra dormido en mi regazo- encima del sofá y me pongo en pie.

Camino a grandes zancadas hasta plantarme frente a la ventana y observar como la lluvia se estrella contra los cristales.
El día en HeladoWorld ha sido de lo más aburrido.
Tom se resfrío hace un par de días y nos ha dejado solas a la rubia y a mí.
Suspiro y ya van treinta y siete veces en lo que va de tarde.

Permanezco oyendo como las gotas se estrellan contra el suelo y respiro hondo para inundar mi cuerpo del agradable olor que el tiempo deja.
Un momento... ¿por qué se oye tan bien si las ventanas están cerradas?
Abro los ojos como platos y de un instante al otro, me encuentro recorriendo cada rincón de mi hogar.

Encuentro el fallo en la cocina; una ventana abierta que ha dejado pasar el agua.
—¡Mierda! —Vocifero antes de adelantarme y tratar de cerrar el cristal.
Y digo tratar porque antes de poder alcanzar mi objetivo, el agua acumulada hace acto de presencia y mis pies patinan sobre el líquido.

Mi equilibrio se va al traste y mi cuerpo se estrella contra el suelo.
Auch... —Me quejo en voz alta, sobando mi ahora dolorida cabeza.
Oigo el sonido del timbre y pongo los ojos en blanco. Seguro que es la inoportuna de Becca.
Trato de levantarme, apoyando mis manos a cada lado de mi cuerpo pero resbalan y vuelvo a caer.

Unos golpes se escuchan en la madera y gruño antes de hacer un gran esfuerzo y ponerme en pie.
Miro hacia mi empapada ropa y comienzo a maldecir en voz baja.
Corro con cuidado de no volver a caer y tomo el mango de la puerta, tirando de éste hacia mi.
—¡Jane! ¿qué hacia-
Gruño otra vez cuando mis ojos encuentran a Drew en la puerta.

El castaño mira mi ropa de arriba a abajo con espanto y sonríe tímidamente.
—¿Qué te ha...?  —Levanto mi dedo índice y lo pongo sobre mis labios, indicando que calle.
Me hago a un lado para que pase y cuando lo hace, retira sus zapatos y chaqueta.
Yo imito su acción y retiro mi calzado para ir hasta mi habitación.

Me deshago de las húmedas prendas y meto mi cuerpo en una larga camiseta gris.
La calefacción de la casa me impide sentir pizca de frío y me permite vestir como quiera.
Me miro en el espejo y sonrío de lado. Gracias ejercicio por no dejar que la grasa no se acumule en exceso.

Cojo una toalla y seco tanto como puedo mi pelo, la lanzo al cesto de la ropa sucia y cojo otra antes de volver a la planta de abajo.
Bajo los escalones de dos en dos y veo como el castaño ahora ha invadido mi sofá.
Lanzo la toalla en su dirección y la atrapa en el aire, me siento a su lado y le doy una sonrisa cansada.

—¿Ahora puedes decirme que te ha pasado? —Pregunta con tono juguetón.
—La ventana de la cocina estaba abierta y cuand-
Abro los ojos al darme cuenta; no he cerrado la ventana.
—¡La ventana! —Vocifero antes de levantarme y correr hasta la cocina.
Con sumo cuidado, cojo la manilla y cierro el cristal.
Sonrío complacida y me giro sobre mis talones.

Pero mi nombre es Jane -mala suerte- Master y mis pies se enredan en la puerta de la cocina, deslizo y salgo despedida hacia atrás, estampándome de nuevo contra el suelo.
—¡Me cago en el muy hijo de... Drew! —Sus ojos encuentran mi anatomía y se esfuerza por no carcajear. —ven aquí y ayúdame, energúmeno.
Asiente apretando los labios y camina hasta mí.

Estira ambos brazos y uno nuestras manos para impulsarme hacia arriba. 
—¿Estás bien? —Muerde el interior de su mejilla y después sonríe ampliamente, ahuyentando las risas.
—Ni una palabra. —Siso.
Vuelve a asentir y siento un calor sofocante alcanzar mi rostro y convertirme en una gamba.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now