Capítulo 20

90 15 5
                                    

—Te lo prometo. —Su sonrisa se ensancha y entre cierro los ojos para observarle mejor.
—Más te vale. —Suelto con tono juguetón. —Hasta luego.
Cierro la puerta mientras nos miramos y suspiro justo cuando la madera nos separa por completo.
Tobi viene a mi encuentro y lo alzo entre mis brazos.

Ese pequeño sabe perfectamente cuando necesito mimos y yo, encantada, los recibo.
—¿Quién es el amor de mamá? ¿quién? —Lo dejo en el suelo y se pone panza arriba, chantajeando a su mamá.
Le hago cosquillas y se retuerce, si pudiera sonreír sé que lo haría.
Sus preciosos ojos están brillando hacia mi y no puedo entender como puede existir gente que los abandona.

Camino escaleras arriba y tomo una rápida ducha. Seguidamente, me enfundo en una falda que queda encuentro por ahí tirada y unas medias que resaltan mis piernas.
Salgo de casa y me fijo en el soleado día que hace hoy.
No hay rastros de lluvia y no parece que los habrá durante esta semana.

Disfruto de los últimos coletazos del Otoño. Respiro hondo y ando despacio hacia el trabajo.
—Buenos días. —Sonrío.
—Buenos días, Jane. —Tom está sentado en una silla de la cocina y tiene un pañuelo en la mano.
—¿Cómo estás? —El moreno tiene la nariz algo enrojecida y la voz cargada.
—Estoy mejor. —Muerdo mi labio inferior y asiento sin estar demasiado segura.

—Hola gente. —Es el saludo que Moira nos da en cuanto cruza la puerta. Palmeo su hombro y ella sopla los pelos rubios que han escapado de su coleta y acabado en su cara. Me mira y sonríe.
—¿Qué tal con Matt? —Ruedo los ojos.
—Nada. Ya te lo dije pero nunca escuchas. —La reprocho sin dejar el lado la diversión en mi voz.
—Yo con su amigo muy bien...—Comenta.

—...y con el amigo de su amigo mucho mejor. —Mi cerebro tarda un par de segundos en conectar sus palabras y arrugo la nariz con fuerza.
—Que asco, joder. Cállate.
—Larga una risa.
—Envidiosa. ¿Es que Drew no te da lo tuyo? —Abro la boca para decir algo pero vuelvo a cerrarla.
—¿Y a ti Becca? —Contraataco. Sus ojos se abren con desmesura y me golpea el brazo.

—Si vuelvo a oír una insinuación sexual, os mando a un internado a Irlanda, ¿queda claro?
—Ambas asentimos con energía.
—Sí, mi comandante. —La rubia pone su mano de lado sobre su frente y yo aguanto las carcajadas.
—A trabajar. Ya. —Sisa el hombre canoso.
La ojiverde agacha la cabeza y sale pitando a la zona exterior.

Dejo que las risas abandonen mi cuerpo en cuanto sale.
—El tono de padre enfadado nunca falla. —Comenta burlón.
—Es una pardilla de primera. —Echo la cabeza hacia atrás mientras sostengo mi estómago y sigo riendo.
—Pero hay algo que si he captado... —Sus palabras me hacen frenar de golpe.

Me reincorporo y le miro, tratando de descifrar lo que sus ojos quieren decirme.
—Drew. —Aclara sin más. Aclaro mi garganta y sonrío con falsedad.
—Es un buen amigo. Nada más. —Especifico, siendo coherente con las veces que nos ha visto juntos.
Parece no demasiado confiado pero, sin embargo, asiente.

—Ten cuidado, Jane. Sea lo que sea en lo que te estás metiendo. —Dejo salir un par de risas.
—Tom, sólo estoy siendo sociable. —Tuerce el gesto y se levanta.
—Ten cuidado. —Vuelve a repetir, fijando sus orbes en mi.
No entiendo lo que hay en ellas, una mezcla de advertencia y preocupación.
Pero sé que confía en mis palabras.
Entonces... ¿por qué se preocupa? ¿por qué me advierte?

El resto del día pasa sin balances muy grandes, atendemos a varias personas y terminamos la jornada hablando de cualquier estupidez que se nos cruce.
De camino a casa, me detengo en un restaurante y llamo a Becca para que vuele hasta aquí.
—¿Una sorpresa? no me gusta como suena eso. Lleva un arma, por si acaso. —Me mira como mi madre suele hacerlo cuando me dice que me abrigue y eso me provoca reír.

Dulce venganzaOnde histórias criam vida. Descubra agora