Capítulo 22

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—Buenos días y bienvenido a HeladoWorld donde el helado es nuestra religión, ¿cómo puedo refrescar su mañana? —Matt sonríe y sus ojos se achican notablemente. Revuelve su pelo y me da una mirada larga.
—Uno de frambuesa y queso. Por favor. —Asiento y tomo nota.
—Estará listo en menos de 3 minutos o será gratis.

Pongo el bolígrafo en mi oreja y meto la libreta en el bolsillo del delantal.
Vierto la mezcla en la máquina y pulso el botón que lo inicia todo.
Moira camina de un lado a otro, muerde sus uñas y está cabizbaja.
—¿Que bicho te ha picado? —Se sobresalta y me sonríe tímida. Está nerviosa y puedo notarlo.

—Nada. —Se encoge de hombros y sigue con su recorrido por la cocina. Mis ojos la inspeccionan una y otra vez pero no hay nada que pruebe mi teoría de que oculta algo.
Queso, frambuesa, queso, frambuesa y queso con una frambuesa encima. Y el helado queda listo.

2 minutos y 15 segundos.
Empiezas a parecerte a Drew, Jane.
Oh, Drew. Menudo dolor de cabeza.
Bufo exasperada y mi semblante cambia mientras camino hacia la mesa y entrego el pedido.
—Una marca perfecta. Estás bien entrenada, preciosa. —Me guiña un ojo y mete la cucharilla en su boca.

Pongo los ojos en blanco y voy de vuelta.
Tom está en el nuevo parque de atracciones con su esposa y nos ha dejado a cargo del negocio.
El invierno ha venido cargado de frío pero sin lluvia, al menos por ahora.
Froto mis manos para conseguir algo más de calor y respiro hondo.

—¿Alguna vez has creído que hiciste algo pero no sabes si lo hiciste y aún te sientes mal?
—Frunzo el ceño de forma involuntaria y pestañeo repetidas veces.
—¿De qué estás hablando? —Ella abre mucho los ojos y bate sus pestañas.
—Nada. —Responde al toque.
Resoplo y sigo limpiando la mesa.

Las horas pasan más despacio de lo común. Matt intenta hablar conmigo varias pero nuestras conversaciones acaban de manera rápida.
—¿Te vienes luego a mi casa?
—La rubia niega con efusividad.
Entre cierro los ojos y después, alzo las cejas.
—¿Va Becca? —Muerdo mi labio inferior y asiento despacio.
—Es que estoy muy ocupada con... la casa.

Su excusa me parece pésima pero la ignoro por completo y sigo con mi trabajo.
La última hora pasa rápido, le doy un saludo amistoso a los compañeros del turno de tarde y salgo del local.
—Becca al final no viene.
¿Te vienes? —Moira sonríe ampliamente y uno de sus brazos me rodea los hombros.
—Vámonos, hermana. —Sonrío de lado sin que ella me vea y me aplaudo en silencio por la genialidad que acabo de hacer.

En la mitad del camino, mi teléfono suena.
—Hola Drew. —Saludo, aún en shock por los recientes acontecimientos acaecidos en el umbral de mi casa.
Hola Jane, ¿qué tal? —El timbre de su voz suena nervioso.
¿Qué le pasa a todo el mundo hoy? 

—Genial, acabo de salir del trabajo, ¿qué hay de ti? —Le oigo carraspear y pongo los ojos en blanco.
Yo también estoy bien... oye, Jane. Me preguntaba si... —La cuestión que va a lanzar se queda en el aire durante unos segundos. —¿quieres venir a una cena de negocios conmigo? —El aire se atasca en mi garganta y comienzo a toser.

Moira golpea mi espalda pero no hay forma de hacer que vuelva a respirar con normalidad.
—¿Contigo? ¿por qué yo? —Suelto al fin, sintiendo mi cara arder por la falta de oxígeno.
Bueno... eres mi mejor amiga, me caes bien, eres agradable...
—Enumera. Puedo imaginarlo rascando su nuca mientras busca las palabras adecuadas y sonríe con vergüenza.
...y sin ti, todo es peor.
—Finaliza.

—Yo... está bien. —Sé que acaba de sonreír con energía.
Paso por ti a las siete. Hasta luego y gracias. —Su tono se oye más alegre y suspiro.
—¿Qué. Acabas. De. Hacer? —Moira tiene su ceño fruncido y en ese instante me percato de que nos hemos detenido en medio del trayecto.
—Meterme en otro lío.
—Refunfuño entre dientes.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now