Capítulo 28

75 19 8
                                    

—Buenos días y bienvenido a HeladoWorld donde el helado es nuestra religión, ¿cómo puedo refrescar su tarde? —La mujer me observa a través de sus gafas y sonríe.
—Uno de sandía y menta.
—Asiento.
—3 minutos de media o será gratis. —Le guiño un ojo y me giro sobre mis talones.
Suspiro. Llego hasta la cocina y arrugo la nariz.

—Tom baja un poco el aire, me estoy agobiando. —Lloriqueo.
El jefe asiente y, con el mando, baja un poco la intensidad del aire.
Respiro hondo y tomo el helado.
—Aquí tiene, que lo disfrute.
—La señora desactiva el cronómetro de su reloj y me sonríe. 
La gente es demasiado cuadriculada.

Me giro para regresar a la cocina pero algo tira de mi mano.
—Hola Jane. —Largo una risa cuando veo como agarra mi mano.
—Drew, idiota. Estoy trabajando. —Digo, casi sin mover la boca.
Sonríe de lado.
—Este sitio es tan familiar... sería una pena que alguien lo ensuciara. —Sus cejas se mueven de arriba a abajo y pongo mi mano libre sobre mi boca.

—¿Qué te pasa últimamente?
—Interrogo, refiriéndome a sus constantes y recientes insinuaciones.
—Pues no lo sé. —Dice encogiéndose de hombros.
—Serán las hormonas. —Aguanto una carcajada.
Es imbécil, no cabe duda.
—Voy a traerte un helado a ver si consigo enfriarte. —Bromeo.

Vuelvo a la cocina y voy riendo de camino.
—Que sonrisa de idiota llevas.
—Comenta la rubia. Ruedo los ojos y respiro hondo.
—No estoy sonriendo. Me estoy riendo de la estupidez sobrenatural de alguien, ¿captas? —Moira ríe.
—Capto. —Vierto vainilla y chocolate a la máquina y espero.

Recibo un mensaje de Becca.
"Acabo de despertar y no estás en mi cama. ¿Qué tiene que hacer una mujer para no despertar sola? x"
Chasqueo la lengua.
¿Qué narices le pasa hoy a todo el mundo? 
"Becca, dime que te fumas. Tiene pinta de ser bueno ;)"
Río y termino de preparar el pedido.

Lo tomo entre mis manos y, silbando, se lo entrego al castaño.
Frunce el ceño y arquea una ceja.
—En la vida hay que probar cosas nuevas. —Le guiño un ojo y le vuelvo a dejar sólo.
—Lo sé. —Dice, lo suficiente alto como para que le oiga. Y le sigue una risa.
Te ha malinterpretado, como siempre.

—Voy a saludar al chico, niñas. Dejo la cocina en vuestras manos. No la lieis. —Advierte.
Levanto ambas cejas y pongo mis manos sobre mi cintura.
—He visto lo que hace el otro grupo. No sois un ejemplo de limpieza. —Suelto, totalmente seria. Me devuelvo la mirada y se la mantengo, alzando la cabeza. Al final se rinde, ríe y se marcha.
Niego con una mueca divertida.

El resto de la tarde pasa rápido, me voy a casa y trato de animar un poco a Tobi.
Salgo a correr y luego me voy con Becca.
—Vamos a brindar por el alcohol, que nunca nos abandone. —Alza su vaso y lo choca con el mío, provocando un ruido corto.
Le doy el último trago a mi refresco y me pongo de pie.

Reviso la hora de mi muñeca y suelto el aire de golpe.
—Se me hace tarde. Te veo mañana, ¿sí? —La pelinegra humedece sus labios y asiente despacio.
—Que pronto me abandonas.
—Hace un puchero al que respondo rodando los ojos.
—Eres como una niña pequeña a la que dejan en el colegio el primer día de clases. —Ladro.

—Dios mío, Jane. Tienes demasiada imaginación. Me recuerdas a las brujas que dan por las noches en la televisión.
—Bufa.
Río sin querer y pienso en toda esa pobre gente que se traga esas mentiras.
—No puedo creer que exista gente que se gasta dinero en esas idioteces. —Largo una risa y echo la cabeza hacia atrás.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now