Capítulo 25

88 16 6
                                    

—¡Jane mentirosa Master, abre la jodida puerta! —Los gritos se suceden una y otra vez.
Apreto la almohada contra mi cabeza y refunfuño contra ella.
—¡Abre maldita, traigo chocolate!
Separo la almohada despacio y alzo una ceja.
Trae chocolate, Jane. Mueve tu culo y baja a abrir.

Me deshago de las mantas y me levanto con un notable cansancio.
Me pongo las pantuflas y comienzo a caminar.
—Ya voy, pesada. Cierra boca.
—Escupo, asomada a la ventana.
La rubia mece una bolsa frente a su cara y sonríe. Mi estómago ruge.
No he ingerido comida desde ayer por la mañana pues no llegué a comer en casa de mis padres y ya comienzo a sentir que la falta de alimentos me está pasando factura.
Mis pasos son lentos, voy arrastrando las piernas.
Siento mi cuerpo pesado y cansado. Como si, de repente, pesara cincuenta kilos más de lo normal.

La falta de sueño ha creado unas notables marcas moradas bajo mis ojos que serán difíciles de ocultar.
Tomo el pomo de la puerta y la abro, dejando que la rubia pase.
—Ya era hora, maldita dormilona. —No le respondo y eso causa que se de la vuelta y me mire.
—¿Jane? —No sé lo que debe haber en mi cara pero, segundos después, da un paso grande y me encierra entre sus brazos.
Le devuelvo el gesto con menos efusividad. Cierro los ojos y suspiro.

Cuando nos separamos, se detiene en mi cara y la inspecciona con cautela, asegurándose de que estoy bien.
Nos sentamos la una junto a la otra y me pasa un dulce.
Le doy un gigantesco bocado al pastel.
—Vaya... —Comenta con sorpresa, observando el gran cráter que he ocasionado en el dulce.
—No he comido nada desde ayer. —Confieso. Ella frunce el ceño y asiente.

Doy otro bocado al delicioso chocolate y me siento algo mejor.
—Pareces un oso panda. —Río.
—Muchas gracias.
—Por cierto, eres una mentirosa. —Arqueo una ceja y espero a que se explique.
—He oído eso justo antes pero ¿por qué?
—Porque acordamos vernos a las ocho y son las ocho y catorce.
—Pongo los ojos en blanco.
—Que manía más ridícula.
—Ladro. Echa la cabeza hacia atrás mientras ríe y niega.

—No es mi culpa. El cabrón de Drew me la ha pegado.
—Humedezco mis labios y asiento.
—¿Vas a contarme que ha sucedido?
Lo dudo durante unos momentos. Suspiro.
—Moira... mi madre está embarazada. —Abre los ojos como dos platos e intenta decir algo pero se calla al no encontrar palabras.
—Enhorabuena, Jane. —Dice al fin, sin estar demasiado convencida.

—No... no lo es. —Nos mantenemos na morada por unos segundos.
—Ellos lo han hecho, ¿lo sabes no? han pasado página.
—Pestañeo un par de veces seguidas.
—Lo sé. Pero no es una página para mí, es todo un libro.
—Confieso, siendo honesta con ella.
—Entonces rómpelo. Hay demasiados libros en el mundo como para quedarte anclada en uno sólo porque te hizo daño.

—Lo haré, lo prometo. Pero todavía me falta terminar el último capítulo, y esta vez, soy yo quien lo escribe. —No entro en detalles acerca de Drew pues sigo creyendo que es mejor dejarla fuera de esto.

Seguimos charlando durante un par de horas más, luego, nos despedimos.
—Hoy tengo día libre como tú. Así que llámame si pasa algo, ¿entendido? —Asiento.
—Descuida. Hasta luego, Moi.
Cierro la puerta y me quedo varada en la entrada durante cierto tiempo que no sé contabilizar.
He comido mi peso en dulces y sigo estando hambrienta
Me pongo ropa decente y decido salir a pasear a mi pobre mascota. Tomo su correa blanca y tiro de él hacia la puerta antes de hablar; —Vámonos.

Camino por las calles de la ciudad, entrando y saliendo de puras urbanizaciones.
—¿Jane? —Una conocida voz se hace paso en mis oídos y me doy la vuelta para asegurarme de que estoy en lo correcto.
Un rubio sonriente corre hacia mi.
—Matt. —Alzo la cabeza en modo de saludo.
—Ha pasado mucho tiempo.
—Arqueo una ceja.
—Sólo han pasado unos días desde la última vez. —Le espeto, recordando.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now