Capítulo 12

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Muerdo la manzana que se encuentra en mi mano y su jugo se escurre entre mis dedos. Ruedo los ojos, cojo un pañuelo y me limpio.
Tobi salta encima mío, invadiendo mi espacio personal. Le ignoro pues nunca me ha gustado tocar a los animales mientras como. Todo es culpa de mi madre, ella me inculcó eso.
Dejo la fruta sobre el plato que está a mi derecha y doy el último trago al zumo.

De fondo, oigo el sonido del timbre y me levanto, agarrando al animal y dejándolo en el suelo. Camino con zancadas largas y abro la madera.
—Encargo para Jane Master.
—Asiento.
El repartidor me da un par de bolsas que huelen muy bien.
Le doy una sonrisa amable pero no me devuelve el gesto y se gira, cierro la puerta y aspiro el aroma de la comida.

Mi madre no es una mujer normal así que suele hacer encargos para mí que paga ella. Es su forma de asegurarse que hago al menos dos comidas sanas al día.
Estoy segura de que es pollo, ensaladas o arroz. En la otra bolsa hay tuppers de la tienda, llenos con verduras que no logro distinguir en un principio.
Suspiro y llevo todo a la nevera.
Vuelvo a la mesa y termino mi desayuno.

Mis ojos se mueven de un lado a otro y me detengo en el reloj; es temprano y Tobi y yo tenemos pendiente una sesión de abrazos.
—¡Ven aquí! —Digo con voz aguda. El perro sale corriendo en mi dirección y se lanza a mis brazos.
Comienza a lamer toda mi cara, algo que realmente odio.
—Sabes que odio eso. —Le reprendo, sonando dura.
El animal ladea su cabeza y baja ambas orejas.

Lo dejo en el suelo y huye a esconderse debajo de la mesa.
Voy recogiendo las cosas y me percato de como el animal no me quita ojo de encima, no se mueve y sus pupilas delatan tristeza. Pongo los ojos en blanco y me acerco a él.
Quedo a su altura y lo acaricio, vuelve a menear su cola y sigue con el tour por la casa que hace normalmente.

Recorro caminando el recorrido que separa mi casa de HeladoWorld y cuando estoy allí, me dedico a mirar las musarañas a la espera de clientes.
Las campanas de la puerta tintinean, me levanto de un salto antes que Moira y corro a atenderlo.
—Buenos días y bienvenido a HeladoWorld, ¿cómo puedo refrescar su mañana? —La muchacha me mira y sonríe.

Y así comienzo mi día.
Las horas pasan con fluidez, Drew no ha aparecido pues anoche salió y estaba cansado. El muy imbécil se ha dedicado toda la mañana a mensajearme.
Respiro hondo, tratando de no encender mi mal humor.
Tecleo un "socorro" a Becca y lo envío.

Pero mi inutilidad supera los límites de lo establecido y me equivoco de destinatario.
Odio cuando me pasa esto.
El castaño me pregunta si me encuentro bien y mi excusa es un simple y tonto "me aburro".
Tom aparece por la puerta, tiene una enorme sonrisa y un ramo de flores en la mano.
—Buenos días.

—Para ti parecen muy buenos, ¿sexo matutino? —Suelta la rubia. Aguanto las carcajadas y el hombre la fulmina con sus ojos.
—Acabas de arruinar mi felicidad, querida mía.
—Exagera.
—Que pena. —La de ojos verdes sonríe con maldad en mi dirección y le devuelvo el gesto.
—¿Tenéis algo en contra del amor? —Cuestiona.

—Sí. —Decimos al unísono. Camino a la máquina de helado y la cargo con vainilla, el sabor favorito de la rubia.
Seguro que un helado mejora su ánimo y deja de fastidiar al pobre jefe.
Oigo como "discuten" y los observo cual madre orgullosa.
La máquina vierte el helado y pongo la cucharilla. Lo cojo y doy un paso, posicionando la copa frente a mi compañera.

Sus ojos se iluminan de repente y lo agarra como si fuera un bolso de Louis Vuitton.
El canoso se para a mi lado y pasa su brazo por mis hombros antes de susurrar un "gracias".
—De nada, jefe. —Le guiño un ojo y nos sentamos en la barra interior del local.
—¿Cómo va todo? —Pregunta. Muerdo mi labio inferior y tiro de mis labios para sonreír.

Dulce venganzaWhere stories live. Discover now