El pueblo de Campbellville, Ontario, Canadá siempre ha sido el hogar de Lauren Jauregui, donde dio sus primeros pasos al año y bebió su primera cerveza a los catorce. Cosas extrañas ocurren en ese pueblo desde la época de sus tatarabuelos, cosas de...
La jaqueca me estaba matando, pero no podía tomar ninguna clase de medicamentos, los lobos teníamos prohibidas esas cosas, no son para nada naturales. Preferimos armar nuestras propias bebidas medicinales y ungüentos para los dolores. Sí, nuestras costumbres son algo... añejas, primitivas, como quieran llamarlo, pero son tradiciones.
Mi cama se sentía más dura de lo normal esa mañana.
"Ugh. Mierda, mi espalda." Me quejé antes de girarme y tronar mis huesos.
"¡Lauren, tienes instituto!" Informó mi padre desde la planta baja.
"¡Ya sé, llevó años en ese maldito lugar, lo menos que puedo hacer es recordar qué días asisto!" Repliqué en el mismo tono de voz que él.
Tomé una rápida ducha para refrescarme y quitarme el sudor, ayer me había ido directamente a la cama después de pasar unas horas entrenando, por lo que no me dio ni tiempo de pensar antes de caer rendida al sueño. Cepillé mis dientes y me vestí. El día no estaba muy caluroso, así que un simple jean, camiseta, chaqueta y botas estarían bien.
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"No estaremos en casa por la tarde, Chris y Taylor actuarán en una obra que organizará su colegio." Asentí sin darle demasiada importancia, todavía estaba algo adormilada. Chris y Tay siempre habían ido a colegios privados mientras que yo a públicos, eso de los uniformes no era lo mío para nada. Odio que me digan qué hacer.
"Tu madre dejó algunos filetes en el congelador, procura no comerlos todos, deben quedar para la noche." Advirtió apuntándome con su dedo indice.
"Mhm." Respondí mientras bebía algo de agua.
"Volveremos a las diez," Tomó sus llaves de la mesita. "no bebas del pico." Me quitó la botella de la boca, haciendo que algunas gotas cayeran en mi camiseta.
"Como sea." Rodé mis ojos y volví a beber de la boquilla.
El viaje en motocicleta al instituto era rápido, pero podría serlo aún más si tuviese permitido andar por ahí en cuatro patas. Para mi desgracia, esas cosas no se podían hacer fuera del bosque, la transformación era un no-no si se corría cualquier mínimo riesgo de ser descubierto. Por esa razón y algunas más, yo tenía mi adorada moto.
El viento pegaba contra mi rostro y se sentía como la libertad misma. Eso, y cuando corría, eran las mejores sensaciones de la vida.
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Zayn no había asistido hoy a clases, supuse que por flojera o cansancio. El profesor hablaba y hablaba sin parar, arrojando dato tras dato a la clase. Algunos intentaban seguir su paso mientras que otros simplemente se rendían y dejaban los apuntes a medias. Yo era muy inteligente, gracias a vaya saber uno qué, porque entre las habilidades de un lobo no estaba la de tener mentes brillantes ni nada por el estilo. Mis notas no bajaban de nueves u ochos, y si lo hacían, era nada más por el desagrado que algunos profesores me tenían, que debo decir, era totalmente mutuo.
