Prologo

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Es realmente increíble cuantos idiotas hay en esta zona... estoy muerta con el doble turno que hice hoy y los pies me están matando, deben ser los malditos zapatos que compré el mes pasado, en una de esas tiendas que apestan a pegamento sintético y donde el cuero, brilla por su ausencia. 

Uhm, que ganas de un cafecito... si tengo suerte, el viejo julio aún no ha cerrado. Claro, son las ventajas de vivir sobre un restaurante, que dependiendo del humor del dueño, puede llamarse también karaoke, bar, cantina, sala de reuniones y hasta confesionario. 

Me gusta la ciudad a estas horas de la madrugada, los borrachos por fin entran en fase cero, es decir pierden su última neurona, las putas cierran las piernas, los vagabundos por fin logran encontrar un hueco donde dormir, los perros se dan un festín en los botes de basura, el gato encuentra a su gata en celo, aullando en algún tejado, las pandillas se han cansado de reventarle el cerebro a alguien, los amantes vuelven a sus casas relajados y encogidos. 

Es entonces que la ciudad entera pasa a ser de nosotros, los desposeídos. 

Me gusta catalogarme dentro de ese grupo, el de los que no tienen, ni pasado, ni presente, ni futuro ... ni oficio ni beneficio, esos a quienes les da exactamente igual si es Lunes o Domingo. Aquellos que en definitiva, van por el mundo sin prisas, ni obligaciones.

¿A que me dedico? … ¿Que versión quieren?, ¿La que le cuento a mi hermana, único eslabón familiar que me queda? ¿O la cruda y transparente realidad? ... Uhm... pues nada, les cuento ambas, así ustedes deciden cual les gusta más. Para mi hermana, soy técnica especializada en películas súper ocho. Para el resto de los mortales, soy Camila, la tipa que proyecta las películas porno en el casi derruido cine Premiere...

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora