Capitulo 40

1.5K 107 6
                                    

"Durmió por varias horas, cosa que me dió el periodo de tregua suficiente para vestirla, arroparla, acomodar su habitación pero por sobretodo, estar a su lado como no lo había estado en varios meses. 

Cerca de las 4 de la tarde, comenzó a despertarse y de inmediato me separé de su cama. Le hice un gesto a Reina para que se acercara y yo salí de la habitación, quedándome al pendiente. 

- ¿Como te sientes? 

- Terrible - dijo con voz muy débil 

- Ya ... pero prontito te vas a sentir mejor ya verás y me empezarás a joder otra vez 

- Porque no me dejaste ir Reina, que pesada eres ... 

- Yo no fui Farfi- Yo, parada en la puerta, era ya un manojo de nervios 

- ¿Y entonces quien? 

-Camila ... está afuera ... no se ha movido de aquí desde que te trajimos 

Cerré los ojos, esperando el grito, el rechazo, cualquier cosa, pero solo hubo silencio, un silencio que me pareció eterno hasta que volvió a hablar 

- Tengo mucho sueño 

- Muy bien, pues aprovecha y descansa ¿Si? No te preocupes por nada, que aquí estás bien cuidada. 

Al escuchar eso, me alejé de la puerta y me dejé caer en la banca, resoplando profundamente. Segundos después salía Reina a mi encuentro. 

- Al menos no se ha frikeado pero no cantes victoria que está muy debilucha y tú ya sabes el genio que tiene. 

- Si ... lo sé 

En los días subsiguientes, me limité a entrar en su habitación solo mientras dormía, lo menos que quería en ese momento era alterarla y por más que me moría por estar con ella, tuve que aguantarme. Tras algunos bombones, pulseritas de la suerte, un cd pirata de electronica y demás, terminé por comprar a todo el personal de enfermería, quienes no solo la atendían con mayor dedicación sino que además me permitían quedarme con ella por las noches. Y eso hice, sin falta, después del cine, me escabullía por los pasillos hasta su habitación y tras comprobar que dormía profundamente y contemplarla por largo rato finalmente me dormía en el sofá de al lado. Hasta que una noche, ella me descubrió. 

Estaba acomodándole el cabello cuando abrió los ojos de forma repentina. 

- Perdóname, lo siento ... yo 

- ¿Que carajo haces aquí? 

- Nada ... bueno ... vine a ver si estabas bien 

- Pues estoy muy bien, así que ahora lárgate 

El nudo, ese de siempre, volvió a instalarse en mi garganta y mis manos comenzaron a moverse nerviosas, obligándome a esconderlas dentro de los bolsillos. 

- ¿Que? ¿Te vas a quedar ahí parada como imbécil o que? 

- No. . tranquila ya me voy ¿Si? ... tranquila - Cogí mis cosas y me giré hacia la puerta, iba a abrirla pero me detuve - No... No ha habido un solo día que haya dejado de extrañarte ... 

-¡Mierda ... ! ¡ Lárgateeee ... ! 

La misma escena se repitió todos los días que siguieron, si que hubiera manera de que tolerara mi presencia, por lo que mi confinamiento a la silla del pasillo continuó. 

Una tarde, mientras esperaba que Reina llegara para poder marcharme al trabajo, escuché que algo se rompía dentro de la habitación y ella lanzaba un grito de frustración. 

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora