Capitulo 50

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" ... Habían ya pasado dos semanas durante las cuales no había dejado de ir a ese maldito cuartel a pedir información, dos semanas en que mi descanso se había reducido a apenas unas horas, dos semanas de búsquedas hasta por los lugares más insospechados, de largas esperas, de desesperación y terror, a punto de llegar a sentir que me iba a volver loca en cualquier momento. 

Hasta que una noche, al llegar a casa después del trabajo, me encontré la mesa preparada y ella moviendo algo en una cacerola. Mi rostro se iluminó solo al verla. Sin embargo cuando se giró hacia mi, lo vi en su rostro, en sus movimientos torpes y nerviosos, vi aquello que tanto temía. Fue en ese momento que un peso enorme me cayó encima mientras del rostro se me borraba cualquier vestigio de ilusión. 

- Hola bichito, anda siéntate que he hecho algo de pasta, como esto nunca tiene pierde ¿no? ... date prisa, que se enfría- Hablaba y se movía sin parar- Ah ... y mira ... - Enseñándome una bolsita plateada- Hasta me alcanzó para comprar algo de queso. 

Trato ahora de escribir las palabras que pudieran definir como me sentía en ese momento y no logro hallarlas... Tuve que abrir los labios para poder respirar mientras mis ojos a medida que la descubrían, luchaban contra mis propias fuerzas para no llorar. 

Caminé hasta la mesa y me senté, ella se acercó y tras colocar el plato de fideos delante, me dejó un beso rápido en la mejilla. Segundos después, hacía lo mismo y se sentaba en frente, comenzando a comer con reales ganas. Yo estaba paralizada y solo miraba ese plato de fideos que humeaba sobre la mesa mientras cada vez más, el aire a mi alrededor se hacia denso y pesado. 

- ¿No vas comer?- Me preguntó de pronto- Mira que los he hecho especialmente para ti, anda ponle un poco de queso- me lanzaba el paquete- verás que quedan buenísimos. 

Fue en ese momento que cogí el sobre y esparcí un poco sobre mi plato, luego cogí el tenedor y como bien podía, me metí un primer bocado. El estómago sin embargo, se me había cerrado de tal manera que era prácticamente imposible digerir cualquier cosa. Evité mirarla porque si lo hacía, corría el riesgo de sucumbir a todo eso que comenzaba a moverse dentro de mí. La tensión de ese silencio que se plantaba en toda la habitación, hizo que ella finalmente hablara 

- Lo siento ... 

- ¿Sientes que? 

- El no haber. .. bueno ... tuve que irme así 

- Tuviste que ... - Dije asintiendo de forma irónica- ya ...

- Soy una adicta Camila, no puedo evitarlo 

-¿Y puta?- La miré friamente- ¿También eres puta y no puedes evitarlo? 

La miré buscando una respuesta, algo que me volviera a decir que estaba equivocada pero ella enmudeció y se limitó a observar su plato, mientras que a mi se me clavaba una estaca en el corazón produciéndome un dolor insoportable. Me levanté bruscamente de la mesa y controlándome como bien podía, vacié el contenido de mi plato en la basura, cerré la bolsa y cargandola me dirigí a la puerta.
 
- ¿Donde vas? 

- A botar la basura... tiene demasiados días ... - le dije entre dientes 

Bajé corriendo y salí a la calle del costado, donde generalmente acumulaban la basura. Lancé la bolsa sobre aquel montículo y mientras lo hacía comencé a llorar sin control. Me agaché contra la pared del edificio y hundí la cabeza entre mis brazos, sentía que me faltaba el aire. De pronto me volví a levantar y la rabia finalmente se apoderó de mí sin remedio, haciéndome golpear mis nudillos fuertemente contra aquel muro de cemento, repetidas veces hasta que el dolor fue más fuerte que el dolor que sentía en el alma y solo entonces me dejé caer en el pavimento. 

Cerca de una hora después, vencida y rota en pedacitos por la mujer que adoraba, volví a subir al departamento. Ya en el baño curé las heridas de mis manos, me eché agua en la cara y me puse el pijama. 

Al entrar a la habitación, ella entre volada y cuerda, me miró y me dijo, volviendo la vista al televisor 

- Mira, están dando dibujos animados a esta hora y se ven de puta madre ... ven métete en la cama y los miramos juntas. 

Apenas lo hice, ella se me pegó de inmediato, notando por su olor, que ni siquiera se había bañado. 

- No te preocupes ... ya no lo vuelvo a hacer ... ahora si lo dejo te lo prometo ... 

Fue lo último que le alcancé a oír antes de que sucumbiera del todo a su irrealidad. Ahí me quedé, incapaz de dormir, aguantando el olor de calle y putrefacción, velando su sueño y viendo como lentamente se me iba escapando como arena entre los dedos. Ella intentando volver, una y otra vez y yo con una certeza cada vez más grande de que tal vez, ella ya estaba demasiado lejos para hacerlo ... 

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora