Capitulo 8

1.9K 123 3
                                    

Puse la denuncia en la comisaría y como alma que lleva el diablo, la busqué por todas las esquinas, calles, plazas de ese inmundo centro en el que sabía trabajaba, pero todo fue inútil, parecía que se la hubiese tragado la tierra. Nadie supo darme razón, no sé si porque realmente no sabían o porque en respuesta a un estúpido sentido del compañerismo, no les daba la gana. 

A medida que fueron pasando los días, esa maldita sensación que me había quedado en el cuerpo al tenerla en mis brazos, comenzó a envenenarme por dentro, haciendo imposible que conciliara el sueño hasta que era casi la hora de comer.

Lentamente pude sentir como ese animal, única herencia que me dejó mi padre, regresaba del destierro al que yo, con mucho esfuerzo, lo había enviado años atrás. 

Dos semanas ya sin escribir una sola línea, mi creatividad se había ido al carajo y por más que lo intentaba, no lograba traerla de vuelta. Me quedaba horas, sentada sobre los cojines mirando hacia el balcón semi abierto sin pensar nada en realidad, mis videos yacían ahí sin que pudiera refugiarme en ellos, me desesperaba por momentos al sentirme incapaz de sacudirme ese estado de ánimo que lo iba inundando todo. 

No sé cuantas horas llevaba durmiendo ahí, aún con la ropa del día anterior, cuando a lo lejos pude escuchar que llamaban a la puerta. Al querer levantarme, la cabeza me dio tal giro que me obligó a sentarme otra vez. Puta madre... mierda de ron... tengo ganas de vomitar... - 

Volvieron a llamar- ¡Ya escuché carajo!. Tras lograr algo de equilibrio y cierto acomodo en mi cerebro, finalmente abrí 

- Pero cuanto te demoras Camila, esto pesa 

- ¿y eso Mauro? 

- Era de mi abuelo, no es a electricidad como la que tenías pero todavía funciona 

Lo quedé mirando, ahí paradito con sus gafas, cargando con esfuerzo una máquina de escribir de esas antiguas y no pude evitar sonreír conmovida. 

- Camila? 

- Que?

- Pesa 

- Ah si... a ver ... oye Mauro pero, estás seguro que me la puedes dar? 

- Si, la abuela la pensaba botar y yo le dije que me la dejara porque me gusta, pero no la uso. Mira estas máquinas son de hierro fundido y todo este sistema que está aquí funciona....
 
No pude hacer otra cosa que quedarme ahí, escuchándolo atentamente mientras me explicaba el funcionamiento del armatoste ese y tuve ganas de llorar. Por un momento siquiera, un niño de apenas 7 años, lograba calmar mis demonios, cosa que sinceramente agradecí. 

- Entendiste?- me preguntó tras su charla explicativa 

- Si... claro

- Y la cinta seguro que donde el chino Aníbal, la encuentras 

Gracias Mauro- Le dije mientras le revolvía el cabello 

- De nada 

- Oye, ayer me pagaron. Quieres un hot dog en la carretilla del parque?, me cago de hambre y como hace solecito, pues podemos ir a sentarnos un rato no? 

- Chévere

- Déjame lavarme los dientes y arreglarme estos pelos de loca y nos vamos 

- Oye Camila- me fue diciendo mientras iba al baño -Adivina que cosa descubrí el otro día? 

- Que cosa? 

- Tu sabes porque si tienes varias bolitas colgadas de un péndulo y sueltas la primera, solo se mueve la última y las del medio no?

No podía hacer otra cosa mas que sonreir, este niño sin duda me hace olvidar por momento el odio que cargo por dentro.

El cuento de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora