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Magnus Bane veía el puerto de París en su esplendor, mientras, su barco llegaba.
El capitán se dio la vuelta y vio a sus dos mejores amigos Catarina Loss y Ragnor Fell detrás de él, vestidos y preparados para ver la ciudad.
-Muy bien- se dirigió Magnus al resto de sus hombres- Estaré viendo la ciudad con mis dos compañeros aquí presentes, luego vendré por ustedes y nos iremos a la casa del Duque Lightwood. Espero que estén listos para la tarde.
-Si, capitán!- dijeron sus hombres.

Magnus se dio vuelta y salió junto a sus amigos. Se encontraron con un hombre que al parecer lo estaba esperando.
-Buena tarde, señor Bane- dijo el hombre.
-Buenas tarde señor...-dijo Magnus. Entonces, se fijó en que el hombre traía unas medias largas y horribles- por Dios, esas medias son horribles!
-Magnus!-le reprimió Catarina.
-No se preocupe, señorita...
-Sus piernas pueden respirar con esa tela? Parecen demasiado apretadas y son horribles.
-Señor Bane, no vine aquí para que juzgue mi guardarropa- dijo el hombre, con sorprendente paciencia- Me llamo Arturo. Vine aquí para darle un recorrido por la ciudad a usted y sus amigos, me manda el duque y la duquesa Lightwood.
Me dijeron que su barco se llamaba La reina de Edom y que tiene un gusto excéntrico al vestir.
-Creo que quiso decir muy a la moda y fabuloso- dijo Magnus.
-No- dijo el hombre- No me equivoco en lo que dije.
-Ja!-dijo Ragnor- Este sujeto me agrada.
-Entonces- dijo Magnus- vamos, mi estirado guía.

***

A

rturo llevó a Magnus, Catarina y Ragnor a conocer París. El hombre los llevó a recorrer varios lugares, entre ellos, pequeños puestos de ropa, tela, comida y otras cosas.
-Mira, Ragnor- le llamó Magnus quién estaba viendo varias telas- Recuerdas que cuando estuvimos en Alemania vimos seda como esta? Creía que no la veríamos de nuevo.
-Magnus- dijo Catarina, quién se había acercado a Magnus- Te dije que tuvimos que haber aceptado el trato de esos costureros alemanes.
-En efecto- dijo el vendedor- Unos costureros alemanes me vendieron esta hermosa seda y dicen que les fue muy bien.
-Usted no se meta- le espetó Magnus- Y yo como iba a saber que la tela fue un buen negocio?
-Si les hubieras vendido ese sombrero horrible como dijeron...
-No metas a mi guardarropa en esto, Cat.
-Jajajaja- respondió su amiga.

Magnus también empezó a reírse con su amiga y después vieron a sus compañeros acercarse.
Arturo le propuso a sus compañeros probar la exquisita pastelería francesa, por lo tanto, los tres comerciantes concordaron.
Se empezaron a acercar a la pastelería y Arturo entró para comprar algunos pasteles.
-Y que opinan de París?- preguntó Magnus a sus amigos.
-Está llena de desagradables aromas- dijo Ragnor.
-Yo escuché están en serios problemas económicos- dijo Catarina.
-A que te refieres, Cat?- preguntó Magnus.
-Los hombres de la tripulación lo comentan- dijo la chica- Marcel (quién tiene un hermano viviendo en una aldea cerca de París) me contó que el sobrino de la esposa de su hermano fue...-la chica apartó rápidamente la mirada de sus amigos, como si la verdad fuera muy desagradable.
-Que fue que?- preguntó Ragnor.
-Ejecutado- dijo la chica.
-Ejecutado?!
-Ya escuchaste, Magnus. La pobre criatura fue ejecutada.
-Y cuantos años tenía esa pobre criatura?- dijo Ragnor.
-El tenía doce años.
-Decime que no es verdad.
-Es verdad.
Los tres se quedaron callados ante las palabras.
-Marcel me dijo que el niño tenía hambre y robó una porción de pan. Lo descubrieron y lo ejecutaron por eso. También me dijo que en muchos lugares de Francia, la gente se muere de hambre y que el pueblo no está contento con la forma que tienen los reyes de gobernar.
-Y como es que pueden permitir que el pueblo sufra de esa forma?- dijo Magnus.
Antes de que pudieran decir algo mas, Arturo apareció de la nada con una bolsa llena de pasteles franceses. El hombre ya empezó a comer un pastel.
Magnus le preguntó al mayordomo sobre el estado del país, un tema del que no quería hablar. Pero que al final hizo.
-Bueno- empezó Arturo- El estado no es muy bueno que digamos. Los granjeros pasan hambre, al igual que sus familias y nuestra participación en la guerra entre su país y los americanos no tuvo un buen efecto en nosotros y la reina y el rey...no son muy buenos en lo que se refiere a su trabajo. Permiten que la gente pase hambre y gastan nuestro dinero en sus juegos de apuestas y todo eso.
Pero no tienen de que preocuparse por el duque y su familia, ellos no tienen que pagar impuestos como resto de la plebe y no están en el mismo estado que ellos.
Los tres amigos se miraron nuevamente. Era obvio que desaprobaban el estado del país.
-Yo que ustedes señores- dijo Arturo- y señorita, no pondría esa frente a los oficiales.
Los llevaré al lugar donde ustedes y sus hombres se hospedaran, por insistencia del señor Lightwood.
-Oh- dijo Magnus- Que amable de su parte, con mis hombres llevaremos está noche su mercancía.
-Excelente- dijo Arturo.

***

El hombre llevó a los tres amigos a la posada donde se hospedarían.
-

En la tarde enviaré los carruajes para que usted y sus hombres lleven la mercancía a la casa Lightwood.
-Muy bien- concordó Magnus- los estaré esperando.

Arturo se fue.

Entonces, una mujer y su marido se acercaron a ellos. La mujer tenía un aspecto algo desagradable, con el peinado demasiado desaliñado para una dama y el vestido muy sucio y desagradable. Su marido no estaba mejor que ella, el usaba lo que parecía un viejo uniforme militar y el pelo mas largo que el de su mujer y mas desagradable, por un momento Magnus pensó que había visto una cucaracha en el.
-Hola, caballero- le dijo la mujer a Magnus mientras se acercaba a el y acariciaba sus hombros- Que marinero soltero y galante.
-Magnus, olvida las prostitutas, ya tienes a una linda mujer aquí- dijo Ragnor después de soltar una risa.
El posadero golpeó a Ragnor en la cabeza y le dijo algo en lenguaje de señas.
-Yo sería mas amable si fuera usted- le dijo la posadera a Ragnor- Soy una mujer casada y puedo reconocer a cualquier hombre que también lo está. Querida- le dijo la mujer a Catarina- Dime que esta era la única alternativa que tuviste?
Ahora, fue Magnus el que soltó una risotada.
-Yo soy Marie y el es mi marido Luís. Ambos hemos atendido está posada para comerciantes, marinos y viajeros desde que mi padre me la heredó.

Luís le tomó la mano a Catarina y la besó suavemente.
-Aprende de mi marido, señor- dijo la mujer- Aprende a ser galante.

-Si, Ragnor- le dijo Magnus, burlándose de su amigo.

-Callate, Magnus- le dijo Ragnor.

La mujer sonrió y dio una pequeña sonrisa.

-Veo que ustedes llevan viajando desde hace mucho tiempo-dijo la mujer.
-Ya nos conocíamos desde antes- dijo Catarina- Siempre fuimos los tres.
Catarina le tomó la mano a su marido y Marie les dijo que tenían suerte de tenerse mutuamente.
-Y dime caballero galante- le preguntó Marie a Magnus- Hay alguna persona especial en tu vida?
-No, señora- dijo Magnus.
-Demasiado amor propio?- dijo Marie.
-Supongo que si- dijo Magnus- Por ahora, soy mi único amor.
-Recuerda, muchacho- dijo Marie- que el amor llega cuándo menos lo esperes y en más en París.
Cuando era una jovencita, mi padre no quería darle mi mano a cualquier hombre que se me acercara. Entonces, llegó Luís. Lo conocí en una fiesta de oficiales en la que mi hermano me invitó. Fue amor a primera vista, muchacho y aunque la guerra se llevó a mi Luís y lo dejó sordo, el regresó y no lo hizo por honor o por lealtad a su patria. El regresó para volver a mi lado. Cuando un hombre va a la guerra, lo único que quiere es regresar al lado de sus seres queridos. Puede que el cuerpo y la mente estén en el campo de combate, pero el corazón del soldado ( la parte mas esencial) está con sus seres queridos. El amor le da el valor para pelear y regresar, aunque sea sin una pierna o mitad de un tímpano!
-Dijo sin una pierna o mitad de un tímpano?- dijo confundido Magnus.
-Eso fue lo que dije muchacho.

Magnus estuvo pensando en lo que dijo Marie y sus sabías palabras. Estaba por decirle lo mismo que le dijo a Ragnor. Sobre de que por ahora no tenía pensado enamorarse, cuando lo escuchó...

-NO!- era el grito de una mujer que sonaba afuera de la posada.
Todos fueron corriendo a la salida. Allí habían varias personas apiñadas.
La escena era de unos soldados que entraban y salían de la casa, estaban llevándose objetos de valor: libros, joyas, tazas de té, etc.
Una mujer estaba llorando en el piso.
-No lo haga- decía ella a los soldados- No se lleven las cosas. Son de mi madre.

La mujer empezó a llorar y Magnus creyó escuchar decir a los soldados algo como No pagó los impuestos.
Las personas miraban la escena con desagrado y extraña normalidad, como si estuvieran acostumbrados a ver algo así.

-Bienvenidos a Francia- le susurró Marie a Magnus mientras seguían viendo la escena.

Entre El Amor Y El Frio Acero (Caigo Cautivo #2. Malec AU)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant