Primer Año

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Como de costumbre Lynn fue a buscar la botella a la hora del almuerzo. Era su día de descanso, necesitaba relajarse tras la estresante semana. Estaba en su casa. ¿Dónde había dejado la botella? Esperaba que Rita no se la hubiese escondido sin querer. Se suponía que era su primer aniversario de bodas, lo cual le hacía sentirse frustrado por no poder estar con su esposa, cuya cita en el médico del trabajo no había podido recorrerse otro día. Calma, necesitaba calmarse, necesitaba la botella.

Pronto su mujer volvería a trabajar, la idea le molestaba y tranquilizaba a partes iguales. Necesitaban el salario de dos personas para poder salir adelante, no bastaba con su sueldo por mucho que le dijese a Rita lo contrario. Estaba a punto de perder los nervios, necesitaba una botella. La niña comenzó a llorar y la cabeza volvió a dolerle. ¡Dónde estaba la botella! ¡No podía vivir sin la botella! Cuando Rita regresara a trabajar, tendría que apoyarla bastante con el cuidado de la bebé, lo cual no siempre era sencillo. Abrió el refrigerador y la encontró. Suspiró, seguramente ese había sido él quien en un momento de confusión debió guardarla ahí. Si Rita lo viera, ladearía la cabeza decepcionada.

La niña seguía llorando, por ello se apresuró a desinfectar la botella del biberón mientras la leche continuaba entibiándose tras haberla hervido poco tiempo atrás. Le había hecho un cambio de pañal hace menos de una hora, no podía estar llorando por eso. Pronto tuvo la fórmula preparada y fue al encuentro de la bebé.

—Ya tesoro, ya. Aquí está tu lechita. Por favor, chúpala esta vez, que si no el que se la chupará seré yo.

Lori comenzó presurosa a tomar la fórmula. Lynn suspiró aliviado sintiendo como un gran peso de encima estaba abandonándolo. Su hija apenas tenía tres meses, aunque el pediatra les había recomendado una fórmula lactosa especial, Lori en ocasiones anteriores la había rechazado, vomitado incluso, negándose a tomar otra cosa que no fuese el seno de su madre, lo que les preocupó bastante. Aún recordaba haber visto a su esposa llorando preocupada por que la leche se le cortara dentro de poco y no tuviese nada que darle a la bebé.

—Pero Lynn, ¿Por qué no toma la otra alternativa? ¿Por qué sólo quiere beber de mis pechos?

—No puedes culparla, yo quisiera hacer lo mismo.

La bebé realmente tenía hambre, llevaba media botella y no hacía ningún puchero de asco. Esas eran excelentes noticias, se las compartiría a Rita cuando llegara. Aunque la niña quería seguir bebiendo, tuvo que alejarle el chupón de la botella por temor a que después lo vomitara. La llevó contra su hombro y palpó unos momentos por la espalda para sacarle los gases. Ciertamente se los sacó, aunque no por el lado que esperaba.

—Santo cielo, hija. Sólo era leche. No quiero saber lo que sucederá cuando puedas comer frijoles.

La niña estaba finalmente tranquila. Con mucho cuidado y precaución colocó a la bebé en su cuna. Su hija parecía haber olvidado por qué estaba llorando, lo miraba con los ojos muy abiertos. Su angelito de mechones rubios como los de su madre. Mucho mejor. Se alisó el cabello castaño pensando que iba siendo hora de un corte de cabello. Debió de hacerlo cuando salió con Lori en la mañana. Ya no era un adolescente, llevarlo casi largo no le iba bien, por otra parte el estar casado y tener una hija tampoco lo hacía sentir un adulto de verdad. Veintiséis años. Tenía amigos en el trabajo pocos años mayores que él quienes apenas comenzaban a cuestionarse si era hora de sentar cabeza.

Había traído la cuna a la sala. Con el volumen bajo encendió el televisor esperando ver algún partido de la temporada. Lo que encontró fue un especial en memoria a Charles Schulz. Se olvidó del juego, desde niño siempre sido fanático de Peanuts.

Aniversarios (The Loud House)Where stories live. Discover now