Quinto año

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Un lustro, media década, cinco años. Un número parcialmente cerrado, o al menos así es como Lynn consideraba la cifra. Mientras Lori estuvo embarazada, había hecho cálculos e imaginó que para cuando el momento llegara, tendría alrededor de siete meses de embarazo en ese momento. No es que pudieran hacer mucho en aquél estado para entonces, por lo que se imaginó pasando juntos un agradable día en compañía de las niñas haciendo día de campo tal vez, terminando más adelante solos los dos con una sencilla cena preparada por él mismo, acompañada de velas, flores y música de fondo. En las actuales circunstancias, no se atrevía siquiera a recordarle a su esposa qué fecha era, aunque tal vez lo sabía, pero como él, no veía caso siquiera mencionarlo dada que toda la atención la tenían enfocada a asuntos más graves.

Las manos de Rita temblaban, Lynn tomó una con la suya buscando reconfortarla, sintiéndose a la vez un inútil al no poder hacer nada más. Su esposa de forma inconsciente llevó la otra mano a su vientre, con ese sentimiento de extrañez por lo mal que todo estaba. No había nada ahí adentro, salvo sus entrañas causándole nauseas, preparándola para regurgitar la comida de ayer en el caso de recibir nuevas malas noticias, si es que seguía ahí. No había cenado y tampoco desayunado, Lynn le hubiese gustado imitarla al no tener tampoco apetito, pero por las niñas se había preparado un pequeño refrigerio mientras fingía normalidad con ellas y a la vez les explicaba que su madre estaba indispuesta. No había motivo por qué preocuparlas también, como tampoco lo tenía haberlas llevado con ellos al hospital, ellas estaban mejor en casa en compañía de su abuelo.

La gente pasaba a su alrededor ignorándoles, como seguramente ellos lo hicieron antes pensando en sus propios problemas. En un hospital es difícil ser empático cuando no tienes cabeza para pensar en alguien más que no sea la persona a quien visitas, que de estar ahí es claro no es por encontrarse bien precisamente. Los cálculos de Lynn habían fallado. Rita no estaba en su séptimo mes; por el contrario había dado a luz un mes atrás a una bebé. Sí, una niña de nuevo contra todo pronóstico.

—¿Otra niña? ¡No se vale! Así no la quiero. Yo quería un Lynn junior.

Jugando le había hecho a su mujer el juguetón comentario con una sonrisa, justo cuando el ultrasonido confirmó el género del próximo miembro de la familia; ella había reído contagiada en parte con su frustración, aunque en realidad tampoco es que fuese una gran sorpresa. Se sentía como un cretino ahora que lo recordaba. No era ningún problema que la bebé fuese otra niña, por el contrario sí lo era que a sus seis meses de gestación hubiese nacido con veinticinco centímetros de altura y poco menos de dos kilos de peso. Casi a la segunda hora de venir al mundo, los médicos la colocaron dentro de una incubadora para estabilizar su frágil salud, sin esperanzar a los padres al advertirles sobre las posibilidades, las cuales no jugaban en favor de la pequeña, siendo mínima la esperanza que llegara a la semana de vida.

La niña era una luchadora, a poco más del mes seguía con vida. Justo ese día les hablaron por la mañana para comunicarles que se las entregarían finalmente. Habían llegado una hora antes del momento acordado, pero no fue hasta una hora después del mismo, que el doctor quien dirigía el tratamiento de su hija apareció por fin.

—Señores Loud, lamento la demora. Ya están preparando a la niña, pero quisiera hablar con ustedes un momento.

Por supuesto, siempre había algo más sobre qué hablar, pensaron con amargura sin saber si estarían preparados para alguna nueva mala noticia. Salvo que la dieran de alta, no recordaban algo positivo que les hubiesen dicho desde que nació. Siempre era la misma cantaleta: "Por favor, prepárense para lo peor". Siempre seguido de números, acerca de porcentajes y posibilidades muy bajos en que todo terminase con un final feliz.

Aniversarios (The Loud House)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora