Octavo Año

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—Quero jugar afera.

—No, Lynn. El clima está fresco y te podrías resfriar. Ve a ver la televisión con tu hermanito.

La pequeña niña castaña estaba envuelta en una mantita y moqueando un poco. Ceñuda, mientras su madre lavaba los platos en la cocina, se asomó por la ventana donde miró a sus hermanas Luan y Luna jugar a las atrapadas, mientras tanto Lori se esforzaba en peinar a su muñeca, a lado de ella Leni hacía recortes de un libro didáctico con unas tijeras especiales, todo bajo la atenta mirada del padre que lavaba a vanzilla al mismo tiempo.

No sería la primera vez que la niña de tres años le rezongara a su madre por no dejarla jugar afuera con sus hermanas, con quienes tanto ella como su padre parecían más permisivos, aun así, disgustada se enfrentó a ella.

—¡Mamá!

La alarma del celular de Rita comenzó a sonar, entonces la réplica de la niña murió en su boca antes de darse la vuelta dispuesta a huir al reconocer ese sonido.

—Parece que es hora de tu medicina, cielo —Rita abrió la alacena desatendiendo su labor. Sacó un frasco y buscó una cuchara—. Cielo, abre grande y... —se dio cuenta que estaba hablando sola—. ¿Lynn? ¡Lynn Loud Junior, ven acá y no me hagas buscarte!

Fue a la sala, donde la única persona con quien se encontró, fue un pequeño bebé peliblanco en overol naranja que jugaba con un muñeco de felpa en forma de conejo.

—Lincoln, ¿dónde se metió tu hermana?

El bebé le sonrió a su madre en respuesta. Rita paseó la mirada en la sala. Estaba a punto de buscar en otra pieza, cuando notó el pequeño bulto tras las cortinas. Con una idea en mente, tomó al bebé y se lo llevó de ahí.

—Es una lástima, creo que tu hermana se escapó de la casa. Vamos a sacar sus cosas para que te mudes ahí.

Pasados unos segundos, Lynn salió de entre las cortinas. Con cierta curiosidad, salió de la sala para asomarse hacia las escaleras, cuando el bebé apareció en el pasillo abrazando a la niña de tres años.

—¡Lynn, Lynn!

—Gracias Lincoln —dijo Rita al terminar de cerrarle el paso a su hija—. Parece que la encontraste. Creo que después de todo seguirás durmiendo en tu cuna.

—Lincoln pode dormir comigo —dijo entre risas la niña, pues su hermanito de más de un año trataba de alcanzar su cara haciéndole cosquillas—. ¡Ya es niño grande como yo!

—Demuéstrame que ya eres una niña grande y dí: "Aaa".

Con cierto fastidio, Lynn no tuvo opción más que obedecer. Tras tomar una cucharada de la medicina, la niña hizo una mueca de disgusto.

—No me gushta eso.

—Es para tu propio bien, hija.

—¿Por qué no se la das a Linc tambén?

—Por que él no está enfermito.

El puchero de su pequeña evidenciaba que su descontento era más profundo que el de una simple chiquillada. En ese momento miraron por la ventana a Luna. La pequeña de cinco años mientras jugaba a ser el flautista de Hamelin tocando su flauta, cayó al suelo después que Luan le hiciera una zancadilla, motivo por el cuál su padre fue a reprenderla. Para Lynn era imposible mirar a sus hermanas con envidia divirtiéndose allá afuera.

—Pronto estarás bien, Lynn. Ya lo verás.

Tal vez si a Rita las palabras no le hubieran salido con la voz entrecortada, Lynn las hubiera creído. Con una mano sujetó más su mantita alrededor de su cuerpo, con la otra tomó la mano de su hermanito.

Aniversarios (The Loud House)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant