Capítulo 20. "Eres una maldita estafa"

2.1K 187 29
                                    

Me marcharé.

Me marcharé.

Me marcharé.

Esas dos palabras se repetían una y otra y otra vez en la cabeza de Jason mientras miraba un punto fijo, luciendo perdido. No sabía qué hacer ni qué decir. Sólo estaba ahí parado como un idiota mirando la puerta de su departamento. Luego de que Dawn apareciera de sorpresa en el club, no supo qué hacer. Sabía que estaba jodido. Muy jodido. Intentó detenerla pero fue demasiado tarde.

Dawn se había ido.

Casi golpeó a D por haberla dejado entrar, por algo que no había sido culpa suya. Ella fue quien irrumpió en el lugar. Pero D no tenía la culpa de nada, mucho menos Dawn... El único culpable era él. Por haber sido un mentiroso y un desgraciado. Y quería llorar y romper todo, y gritar a todo pulmón. Su corazón ya estaba rompiéndose porque sabía que esto era el fin. Dawn lo dejaría. Lo mandaría al diablo y no volvería. No lo perdonaría. A pesar de que se lo tenía merecido, no quería pensar en eso.

¿Qué haría sin su dulce Dawn?

¿Cómo sobreviviría?

¿Qué sería de él sin ella?

Tomando una profunda bocanada de aire, introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta, dando un paso hacia delante y preparándose mentalmente para lo que vendría a continuación. Le había tomado menos de diez minutos llegar a casa e ir tras Dawn, pero le había tomado una eternidad hacer frente a la situación. Justo ahora estaba caminando muy despacio hacia la habitación que compartían juntos y se detuvo un momento al ver la puerta abierta; así que respiró hondo y entró.

La escena que vio no le gustó.

Su Dawn estaba empacando todas sus cosas.

Él se quedó estático en su lugar mientras sentía una opresión en el pecho y el aire abandonaba sus pulmones. Al parecer, Dawn se percató de su presencia y sin siquiera dirigirle la mirada, habló con voz muy firme.

—Ahí dejé tus cosas.

Jason la miró confundido y dirigió la mirada hacia la cama, observando como todas las cosas que le había regalado estaban tiradas sobre la cama.

—Haz lo que quieras con ellas, no me importa —prosiguió—, quémalas si quieres o puedes donarlas a alguna de tus amigas.

—Son tus cosas... —apenas le salió la voz.

La castaña se giró violentamente hacia él y lo miró furiosa.

—¡No, no son mías! ¡Ya no son malditamente mías! —alzó la voz—. ¡Y definitivamente no quiero nada que venga de ti!

—Lo siento —susurró.

—Yo también lo siento —lo miró y sonrió con tristeza—. Por haber desperdiciado mi tiempo con una persona como tú.

—No digas eso —dijo dolido—. Sé que la jodí. Maldición, sé que la jodí y todo esto es mi jodida culpa, pero no te puedes ir. No me puedes dejar. Lo siento tanto, Dawn. Asumo toda la culpa y no espero que me perdones ahora ni mañana... Sólo no me odies, ¿si? Me amas y yo te amo... Esto no puede acabar así.

—¿Crees que con un lo siento lo solucionarás todo? ¿O crees que me tragaré ese cuento de que estás arrepentido? Te equivocas —escupió duramente—. Me iré lo aceptes o no.

—¿Qué será de mí sin ti? —preguntó con un hilo de voz.

Ella soltó una amarga risa.

—No seas ridículo, por favor —rodó los ojos—. Estarás mejor sin mí. Te dejaré en paz para que hagas lo que quieras con tu miserable vida. Ya no tendrás que ocultarme tus sucios secretos.

He's a scam Where stories live. Discover now