Capítulo 30. "Su último aliento" (Final)

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Luces de colores, música a todo volumen, cuerpos moviéndose de un lado a otro y el efecto del éxtasis corriendo por sus venas. No podía pensar en otra cosa no fuera en la increíble sensación que le brindaba aquella droga. Y otras más. En tan poco tiempo se había vuelto una adicta a la marihuana, la cocaína, la diamorfina y al éxtasis. Comenzó con los analgésicos y terminó probando las drogas duras. Sí, definitivamente estaba jodida.

Por supuesto, había un culpable para su adicción... Y ese tenía nombre y apellido.

Jason jodido McCann.

Él la jodió hasta el fondo y ella buscó un escape para el dolor que le provocó. Sólo intentaba olvidar. Dejar morir el dolor. Ahogar su depresión en las drogas. Pero eso sólo la mataba. Estaba echando su vida por un agujero negro, aunque poco le importaba. Ya nada importaba para Dawn Myracle. Todo lo que ella un día fue, Jason se encargó de destruir. Le robó todo... Incluso su corazón. Ahora todo lo que podía sentir era un hueco vacío en el pecho. Y ese vacío intentaba llenarlo con sexo, drogas, fiestas y alcohol.

—¿Dawn? ¡Ven con nosotros! —escuchó que le gritaron—. Leo trajo de tu favorita, cariño.

Oh, dulce y adictiva droga... La tenía atrapada en sus suaves redes.

Y no era la única víctima de los vicios.

Jason también llenaba ese vacío con drogas, sexo y alcohol. Era un adicto. Con la única diferencia que él sí conocía aquel agujero negro, en cambio ella, no tenía ni la menor idea a lo que se enfrentaba.

Pero al final... Ambos caerían.

(...)

—Si esto no sale bien, estamos jodidos —le dijo aquel muchacho de ojos verdes.

Jason no se inmutó. Seguía observando cautelosamente los alrededores, procurando que nadie los viera.

—Todo saldrá bien, Cael.

—Sabes que yo nunca pongo en duda nuestro trabajo pero esta vez tengo un mal presentimiento —respiró hondo, notándose nervioso e inquieto—. No quiero que la policía nos agarre.

—Eso no pasará, tú confía en mí.

—Tengo una mujer embarazada que me está esperando en casa —empezó a decir—. Ella es una dulzura pero también una fiera. Me ama. Y la amo aún más porque me dará un bebé. Un bebé, ¿escuchaste? —soltó una pequeña carcajada, se le notaba feliz—. Tiene ocho meses. Será un varón.

Jason se le quedó mirando fijamente mientras que Cael sonreía como un idiota enamorado.

—Estoy tan feliz... Se siente como si todo lo malo no existiera.

—¿Por qué me estás contando esto?

—Porque si nos van a matar o nos va a coger la policía, quiero que alguien sepa lo afortunado que soy.

—Vaya... Que humilde eres —murmuró sarcásticamente.

—Soy un desgraciado con demasiada suerte, McCann —lo miró a los ojos—, pero no me lo merezco. Le miento a mi mujer. Nunca le he contado que estoy metido hasta el cuello en esta mierda. Ella piensa que trabajo en un maldito taller. Y tengo tanto miedo de contarle la verdad y perderla.

De inmediato, la imagen de Dawn se le vino a la cabeza. Jason tampoco le contó la verdad. Y gracias a eso terminó más solo que un perro abandonado.

—¿Alguna vez la has engañado? —interrogó.

—¿Engañarla? —frunció el ceño—, ¿a qué te refieres con eso?

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