Capítulo 27. "Poner un alto"

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Un estruendoso ruido se escuchó afuera en la calle, y despertó a la adolorida y desorientada Dawn. Lentamente se sentó en la cama, las sábanas cayendo hasta sus caderas, dejando al descubierto sus pequeños pechos. No podía recordar mucho. Lo último que recordaba —y que deseaba olvidar con todas sus fuerzas—, era el inolvidable beso de anoche. Ese maldito beso que la había matado por dentro. Sólo recordaba perfectamente lo sucedido en el baño con Jason... Ah, maldito y sensual McCann. Desearía poder estrangularlo con sus propias manos y luego tirarlo por un barranco donde nadie pudiese encontrar su cuerpo. Se lo merecía por joderla hasta el fondo. 

Lo único que sabía hacer bien era lastimarla y romperle el corazón.

Maldito idiota.

Se pasó las manos por el rostro y suspiró con pesadez. Intentó relajar su cuerpo pero estaba muy tensa. Cerró los ojos e hizo lo posible para relajarse. Estuvo en esa misma posición durante un tiempo; pensando y recapacitando sobre lo sucedido ayer por la noche.

—¿Dawn...? —susurró un soñoliento Azael, interrumpiendo sus pensamientos.

La castaña giró lentamente la cabeza, observando cada uno de sus movimientos.

—Son las diez de la mañana —susurró.

—¿Dormí demasiado? —abrió los ojos lentamente—, ¿cuándo despertaste?

—Hace poco —se encogió de hombros—. Pero ya me voy. No te preocupes.

Hizo un vago movimiento de levantarse de la cama pero Azael la tomó del brazo, impidiéndoselo.

—No te vayas —carraspeó suavemente su garganta—, quédate si quieres. Puedo pedir algo para desayunar, ¿qué dices?

Abrió la boca, dispuesta a negarse a aceptar su propuesta, pero justo en ese momento su estómago gruñó y la delató. El pelinegro arqueó una ceja mientras la miraba fijamente.

—Yo creo que ha sido suficiente —intentó excusarse—. Me he quedado toda la noche y Beverly ha de estar preocupada por mí, no quiero que...

Fue interrumpida.

—Beverly sabe que estás en buenas manos —le dedicó una sonrisa amable—. Por ella no te preocupes.

—No quiero molestar.

—¿Qué cosas dices? No molestas, en lo absoluto —soltó una pequeña carcajada. Se levantó de un salto de la cama, tirando a un lado las sábanas y dejando al descubierto su desnudez. Vaya que el chico estaba como Dios mandaba—. Iré a pedir waffles y café. Eso ayudará para la resaca.

Y sin darle la oportunidad de hablar, salió de la habitación y la dejó sola. Soltó un grito desesperado que ahogó en la almohada mientras pataleaba y dejaba salir toda su frustración.

Anoche la había pasado tan bien con este chico, él la había tratado tan bien y en cambio, ella pensaba en un idiota que le había roto el corazón. Sí, se acostó con Azael y fue una de las mejores folladas de su vida; fue maravilloso y celestial, sin embargo, Jason siempre estuvo presente. Ese pequeño pedazo de mierda no la soltó en toda la noche y el alcohol no sirvió de mucho para sacárselo de la mente.

Luego de tener un agradable desayuno con Azael, tomó una ducha y se vistió con la misma ropa de anoche, excepto sin las bragas. El muchacho se ofreció a prestarle algo más y a regañadientes ella aceptó una sudadera suya.

—Puedo llevarte a casa —se ofreció.

—No, está bien —negó con la cabeza—. Iré caminando. Gracias.

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