Capítulo 22. "La verdad duele"

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Los últimos dos meses la vida de Jason se había basado en alcohol, drogas y putas. Estaba deprimido, melancólico, abatido y sobre todo, enojado consigo mismo por haberla cagado hasta el fondo. Dawn se había ido y esta vez  para siempre. Jamás lo iba a perdonar así le rogara de rodillas que lo perdonara por haber sido un hijo de puta. La conocía tan bien que sabía que buscarla sería una pérdida de tiempo.

Por esa razón no la había buscado ni la había llamado. Ni siquiera le había enviado un mensaje. Absolutamente nada.

Era un miserable, lo sabía.

Se odiaba por no tener los suficientes cojones para ir a buscarla y pedirle de rodillas que lo perdonara. Decirle que la amaba con todo su ser. Pero no podía. Él ya no quería hacerle más daño... No se lo merecía. Y mierda, la extrañaba tan jodidamente mal que el pecho ya le dolía por su ausencia. Las noches eran eternas; no podía conciliar el sueño, sólo podía pensar y llorar por ella. Por su pequeña, dulce y adorable Dawn. Por esos momentos inolvidables. Por el amor que sólo ella le había brindado. Por el ayer.

Y otra vez, lloró. Su alma lloró. Su sonrisa lloró. Todo su ser lloró.

—Te ves patético llorando —dijo Suk Jang con su típico acento coreano. Él era su compañero de “trabajo”.

El ojimiel levantó la mirada hacia él, pero no dijo nada, simplemente volvió la vista a la pared y le dio otro largo trago a la botella de ron. Le estaba quemando la garganta pero poco la importaba.

Olvidar.

Quería olvidar.

Era lo único que quería hacer en esos momentos.

—Abrazando esa botella y llorando como Magdalena no vas a lograr una mierda.

Sin mirarlo, le contestó:

—Me ayuda a olvidar.

Y sin pedir permiso, tomó asiento frente a él. Suk era un tipo que no hablaba mucho pero cuando lo hacía, te dejaba sin palabras. A pesar de estar metido en negocios sucios, era un hombre sabio y erudito. Siempre tenía algo bueno que decir.

—Vi a la chica cuando entró al club. Era obvio que no encajaba con este asqueroso lugar... Se le nota que es una chica dulce y tierna —esbozó una pequeña sonrisa—. Y cuando te vio con esa puta, el brillo en sus ojos desapareció. Cuando se detuvo a mirar el lugar y se dio cuenta de que estabas metido en esta mierda, el corazón se le terminó de romper en pedazos. Pude verlo.

Todavía no lo miraba. Y no lo iba a hacer, no después de lo que acababa de decir.

—He cometido muchos errores en mi vida y siempre los tengo presentes. Mis manos están manchadas de sangre de personas inocentes y vivo con ese peso todos los días, pero nunca le rompí el corazón a una mujer —hizo una breve pausa—. Ellas son intocables. Y tú has lastimado a una.

—¿Qué es lo que me quieres decir? Sólo escúpelo y déjate de tantas habladurías, Jang.

—Quiero decirte que eres el idiota más grande que conozco.

—Ah, muy bien. Gracias por el cumplido —dijo sarcástico—, pero ya lo sabía.

—No, eso no es todo lo que te quiero decir imbécil —bufó, inclinándose hacia atrás para acomodarse mejor en la silla—. Lo que quiero decir es que eres un jodido cobarde. ¿Y sabes por qué? Porque lo único que haces es sentarte ahí a beber, inhalar esa mierda, deprimirte y luego vas a y te follas a no sé cuántas zorras mientras piensas en esa chica que jodiste hasta quedar inconsciente. Cuando lo que deberías hacer es ir a pedirle perdón por ser un desgraciado.

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