Capítulo 10

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--Sí, lo está –Pronunció—De hecho, él fue quien propuso que tuviéramos un hijo

Posó una mano en su vientre.

--Ya veo. Es bueno saber que cada vez más alfas están dispuestos a aceptar a los omegas como parejas definitivas. Yo siempre tuve el temor de que mi yerno fuese uno de esos que únicamente utilizan a los omegas como una forma de concubinato. Ya ve usted, el jefe de mi otra hija tenía tres hijos con su esposa, que era alfa igual que él, pero en algunas ocasiones en las que casualmente me tocó llevarlo en este taxi, lo podía ver acompañado de distintas parejas que él mismo había marcado. Yo sólo conté tres, pero compañeros del oficio le han visto hasta siete diferentes. Mujeres y varones.

-- Vaya...

--Sí, lo sé. Un sujeto muy extravagante.

El taxista aparcó justo frente a la entrada principal del centro comercial. Bum no recordaba que fuese así de grande. El taxista le ayudó a abrir la puerta del automóvil para que pudiese bajar.

--Muchas gracias, joven. Que tenga una excelente tarde –Dijo el hombre, recibiendo con una mano enguantada el dinero que le extendió Bum, y éste último asintió con la cabeza, sonriendo.

Parecía que las cosas no iban tan mal. Mirando hacia arriba, embelesado por la brillantez de los enormes muros acristalados del centro comercial que se levantaban como murallas frente a sus ojos sobre la avenida principal, se dio cuenta de que antes jamás se había fijado en su imponente tamaño ni sobre el incesable aire de modernidad que le transmitía aquél complejo de tiendas departamentales. Tal vez era porque había pasado demasiado tiempo encerrado. Ahora le daba por apreciar todo aquello como si fuese nuevo para él. Lo miraba con otros ojos. Caminando a través del amplio pasillo junto a toda la gente que pasaba a su lado, se daba cuenta de que, a diferencia de antes, ahora sentía tanta necesidad de contacto humano que podía haber abrazado y disfrutado de la compañía de todos aquellos extraños como si fuesen conocidos de toda la vida.

Finalmente entró a una tienda en la que procedió a buscar todo lo que tenía en el papel que le había dado Sangwoo. Era una simple lista de artículos para el hogar. Antes, dada la extraña naturaleza de las órdenes que le había indicado, pensó que podría haber algo que quería comprar, pero que no quería ser visto adquiriendo por lo cual lo mandaba a él y no iba por sí mismo.

Una vez lo hubo recolectado todo en una canasta, se formó en la hilera para la caja. Más temprano que tarde, se percató de que un par de señoras detrás de él cuchicheaban cosas inteligibles. Con el rabillo del ojo supo que lo observaban. Sus miradas eran de disgusto desaprobación.

--No está marcado –Susurró una de ellas

--No tiene vergüenza—Agregó la otra

--Con semejante barriga se la habrá pasado bien

Risas.

Bum tragó saliva y bajó la mirada. Se cubrió la nuca con el dorso del cuello de su suéter.

--Son ₩1,750

Mientras sacaba el dinero de la cartera que Sangwoo le había dado, sentía como si también el cajero lo examinara. Como si todos lo miraban con desprecio. Los ancianos de la caja de enfrente, la joven pareja que cruzó a un lado de la tienda.

Comenzó a caminar más rápido, salió del lugar. Y los ojos de todos se detenían sobre su persona. Se sentía rechazado, desplazado. La bolsa de plástico que descansaba sobre su antebrazo golpeaba su pierna derecha al mismo ritmo en el que sus pisadas se hacían más cortas, más rápidas, más pesadas. Sudaba. Sólo miraba las deslumbrantes baldosas blancas del suelo, y la parte superior de su vientre mientras sus piernas se movían en un frenético ataque de paranoia.

~~

En la estación todos se habían burlado de él. Las palabras del jefe de departamento retumbaban en sus orejas.

--Tal vez deberías ir a comprar un par de gaseosas para todos –Había dicho, interrumpiendo el estallido de risa que le había precedido.

La cafetera hecha trizas en el suelo. El líquido oscuro abriéndose camino sobre la superficie del suelo.

Qué sabían ellos. ¡Qué bolas tenían para tratarlo como estúpido! Encima de tener que aguantar sus órdenes sin sentido. De tener que preparar el café todos los días, se mofaban de él hasta el punto en que no podía creer que aquellos sujetos pudiesen ser policías. Es que de verdad, era increíble. No había pasado por todo el entrenamiento, la preparación de los exámenes y las pruebas físicas de las fuerzas policiales para tener que soportar eso. Sabía que tenían envidia. Que se sentían amenazados por sus hazañas. Por eso lo trataban como basura. Sin embargo, no se dejaría llevar por sus emociones. Tenía que haber una oportunidad. Alguna debía de surgir para poder ponerse encima de esos imbéciles. Y ahí él estaría para tomarla.

Sin embargo, pensaba sobre eso mientras esperaba en la cola para la caja del mini súper del centro comercial. En la canasta había latas de café. Estaba enfadado, pero no cambiaba el hecho de que efectivamente, él había roto por accidente la cafetera. Al menos aquellas latas apaciguarían el genio de los demás hasta que tuviese tiempo de conseguir una de segunda mano. Después de todo, no pensaba comprar una nueva.

Tras pagar las latas de café y al salir de la tienda, frente a él pasó caminando muy rápido una persona. Lo hacía de manera errática, casi como si huyese de algo. Miró a un lado, pero nadie lo perseguía. Aquello le pareció extraño. Sospechosamente extraño. Podía ser una persona ebria o podía haber robado algo, así que, en base a sus conclusiones, caminó detrás de ésta. Aún se encontraba en servicio, y así podía excusarse para no ir de inmediato de vuelta a la estación.

--Disculpe, ¿Se encuentra usted bien? –Preguntó, tomando del hombro al individuo, que detuvo su torpe carrera y dio la vuelta.

Era un chico. Un chico que esperaba un bebé. Por supuesto que debía ser un omega. El policía lo observó detenidamente. El muchacho parecía agitado. Tenía la respiración tensa y sudaba severamente. 

--¿Lo puedo ayudar en algo? –Volvió a preguntar—Soy policía.

--Uh... no, no... No sé – Contestó vacilante. Temblaba.

--¿Se siente mal? Si lo desea puedo llevarlo al hospital –Dijo, mirando su vientre. Debía de tener al menos cuatro meses de embarazo.

--Lo lamento, yo... --Cubrió su nuca con el dorso de su mano libre.

--Oh, ya veo—Soltó el hombro del chico y buscó en el bolsillo de su chaqueta—Una disculpa. Soy el oficial Yang Seungbae, trabajo en la estación que está a un par de calles de este lugar.

Dijo aquello mostrándole la credencial de las fuerzas policiales que había en su cartera. El otro lo miraba sin prestar mucha atención. ¿Por qué cubría su nuca? ¿Acaso no quería mostrar su marca? ¿Se protegía de algo?

--Puede confiar en mí, es mi trabajo. –No recibió respuesta alguna- Uh... ¿De casualidad, está huyendo de alguien?

Notó cómo el chico se sacudía ligeramente tras escuchar eso.

--¿Alguien lo quiso marcar por la fuerza? Hemos tenido denuncias de ese tipo últimamente...

Algo en aquel muchacho le parecía familiar. ¿Lo había visto en algún lado? Estaba casi seguro de que sí. Pero en los últimos meses no podía haber sido. El chico tenía el embarazo moderadamente avanzado y eso lo recordaría de habérselo cruzado en la calle o tal vez en el tren. Debió de haber sido antes. La piel le brillaba, no parecía cansado (dejando de lado la agitación) y tampoco tenía signos de maltrato físico. Pero su mirada... su mirada expresaba una angustia y una confusión inenarrables. "Tiene miedo" pensó, observando cómo el temblor de su cuerpo casi pasaba desapercibido. "¿Miedo a qué?"

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Y gracias a las personitas hermosas que han estado comentando en los capítulos anteriores. En serio me motivan mucho para seguir :) Lamento la tardanza, pero espero poder el próximo capitulo muy pronto. <3 Esta mierda se va a prender 7u7 juejuejuejue

KILLING STALKING OMEGAVERSE FICTIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora